-Me basta con ser el Ministro de
la Confianza Nacional. Ciertamente Francia entera escuchaba su arenga. Tal vez
alguna mañana, en el Eco de París había dormitado el buen patriota. Más se
sabía que agonizaba de amor patrio el invalido y su voz tenía ya la solemnidad
de la ribera negra. Murió gritando la victoria que no veía. Sin Derouléde, sin
de Mun. ¿Quién tocaría a diana? Era pesada la herencia que ha aceptado Maurice
Barrés.
¡Convertido en clarín de Francia
el humorista de Berenice! Extraña curva mental que sólo hará sonreír a quienes
no siguieron con devoción sus meandros.
Pocos adolescentes han pensado y
sentido más. En los retratos de juventud, tiene esos ojos de tísico, esa
consumación ardiente de los novicios que cruzan, leyendo su breviario, por la plaza
de San Sulpicio. Su breviario—el nos lo dice- era el memorial de Santa Helena,
pero sospechamos que también el Moyen de parvenir.
Estaba en la edad en que
obsesionan Napoleón, don Juan, y Goethe, los héroes epónimos de la voluntad, el
amor y las letras. El bozo tarda en crecer sobre los labios temblorosos que ya
tienen gula de amores. Pero la gloria y las mujeres nos sonreían sólo de
pasada, sin detenerse.
Albert de Mun: reformador francés
Albert de Mun: reformador francés
CARTILLA
Por la ardentía que denota su
primer libro, Sous l’oeill des barbares fue tan pronto la cartilla sentimental
de los estudiantes, hacia 1890. Este y los otros dos volúmenes de la rúbrica El
culto del yo, son en efecto los manuales de enervamiento en donde el bachiller
deslumbrado, famélico, ignorante del mundo, halla su propia combustión, sus
primeros rencores a la vida, el placer de las largas excursiones por su alma
nueva. Y ese amor a las bellas frases que es en algunas mocedades
complementario con el amor a las mujeres y como una voluptuosidad más
fatigante.
De tales libros inducimos el estado
sentimental Barrés y de sus compañeros en tiempos tan cercanos y tan diversos.
Pocos momentos de mayor densidad en la historia literaria de Francia. El joven
se ve solicitado por la más desconcertante abundancia y la palabra diletante
adquiere entonces un sentido casi patético.
Las viejas disciplinas se
quiebran. La venerable idea de patria se relaja lo mismo en intelectuales que
en utopistas de una Europa sin fronteras ni exclusivismos. Cuando Remy de
Gourmont murmura que no daría por Alsacia y Lorena el dedo meñique, con el cual
sacude la ceniza del cigarro, este desgano se considera elegante
Renán acaba de desprestigiar los
últimos mitos danzando sobre todas las ruinas filosóficas con una alegría
depravada. Y los simbolistas han abolido la tiranía del verso reemplazando por
la espontaneidad anárquica del ritmo las viejas liturgias de la rima y del
metro de las cuales no se atreviera a blasfemar, según observaba Franced
irónicamente, hasta el atrio Leconte de Lisle.
Francia en 1890
Francia en 1890
INDIVIDUALISMO
Como de acuerdo con esta revolución
francesa del verso que tuvo también sus santos-y Mallarme fue uno de ellos- se
propagaba en Europa el individualismo huraño de Nietzsche y de Ibsen. ¡Cultivar
su jardín” que era en cándido el término burgués de un escepticismo vagabundo, fue
aquí el dogma inicial y agresivo de toda juventud exuberante!
Datan de entonces las metáforas
de ¡Torre de Marfil” y “Castillo Interior” que ya no nos atrevemos a emplear
decentemente! Cultivarlo significaba, para el sincero, examinarse, disecarse,
excavar todos los rincones del alma, sentirse vivir masque vivir, llevar
adentro una orla clarividente que en cada nuevo anhelo señala su móvil, su
flaqueza y su inanidad.
En suma, sin la excusa de Dios,
el examen de conciencia religioso o romántico menos crispado que en Adolfo,
menos amorradado que en Amiel, pero suficiente para desmenuzar la energía más
viril. Y he aquí que un voluptuoso analista iba a mudarse en enérgico profesor
del nacionalismo.
¿Cómo se opera el cambio de
Barrés? Diputados se lo reprocharon que no le habían leído. Les parecía
singular que el amigo sensual y reticente de Berenice, terminará predicando el
“evangelio tricolor”.
Es justo hacer notar que en los
libros de juventud cantaba ya la necesidad de una certidumbre, la dulzura de
someterse, ofreciendo el espectáculo apasionante de un incrédulo en busca de
una fe. Va a hallarla en breve. Acerto Voltaire más lejos que su burla, cuando
dijo que ¡la fe es sólo una incredulidad sometida.
Mallarme: gran poeta francés.
Mallarme: gran poeta francés.
NACIONALISMO
Su credo es Francia y su
fanatismo el exclusivismo nacionalista. El amante de Venecia, el Ashaverus de
los paisajes apasionados, sólo quiero hallar toda belleza en el “semblante de
su tierra natal”. Su nacionalismo se hace política de combate al devenimiento
pasajero de Boulanger. Recordáis, sin duda, la historia del General a quien
París histéricamente aplaude, el General que se suicida en la tumba de su
querida, terminando en Werther quien algunos creyeron destinado a confinar en
Napoleón.
-Ya sabremos encontrar otros
boulangismos-dice entonces Barrés.
Diputado por París,
vicepresidente de la Liga de los Patriotas, adquiere popularidad y el don de
gentes. La embarazan el duro acento loreno y su talento. Cualquier diputado
analfabeto uiña los ojos con malicia: “Eh Barrés, ¿Y Berenice? Entendían reprocharle
así sus tiquis miquis sentimentales, su casuística enrevesada de jesuita
epicúreo, la admirable resonancia de un temperamento vibrante al que parecían
hacer falta, ante una mujer o ante la vida, el viril aranque y la instantánea
decisión de sus maestros Napoleón o Loyola.
Viene la guerra. Es el Presidente
de la Liga de los Patriotas. ¡Cuál va a ser la sorprendente actitud de Barrés?
Sus admiradores esperábamos algo mejor que estos artículos jadeantes, algún
bello gesto guerrero.
Barres: escritor de polendas.
Barres: escritor de polendas.
DESTINO
Puede mostrarse amor a Francia
hasta en hacer calceta para soldados, pero el destino digno de Barrés hubiera
sido acudir a la línea de fuego. No me recordéis sus 50 años. No tiene edad el
valor. En mi reciente viaje a los campos de batalla, vi voluntarios de cabello
gris que arrastraban la pierna. Y cuando se ha preparado la vida entera el desquite
es melancólico activarlo confortablemente, desde las páginas de un periódico.
¿Le faltó valor o sufrió de nuevo
las fatigas bruscas del antiguo analista; >No lo sé, pero ¡cuán hermoso
hubiera sido la solemne rúbrica de la muerte bajo el nombre del francés
exclusivo y atormentado que cerraba las fronteras de su tierra divina domo un
musulmán las ventanas de su serrallo
Enarbola el clarín de Deronléde,
pero le falta soplo. Como todos los literatos, se pregunta sin duda si coger el
fusil no vale más. Sólo que el antiguo ironista lo ha perdido, como a Hamlet,
el análisis. Y cuando veamos pasar a escritores inválidos a literatos
desfigurados por un obús, no nos faltará razón para decir con una ironía espesa
de diputados, a este discípulo de Stendhal y Napoleón.
- ¡Eh Barrés! ¿Y Berenice? (Editado, resumido y condensado del libro “Obras
Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata
los orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris,
retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo
cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió,
siempre habitante de la ciudad luz)
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