La conquista de Occidente por los
alemanes representó una dilación para el oportunista gobierno rumano. Después
de la capitulación de Francia y cuando la derrota de Inglaterra parecía
inminente, Rumania apeló a Hitler para obtener la garantía de las zonas de su
territorio ambicionadas por los países
vecinos. A continuación, un fondo de venganza internacional con registros de
las fases del golpe de estado fascista que depuso al Rey Carol II.
A fines de los años treinta, Rumania
estaba regida por un rey de la casa Hohenzollern: Carol II cuyo único mérito
era el de no poder fiarse de él más que de sus súbditos. El país estaba
agobiado por los impuestos. Cada panecillo debía llevar la marca de un sello,
cuya importe se destinaba a la aviación, de acuerdo con la aclaración oficial.
Pero todo el mundo sabía que la aviación no existía de hecho y que el dinero iba a engrosar la enorme fortuna que Carol I, conocedor por propia excelencia de lo que era el exilio, estaba amontonando sagazmente en los bancos extranjeros. El abuelo del Rey, el germanófilo Carol I había muerto en 1914, lo que permitió a Rumania entrar en la Primera Guerra Mundial al lado de los vencedores. Como recompensa recibió unos 150 mil kilómetros cuadrados de territorio que comprendían todas las regiones fronterizas que hacía siglos el país disputaba a sus vecinos: Hungría, Bulgaria y Rusia.
Pero todo el mundo sabía que la aviación no existía de hecho y que el dinero iba a engrosar la enorme fortuna que Carol I, conocedor por propia excelencia de lo que era el exilio, estaba amontonando sagazmente en los bancos extranjeros. El abuelo del Rey, el germanófilo Carol I había muerto en 1914, lo que permitió a Rumania entrar en la Primera Guerra Mundial al lado de los vencedores. Como recompensa recibió unos 150 mil kilómetros cuadrados de territorio que comprendían todas las regiones fronterizas que hacía siglos el país disputaba a sus vecinos: Hungría, Bulgaria y Rusia.
Las tres naciones derrotadas no
habían dejado nunca de reivindicar los territorios perdidos que Rumania
conservaba porque podía contar con sus poderosos aliados de la pasada guerra.
Este apoyo fue confirmado el 13 de Abril de 1938, cuando los occidentales,
evidentemente, sin consultar el mapa, garantizaron a Rumania su asistencia en
caso de una agresión por parte de la
Alemania hitleriana. Tres meses de que esto sucediera, el Rey Carol se había
proclamado dictador.
IMPULSO
Los dictadores estaban entonces
de moda, pero el gesto de Carol se debía más a un impulso necesario que a un
deseo de imitación. En efecto, se aseguró esta posición antes de que lo hiciese
su rival, Codreanu.
Los recelos de Carol respecto a
Codreanu se manifestaron abiertamente cuando Hitler dijo: “Para mi existe un
solo dictador en Rumania y es Codreanu”. Al ganar los representantes de la
Guardia de Hierro 66 puestos en las elecciones de 1937, el Rey, viendo que su
posición empeoraba, disolvió todos los partidos políticos.
Poco tiempo después, la Guardia
de Hierro que había combatido en España a favor de los nacionales, regresó
triunfalmente a Bucarest, lo que constituyó un acontecimiento. La excitación
fue tal que Carol se vio obligado a suprimir el movimiento. Codreanu fue
arrestado. Acusado de alta traición, se le declaró culpable fundándose en
pruebas inconsistentes y se le encarceló con trece de sus partidarios.
ESTRANGULADOS
Una noche de noviembre, los
prisioneros, atados y amordazados, fueron conducidos al bosque de Ploesti y estrangulados.
La noticia oficial de que habían sido muertos por disparos de arma de fuego
cuando intentaban huir, proporcionó al mundo una preocupación, que
explicaría en el futuro muchas muertes
por el mismo estilo.
Una novelista, Olivia Manning se casó con R.D. Smith que era un
empresario teatral en la BBC. Había sido enviado a Bucarest por el British
Council el año 1938 y regresó a Inglaterra en el tormentoso verano de 1939. La
Guardia de Hierro había sido oficialmente eliminada. Sus jefes fueron
asesinados y gran parte de sus miembros estaban encarcelados o habían huido al extranjero.
El Rey Carol II con Madame
Lupescu, y su perro guardián, el aborrecido Urdareanu, gobernaba Rumania sin rivales de ningún género. Pero aquel
mismo día llegó la noticia de que Inglaterra y Francia estaban en guerra con
Alemania. Entonces el problema para el
Rey Carol era tratar de ver cómo podría conservar los territorios
obtenidos después de la Primera Guerra Mundial sin necesidad de entrar en la
segunda. Dieciocho días después, el primer
ministro rumano, Calinescu, fue asesinado por antiguos miembros de la
Guardia de Hierro.
Bucarest era una ciudad donde
todo se tenía en secreto pero en la que tarde o temprano, todo se sabía: la
gente amiga del chismorreo y de pasar el tiempo charlando en los cafés, se
abandonó a toda suerte de noticias y contranoticias, acusaciones y
contraacusaciones. Los periodistas de habla inglesa que frecuentaban el bar
inglés del Athene Palace, fueron los primeros en saber que el asesinato era
consecuencia de juna conjura encaminada a entregar a Alemania el control del
país.
LOS SOVIETICOS
Sólo en las primeras horas de la
noche, la gente se dio cuenta de que el plan alemán había fallado: Las tropas
soviéticas, entrando a Rumania por el Este, se situaron a lo largo de la
frontera, impidiendo así a los alemanes penetrar en el país: los rumanos no
sentían mucha simpatía por los rusos, pero hubo quien afirmó que la iniciativa
soviética había salvado a Rumania.
En los meses siguientes, el
Rey hizo todo lo posible para asegurarse
el apoyo de las potencias beligerantes. Oficialmente apoyaba a los ingleses y
los ingleses le apoyaban a él. Pero, no
obstante, el acuerdo comercial rumano-germano seguía proporcionando a los alemanes cereales, madera
y más de un millón de toneladas de petróleo
bruto al año.
Los ingenieros ingleses que se
encontraban en en Ploestiu hacían todo
lo posible para sabotear los
abastecimientos alemanes. Y las protestas que elevaban ambas partes eran
acogidas con excusas y promesas de que
se trataría de evitar incidentes en el
futuro.
Bucarest en plena guerra
Bucarest en plena guerra
INTRIGANTE
Intrigante por naturaleza e
inclinado a enfrentar a las partes entre sí, el Rey Carol era experto en esta
especie de juego internacional. Por ello la mayor parte de la población
confiaba en que conseguiría mantener al país al margen de la guerra. Los
partidarios de la Guardia de Hierro no dejaban de subrayar que si se aliaban
con Hitler, Rumania sería rica. No obstante, Francia e Inglaterra seguían siendo los aliados
tradicionales.
Se cuenta incluso que cuando los
campesinos fueron llamados a filas para combatir al lado de los alemanes, sus
oficiales consideraron oportuno decirles que iban a combatir a favor de los
ingleses, sus legendarios amigos.
La clase alta prefería a los
franceses, a los que imitaba en casi todo. Bucarest con su Chaussée y su falso Arco de Triunfo, era
conocida entonces como el “Paris del Este” y el francés era la lengua hablada
por todo aquel que pretendía ser elegante.
El tenor de vida de la anteguerra
se mantuvo hasta la primavera de 1940, en que los rumanos comenzaron a notar
los primeros síntomas de un cambio en su mundo. Para economizar gasolina se
prohibió a los taxis dar vueltas en
busca de clientes. Al mismo tiempo
algunos productos, sobre todo los tejidos franceses, alcanzaban precios
exorbitantes. Aún no se había habituado del todo a estas dificultades cuando la
guerra, detenida tras la campaña de Polonia, se reanudó de pronto. Los alemanes ocuparon Dinamarca y Noruega y un
mes más tarde prosiguieron sus ataques invadiendo Holanda, Bélgica y
Luxemburgo.
GOLPE MORTAL
En Bucarest, la oficina de
propaganda alemana se convirtió en un centro del mayor interés y los rumanos,
siguiendo las flechas rojas que indicaban el
avance de Alemania hacia Francia, agradecían a Hitler su decisión de
avanzar hacia el Oeste, cuando hubiera podido dirigirse más fácilmente hacia el
Este. Se esperaba que se viera comprometido por las tropas aliadas y que la
guerra se resolviese en una zona tradicional, entre el Mosa y el Marne.
Pero la caída de París fue un
golpe mortal. Bucarest se vistió de luto. La noticia de que el Cuerpo Expedicionario británico estaba
siendo evacuado era un motivo de admiración y consuelo pero a los rumanos les
pareció una deserción. ¿Quién se preocuparía de hacer efectivas las garantías
de 1939? Los rumanos esperaban la rendición de Inglaterra con un triste sentido
de fatalidad, ya que cuando este campeón de la libertad hubiese sido derrotado
sabrían exactamente cómo comportarse en la guerra: se unirían al otro bando.
El Rey no vio ningún motivo para
esperar. Con todo el Ejército alemán alineado entre Rumania y el último
protector que le quedaba a Bucarest, la
única alternativa era el acercamiento al Eje. En aquel momento solo
Alemania podía salvar al país. Carol, sin más demora, expresó su admiración por
la ideología nazi y los rumanos, pueblo voluble, quedaron divididos entre el
temor y la esperanza.
Tropas rumanas
Tropas rumanas
ANODADOS
No obstante, Rusia tomó la
iniciativa. El 26 de Junio, el Primer Ministro soviético presentó una nota en
la que pedía la restitución de Besarabia y de Bucovina septentrional. Los
rumanos quedaron anodados. También estaban profundamente indignados, ya que
Besarabia era una región rica en cereales y Bucovina en magníficos bosques.
Solo quedaba de que el cambio de actitud del Rey se hubiese realizado a tiempo
y que Hitler protegiera ahora sus
intereses. Se dirigió entonces una apelación al Reich y, aquella noche, la
gente esperó durante mucho tiempo fuera del Palacio hasta que la respuesta se hiciese
pública: el Fuhrer pedía al soberano que cediese Besarabia sin combatir.
Este fue el principio de la
disgregación de la gran Rumania y también el principio del fin de Carol, que no
había sido lo suficientemente hábil. Mientras tanto los rumanos de daban cuenta de
que si querían la amistad con Alemania tenían que merecerla. Con este fin
renunciaron a las garantías anglo francesas. El gabinete constituido en su
mayoría por liberales anglófilos dimitió y Carol, esperando salvar todavía el
trono, olvidó haber eliminado la Guardia de Hierro.
El nuevo Ministro de Asuntos
Exteriores fue Manoilescu, un antiguo miembro de la Guardia y del nuevo
gabinete declaró su adhesión al Eje. La Guardia de Hierro, reconstituida de
nuevo, desfiló por las calles de Bucarest vistiendo su camisa verde y cantando Capitanul, su
himno.
El Rey Carol I
El Rey Carol I
LOS INGLESES
Por aquellos días los ingleses
apenas eran tolerados en Bucarest. Muchos ingenieros residentes en Ploesti
habían sido obligados a regresar a su patria y los pocos que quedaban por ser indispensables
eran mirados con sospecha.
Entonces comenzó a correr el
rumor de que la delegación búlgara que había visitado al Fuhrer insistía en reivindicar
Transilvania. Rumania que al parecer había sido finalmente aceptada, confió en
Hitler. Pero la confianza se esfumó cuando éste, en su difícil cargo de “padre
de todos”, ordenó a los representantes de Bucarest que se entrevistaran con los
húngaros y llegaran a un acuerdo sobre Transilvania. Fuere cual fuere el resultado
del encuentro, lo cierto era que los
rumanos no tenían nada que ganar y los húngaros nada que perder.
En efecto, la entrevista con los
húngaros no condujo a nada y Rumania empezó a creer que si las negociaciones se
prolongaban por mucho tiempo todo concluiría sin haber llegado a nada concreto.
Pero los rumores de esta consoladora perspectiva no habían tenido tiempo de
difundirse por los cafés, cuando también los búlgaros presentaron sus
pretensiones sobre Dobrudja meridional donde en el Palacio de Balcic estaba sepultado el corazón de la Reina
María. El Rey, previendo esta petición búlgara, había vendido a Balcic a la
nación. Pero nadie dispuso de tiempo para preocuparse de Balcic o de Dbrudja y Palacio
y territorio fueron cedidos sin discusión.
TRANSILVANIA
La cuestión de Transilvania era
mucho más importante y la esperanza de que sería abandonada por insoluble aumento
cuando Rumania se adhirió definitivamente al Eje. No obstante llegó un momento
en que Hitler perdió la paciencia y ordenó a ambas partes que se entrevistaran
en Viena donde Ciano y Ribbentrop, al frente de la conferencia, dictaron las
condiciones; los rumanos tuvieron que ceder la parte más rica de Transilvania,
un área de 180 mil kilómetros cuadrados, incluida la capital Cluj.
Los delegado rumanos regresaron
aterrorizados y la población de Bucarest lloró al recibir tales noticias. Al
primer momento de dolor siguió un amargo resentimiento contra Alemania.
Entonces ¿así trataba el Fuhrer a sus “hijos”? Hubo desordenes ante el Palacio
Real y la Guardia de Hierro, temiendo por su prestigio, hizo todo lo posible
para que el descontento general cayese sobre el Rey. Decían que Carol II había
sido siempre pre odiado por Hitler y si continuaba en el trono no quedarían
esperanzas para Rumania: declararon de que tenían pruebas de que mientras el
monarca hacía profesión de fidelidad al Eje, trataba de aliarse secretamente
con Rusia y que este doble juego había tenido como consecuencia la perdida de
todos los territorios de la Gran Rumania.
Mientras las declaraciones antimonárquicas
adoptaban casi el carácter de una revolución, los periodistas llegaban en masa
a Bucarest en espera de los acontecimientos. Uno de estos periodistas, no
queriendo abandonar la ciudad en un momento tan interesante le pidió a Olivia
Manning que fuera a Cluj para “captar la atmósfera” originada por el cambio de
poderes.
Maniu Jefe del Partido Campesino
Maniu Jefe del Partido Campesino
DESOLACION
Partió en el “Orient Express” que
en otros tiempos fue el gran tren
internacional y que ahora había quedado reducido a un conjunto de vagones
destrozados y sucios. Llegó a Truj con diez horas de retraso.
La ciudad estaba prácticamente
muerta. Los funcionarios rumanos recogían sus efectos y los servicios públicos
no funcionaban. Cuando llegó a la oficina de correos para enviar un telegrama,
encontró a los técnicos desmontando sus aparatos.
Su único refugio fue una librería
de judíos búlgaros, gentes corteses y generosas alborozadas por el cambio de
poderes. Estaban de acuerdo de que los húngaros eran tan antisemitas como los
rumanos, pero no había bastantes húngaros para ocupar Transilvania, había que
echar mano de los judíos nacidos en territorio magiar para incrementar la
población.
No había gasolina y los
automóviles eran arrastrados por caballos. Tiendas, restaurantes y cafés
estaban cerrados por miedo a los desordenes. Pero no ocurrió nada. Los
campesinos, que eran los que más tenían que perder estaban parados, en grupos,
en las esquinas de las calles más deprimidos que indignados.
MANIU
Con la reforma agraria habían recibido un
trozo de tierra y ahora temían perderla. Tal vez hubieran demostrado de algún
modo su descontento de haber tenido alguien que los guiase y algunos de ellos pasaron el día en la
estación, convencidos de que Maniu, Jefe del Partido Campesino, llegaría de un
momento a otro para reunirles bajo su
bandera. Maniu también transilvano, estaba considerado como el único político
honesto en Rumania.
La autora supo por casualidad que
había llegado en automóvil y que se encontraba en su casa, en las afueras de
Cluj. Sin tener desde luego una idea de
lo que habría hecho una vez allí. Tomó inmediatamente un taxi tirado por
caballos y se dirigió a su encuentro. Bajo, membrudo, de mediana edad y con los
ojos oscuros, parecía un actor. Sonrío mostrándose depuesto a hablar y ayudar
en todo lo posible. La novelista quería saber que pretendía hacer. “Esperar”,
respondió en tono solemne. Había poco más que añadir.
Regresó a Bucarest y advirtió que
la revolución, sí así podía llamarse, se encontraba en fase de desarrollo. Se
habían producido disparos contra el Palacio y el Ejército había sido
movilizado. La plaza quedó vacía y los soldados estaban a la espera de una
correría de la Guardia de Hierro. Pero no sucedió nada.
Los estragos de la conflagración.
Los estragos de la conflagración.
El REY SE VA
Al despertarse por la mañana,
supo que el Rey había abandonado el país. De su apartamento situado frente a Palacio,
observó a la muchedumbre ir y venir a través de los portones abiertos,
bromeando y riendo con los policías y los guardias. Todos los rumanos estaban
seguros que ahora de que Carol se había ido el Fuhrer favorecería a Rumania y comenzaría
una nueva era de paz y prosperidad.
En realidad el Rey Carol no
abandonó Bucarest hasta unas 24 horas después. Oculto, tras las persianas
cerradas del Palacio, junto con la Lupescu y Urdareanu, asistiría probablemente a las manifestaciones
de contento por su marcha. Al día
siguiente los tres abandonaron la ciudad en un tren especial, llevándose
consigo un inmenso equipaje en el que se encontraban los “Grecos” que el Rey
Carol I había comprado cuando los cuadros del cretense no estaban de moda.
Su hijo Miguel, que ya había sido
Rey durante el anterior exilio de su padre, volvió al trono e inmediatamente
invitó a su madre a regresar a Bucarest. Siguió un breve periodo durante el cual el
pueblo soñó con paz y prosperidad y con una familia real libre y estimada como
la británica. Pero en seguida, el Primer Ministro Antonescu, teniendo necesidad
de apoyo, llamó al poder a la Guardia de Hierro e inmediatamente quedó claro
que Rumania simplemente había cambiado de dictador.
EXAGERACION
Horia Sima, el jefe
superviviente, sostenía que mandaba por orden divina. Dejando aparte esta
absurda exageración, lo más cierto es que se veía obligado a oponerse
continuamente a las interferencias del anciano y astuto padre de Codreanu. Por
aquel entonces, la tarea principal de la Guardia de Hierro parecía ser únicamente
honrar a sus mártires: darles sepultura, poner sus restos en enormes ataúdes y
llevarlos por las calles en ostentosas procesiones antes de enterrarlos
solemnemente.
Los funerales y los constantes
días de luto oficial, en los que tenían que participar todos los funcionarios
del Estado llegaron a influir de un modo tan negativo en la economía nacional,
que hasta el ministro plenipotenciario alemán tuvo que intervenir para poner
fin a tan vana pomposidad.
La vida de los ingleses en
Bucarest estaba llegando rápidamente a su fin. Los pocos que habían quedado en
Ploesti comenzaron a sufrir persecuciones. Algunos desaparecieron
y fueron encontrados poco tiempo después en condiciones penosas a causa de los
duros interrogatorios y de los malos tratos sufridos. Los oficiales de la
misión militar alemana llenaban el Athene Palace, los cafés y los restaurantes.
Todos aconsejaban a la gente que se fueran del territorio. Pero muchos se
quedaron. La novelista Mannin abandonó Rumania con su esposo mientras entraban
por el norte las tropas alemanes de ocupación. (Editado,
resumido y condensado de la Revista “Así fue la Segunda Guerra Mundial”)
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