La Marsellesa-lo dice más de un
escéptico parisiense- estaba un poco desprestigiada. Mejor sería decir
vulgarizada. Recurso de toda festividad municipal, seguía siempre al discurso
del diputado que echaba mano de las viejas mayúsculas. La civilización, el
progreso y la libertad. Sólo continuaba siendo en el extranjero, el canto
ardiente de redenciones y rebeliones.
En Pekín, En Constantinopla, en
Lisboa, en donde quiera que se demolía un feudalismo y se inauguraba una
libertad, la entonaban voces roncas. Era el gran venero de heroísmo para las
juventudes conspiradoras y significaba para ellas una Francia de ayer, la que
en los románticos augurales como Quinet o Michelet era sinónima de locuras
exorbitantes.
Y he aquí que el viejo canto
adquiere en Francia un sentido nuevo y hondo. Viene a “verter heroísmo al
corazón de los ciudadanos, como en el verso de Baudelaire. No la necesitan los
ciudadanos que combaten. En los campos de batalla sólo hallé gravedad y un
patriotismo enconado que no necesita estimulantes. ¡Pero los que se quedan!
Forzane bella y elegante
Forzane bella y elegante
ORQUESTA…
Los que se quedan son dignos de
compasión. Ya un periodista travieso compuso la “elegía de los hombres de
cincuenta años”. Se necesitaría agregar la “endecha de las mujeres”. No tienen
unos y otros para atizar el alma, ese irritante olor a pólvora y la necesidad
de venganza cotidiana y la maravillosa orquesta de los cañones, todo lo que
sacude y galvaniza
Yo, que volví de la línea de
fuego con los bolsillos repletos de cartas de soldados, hallé en París a madres
o esposas pálidas que temblaban, a mis primeras palabras, con un calofrío de
inquietud. Cada paso en la escalera puede traerles una noticia funesta y alguna
me contó la pesadilla de sus noches: “Tal vez ha muerto, está herido quizás---“
A cada instante las calles os
sugieren lo mismo. Transitan mujeres de luto. Con la pierna rota o el semblante
desfigurado, pasan soldados lívidos. Y a la entrada de los metropolitanos,
nenas pálidas, con gorrito belga, os piden, en un francés dengoso, cinco
céntimos para pan. Comprenderéis que es necesario rugir la Marsellesa sobre
esta lamentable turba.
Que sobre las miserias
particulares pase, como un viento de Dios la antigua admonición: “Hijos de la
patria, ha llegado el día de la gloria”. Llegará, todos lo creen, pero tarde.
En esta guerra de madrigueras sólo se ganan centímetros. El entusiasmo se va
desmenuzando en aburridos minutos bajo este cielo e invierno lóbrego.
Entonces canta Marthe Ghernal. Si
yo me llamara Joffre, la haría recorrer algunas trincheras cada noche.
¿Recordáis a esos soldados de Maupassant que soportaron marchas forzadas
sonriendo porque los acompañaba una mujer bonita?
Cecile Sorel: el lujo en persona
Cecile Sorel: el lujo en persona
MISERIAS
Canta Chenal y parece que todas
las miserias se disipan. La voz, de maravilloso timbre, exalta la patria nueva,
cuando se desmoronen las tiranías la regia o la prusiana, da lo mismo. Esos
“feroces soldados” de la canción ¿no son los que han cometido las atrocidades
publicadas en los periódicos?
El público, de pie, aterrado, oye
pasar ese grito de rencor y de júbilo que sugiere un paisaje de incendios y la
guillotina triunfal para todo enemigo. Los semblantes se crispan y los más
áridos ojos se nieblan. Cerrándolos por vergüenza, ya no sabemos quién canta.
¡Es Francia entera la que exhala
esta dulce voz? Nos promete lo soñado tantas veces, lo que hoy parece utopía
candorosa: gloria y paz a los pueblos de buena voluntad. Diez veces por lo
menos se alza el telón para que venga a saludar Marthe Chanel, roja y magnifica
como las vírgenes del terror. Es en Paris actualmente la ideal República, la
que vimos simbolizada en telas y mármoles.
Belona encantadora y Palas Atenea
de lindos labios. Miro a todos lados para admirar como esta frágil muñeca puede
renovar en un instante los entusiasmos. De aquí saldrán las mujeres más
resignadas, los militares convalecientes más resueltos…¡Que no solo de pan sino
de Marsellesas vive el hombre! (Editado,
resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura García
Calderón”, destacado
intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de
este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde
estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por
aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de
la ciudad luz)
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