Porque- como alguien lo hace
notar- se manifiesta la simpatía en horas difíciles. “Los rusos-dice Herve-
acaban de ser vencidos momentáneamente. La victoria final podría parecer
incierta a algunos neurasténicos de París. Los intelectuales españoles no han
querido que puede decirse que vienen a socorrer al victorioso. Sus confortantes
palabras llegan en uno de los más árduos momentos de esta guerra”.
En el Journal, el diputado Chaumi
dice del Manifiesto que “desde que se declaró la guerra, no se ha escrito más
hermosa página. Sin que lo confiese nadie, se advierte la sorpresa conmovedora
de los periódicos.
Porque aquí sólo llegaron las
palabras de ira. Pocos sabían que en España estaban divididos los pareceres. Se
creyó sentimiento unánime al encono y quienes más sufrieron de esta actitud
fueron los católicos.
Recuerdo que el eximio crítico de
arte Peladan y el formidable libretista León Bloy “las últimas columnas de la
Iglesia-como diría este último- me murmuraban su asombro cuando les leía
diarios ultramontanos de Madrid.
Con fuerza la prenssa desde la antiguedad
Con fuerza la prenssa desde la antiguedad
LA IGLESIA
-Pero Reims… ¿Qué dijeron de
Reims?... ¿No han visto claro el odio del protestante?
Y el exquisito crítico de El
Figaro, André Beaunier, católico ferviente me decía en su villa del Vesinet:
-Venga a ver a la Iglesia como
está llena. No puedo creer que los católicos españoles supongan a Francia
incrédula. Es una mala inteligencia, que los periodistas como usted debiera
ayudarnos a disipar.
Sonreí. No es un impío el mejor
predicador para los creyentes. Y nada pueden argumentos de periodista cuando la
pasión quiere cegarse. No es ésta, por lo demás, una guerra de religión. Así el
rencor de los germanófilos sorprendía como un castigo inmerecido
Las simpatías por España siempre
fueron aquí eficaces. Pero el artista para el literato, no era sólo un arsenal
romántico, sino la tierra hidalga por excelencia. Fier hidalgo, exclamaban con
lo más cariñoso de las sonrisas. Desde los tiempos de Gautier o de Hugo. España
simbolizaba a la vez el desprendimiento y la feminidad apasionada, la nobleza
del Quijote y la gracia de Carmen.
Barres, Louys y Tailhade-y con
ellos el público de lectores- sintieron la solución del españolismo. Y era a la
vez este culto locura efusiva de soñadores y simpatía cuerda. Pocos españoles
han estudiado más apasionadamente a sus clásicos que un francés, el admirable
erudito Foulche-Delbose. La mejor obra sobre Gracián es de Adolfo Coster.
Le Figaro en tiempos modernos
Le Figaro en tiempos modernos
EL QUIJOTE
Del amor al libro máximo-al libro
ejemplar del idealismo indemne en la cotidiana afrenta del mundo-acabo de darme
cuenta por una encuesta. He preguntado a los intelectuales de Francia para
publicarla en un periódico madrileño, la opinión sobre el Quijote.
No estaba yo seguro de interesar,
ni presumía que lo hubieran leído todos. Y con la más cordial sorpresa leo cada
mañana las cartas que me llegan o los artículos de periódicos. La obra inmortal
no es sólo popular entre los niños. El Quijote es el libro de cabecera de
Anatole France, Lacontede Lisle-según me asegura el poeta Henri de Regnier- se
hacía leer las aventuras del hidalgo cuando la fiebre le demudaba ya en las
últimas horas de su vida.
Y Rodin esta mañana paseando por
entre las efigies venerables del Hotel Biron, su figura helena y talmúdica.
Laocoonte o Moisés de la edad de mármol- me citaba esta frase que expresa el
culto cordial de quien elogió tan ardientemente las piedras santas:
-Cervantes es una de nuestras
catedrales.
- ¿Cómo amando a Cervantes se
puede no querer a España, si coincidimos todos en la opinión de que su libro y
su pueblo se compenetran? Y no se atribuya esta antipatía de Francia a la
congoja del momento, a no sé qué fantasmas de intervención que aquí no ha
reclamado seriamente nadie. Se calumnia a los pueblos cuando se cree que sólo
el interés puede moverlos.
La celebración del tercer centenario del Quijote
La celebración del tercer centenario del Quijote
VOCES
Dolía, simplemente, no escuchar
voces cordiales tras los montes. Más he aquí que por encima de los pirineos,
nunca bien suprimidos a pesar de la frase célebre, una alta brisa orea. A la
censura del manifiesto de los intelectuales españoles sobre la “pusinamilidad
de los políticos” han respondido, rivalizando en franqueza algunos escritores
de París.
Uno de ellos decía ayer: “¿No
había de dolerse el orgullo de los españoles al ver que nosotros ue poseemos ya
en África tan vastos territorios, les disputásemos ciertos cantones marroquíes
y nos opusiéramos, internacionalizando Tanquer, a que esta gran ciudad de la
Costa se tornara española?
Nunca diremos bastante el daño
que nuestra glotonería colonial nos ha causado en Europa. Felizmente se
hallaron en España quienes, a pesar de las culpas de nuestros políticos, han tenido
la bondad de recordar que Francia representa, a pesar de todo, en el mundo, un
alto ideal de libertad intelectual, religiosa y política
¿Quién negará las mutuas sin
razones, quien hará solidarios a los pueblos y a los políticos? Por esto es
bueno que alguna vez hombres sinceros digan lo que no quieren o no pueden
expresar las cancillerías.
No se si en el manifiesto algunas
palabras sobran y algunos nombres faltan. Pero afirma una vez más el
desinterese de la tierra hidalga, la supremacía del ideal latino, el innegable
parentesco del Quijote y de Rolando. “Don Quijote es el más grande los
peludos”, me escribe de la línea de fuego el ingenioso Etienne Rey. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras
Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata
los orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris,
retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo
cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió,
siempre habitante de la ciudad luz)
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