En el verano de 1940 Gran Bretaña se convirtió,
de pronto, en asilo y arsenal de la democracia. A las costas de la isla
arribaron cientos de personas, no sólo fugitivos que huían de los nazis, sino
también soldados, aviadores y marinos, algunos de los cuales serían protagonistas
de importantes acciones.
Los primeros evacuados de
Dunkerque desembarcaron en Dover el 29 de mayo de 1940. Quien asistió al
regreso de estos hombres, que habían constituido la flor y nata del Ejército
inglés, debió sentir la impresión de ver desembarcar sonámbulos. Todos los
pertrechos-carros, vehículos de transporte, artillería y armas ligeras- habían
quedado en Francia, abandonados tras
haber sido inutilizados, a lo largo de la ruta que conducían a Dunkerque y
sobre las playas en las que habían embarcado. La evacuación se prolongó hasta
el 14 de Junio y permitió devolver a Inglaterra unos 340 mil hombres. Pero no había entonces en el país armas suficientes
para volverlos a equipar, ni mucho menos, fusiles que entregar a los voluntarios
de la defensa civil (poco después convertida en Home Guard, milicia territorial.),
los cuales eran movilizados con la mayor celeridad posible.
El país estaba impresionado y confuso
frente a lo inesperado, lo violento y rápido del ataque alemán. No obstante el
“salvamento de Dunkerque”, posible gracias a las vacilaciones de Hitler, a la
ayuda de los barcos de pequeño tonelaje y a las infatigables incursiones de la
RAF, Inglaterra permanecía sola, expuesta al peligro inminente de una invasión.
Pero, a pesar de todo, a fines de Julio, el estado de ánimo del país había
pasado de la confusión a la firme voluntad de resistir.
Soldados ingleses en la guerra
Soldados ingleses en la guerra
PICOS Y HORCAS
Los hombres de la Home Guard se
preparaban para hacer frente y rechazar al invasor con toda suerte de armas:
picos y horcas de hierro, fusiles de caza del calibre 12 o viejos trabucos
cargados con chatarra. En las encrucijadas se sustituyeron los indicadores por
pequeñas casamatas. Gran parte de los habitantes de las regiones costeras
oriental y sudoriental, las primeras que hubieran sido invadidas, fueron
trasladadas al interior, para dejar espacio a lo que eufemísticamente llevaba el nombre de “Fuerzas Armadas”. Tan sólo los
servicios públicos esenciales siguieron funcionando.
Inglaterra podía aprovechar esta
pausa para reagrupar sus propias fuerzas. Pero, ¿de dónde las obtendría? Antes
de la guerra había obtenido armas en fábricas privadas de Estados Unidos, pero
las negociaciones de las ventas y su producción se prolongaron mucho tiempo.
Ahora, cuando la necesidad era imperiosa, inmediata, Winston Churchill se
volvió directamente al presidente americano en demanda de lo que más necesitaba
Inglaterra: aviones.
Las primeras adquisiciones de
aparatos para la RAF a título privado, hechas en fábricas americanas, databan
de Marzo de 1938, precisamente en los días en que los carros de combate
alemanes entraban en Viena. El Gobierno
americano no tenía nada que objetar a estas transacciones, por cuanto no constituían
una infracción de la ley sobre la neutralidad, que debía entrar en vigor en el
caso de que los clientes se convirtieran en beligerantes.
“EL BOMBARDERO”
Uno de los miembros de la misión
aeronáutica era un oficial de la RAF, prácticamente desconocido entonces, el General
de Brigada A.T. Harris, que no tardaría en hacerse famoso como Harris “el
bombardero”. Cuando la misión llegó a Estados Unidos, la industria aeronáutica
de este país apenas conseguía salir adelante, por lo que los clientes
extranjeros eran recibidos con los brazos abiertos.
El primer pedido de 400 aviones
de entrenamiento inició una larga serie de compras de aparatos idénticos
designados en Inglaterra con el nombre
de Harvard. Luego la misión se trasladó
a Burbank, California, sede de los establecimientos Lockheed Co., en busca de un tipo de
bombardero de reconocimiento de gran autonomía de vuelo, pero no halló nada que
reuniera las condiciones exigidas. El presidente de la compañía pidió entonces
cuarenta y ocho horas de tiempo para diseñar un modelo. Los ingenieros de la
Lockheed trabajaron ininterrumpidamente, sin una sola pausa, durante esos días,
y al finalizar el plazo concedido exhibieron, triunfalmente, un modelo de avión
que en el futuro adquiriría una inmejorable reputación: era el Lockheed Hudson.
Harris “el bombardero” hizo un primer pedido de 200 unidades.
NEUTRALIDAD
También el gobierno francés había
decidido adquirir aviones en América. El primer pedido fue de 100 cazas Curtiss monoplaza. Algunos meses después, siempre en
el mismo año, Francia envió a Estados Unidos al prestigioso banquero Jean
Monnet, con el encargo de llevar a cabo una investigación industrial en
previsión de adquisiciones en gran escala de aparatos y de motores de aviación.
En el transcurso del último año, antes
de la guerra, y gracias a los grandes pedidos de Inglaterra y Francia, la
industria aeronáutica americana se expandió más allá de cualquier previsión.
Pero cuando estalló la guerra, el
Presidente de los Estados Unidos proclamó inmediatamente la neutralidad de su
país y, como era su obligación, decretó el embargo de los suministros de armas
a cualquiera de las naciones beligerantes. No obstante, el 13 de Septiembre convocó al Congreso, en
reunión extraordinaria, para
reconsiderar la cuestión del embargo.
Respecto a ese embargo, muchos americanos,
incluido el Presidente, creían que debía revocarse, pero de manera que los
únicos beneficiarios de la revocación fuesen Inglaterra y Francia. Los que apoyaban esta tesis
afirmaban que la derrota de esos dos países expondría inmediatamente a
Norteamérica a la amenaza de la victoriosa Alemania, que se serviría del
Atlántico como una magnífica “autopista marítima”. Los que se oponían opinaban
que la amistad o enemistad de los países ribereños del Atlántico oriental no
eran un factor importante para América, porque el océano no era un puente sino
un escudo protector.
Rumbo a lo aviones para atacar.
Rumbo a lo aviones para atacar.
ENCUESTA
Una encuesta Gallup reveló que el
60% de los americanos apoyaba la abolición del embargo. Luego, las votaciones
parlamentarias confirmaron esos sondeos de opinión. El proyecto de ley, según
el cual los beligerantes podían comprar
armas en fábricas no intervenidas por el estado, siempre y cuando pagasen en
dólares y cuidaran de su traslado al otro lado del Atlántico en barcos de su
propiedad, se convirtió en ley el 4 de Noviembre de 1939. Como es de suponer,
dicha ley era para exclusivo aprovechamientos de los Aliados.
A los tres días, una comisión
inglesa de compras se establecía en Estados Unidos. Al mismo tiempo los
franceses abrían una oficina semejante. Y poco después los dos organismos se
unieron en uno, dirigido por Arthur Purvis, un enérgico e inteligente
anglocanadiense. Las adquisiciones alcanzaron entonces un enorme volumen: en
Junio de 1940 había encargado 11 mil aviones, además de grandes cantidades de
munición, explosivos, piezas de artillería y demás material bélico.
Pedidos de esta envergadura
requerían mucho tiempo, tanto para realizarlos como para exportarlos. Por eso al invadir Alemania los Países Bajos,
Gran Bretaña sólo había recibido 104 aviones y Francia 557. Pocos y demasiado
tarde. Pues el Reich ya había desbordado la línea Maginot y el Cuerpo
Expedicionario británico se replegaba para reembarcar en Dunkerque. Fue
entonces cuando Churchill se dirigió al presidente norteamericano pidiéndole el
inmediato envío de material de las reservas y de los excedentes de la
Secretaría de Defensa americana.
ENTIDAD
Según el Derecho Internacional,
un país no beligerante como Estados Unidos no podía vender armas directamente a
una nación beligerante, como era entonces Inglaterra. Pero, a fin de superar la
dificultad, se creó una entidad destinada a negociar la fabulosa transacción:
la United States Steel Export Company. La Casa Blanca dio las órdenes oportunas en
relación con el desarrollo de las operaciones y, en el espacio de 48 horas, ya
se había valorado y registrado el material disponible. El precio que la Secretaría de Defensa que
cobró de la United, por toda la partida, fue de 37.619.556 dólares con 60
centavos.
Cuando Winston Churchill lanzo su memorable desafío
a Hitler, las armas salían ya de los arsenales americanos rumbo a Gran Bretaña.
El precio que el Gobierno de Su Majestad debía pagar era exactamente el mismo
que la United había acordado con la Secretaría de Defensa, incluido los 60
centavos
El 13 de Junio zarpaba rumbo a Inglaterra
el primer mercante, el Eastern Prince. En la lista de embarque figuraba una
relación que incluía 48 cajas de cañones de campaña de 75 mm., 28 millones de
cartuchos del calibre 7.62, 15 mil ametralladoras y un lote simbólico de 12 mil
fusiles, algunos ya usados en la Primera Guerra Mundial. Otros doce mercantes cargados con cañones partieron
hacia Gran Bretaña durante el mismo mes
de junio, seguidos de otros 15 en Julio.
Los estragos de la conflagración.
Los estragos de la conflagración.
FUSILES
Los fusiles se distribuyeron
entre las tropas repatriadas de Dunkerque y entre los millares de reclutas que
afluían al Ejército o a la Homne Guard. Tras sumergirlos en una disolución
caliente, con el fin de eliminar la grasa protectora, los hombres se
entrenaban disparando cinco tiros cada
uno. En aquellos tiempos de trágica
escasez de municiones, el que dispara un tiro sin razón era severamente
castigado.
Un delito de este tipo fue
cometido, una noche, en los bosques de Cromer. Un recluta inexperto, “con cuatro cartuchos en
el cargador y uno en la recamara”, tuvo la mala idea de apretar el gatillo de
su “P-14” mientras estaba probando el seguro. Para disimular su falta, el
recluta afirmó haber visto en el bosque unos hombres que llevaban uniformes
extranjeros. ¿Se trataba quizás de la vanguardia, lanzada en paracaídas, de los
invasores nazis? Las campanas tocaron a rebato y la brigada fue puesta en
estado de alarma. Siete hombres salieron de Cromer, al mando de un veterano, un
soldado desconocido escogido de 20 años mal cumplidos y treparon por la
escollera, llevando consigo 40 cartuchos del 7.70 y un fusil ametrallador “Lewis”, residuo de
la primera Guerra Mundial y que tenía el muelle recuperador roto. Habían recibido
una orden lacónica: ¡”No disparar hasta tener las esvásticas en las narices”.
Esperaron durante 36 horas seguidas. Al final, el recluta aterrorizado por el
tumulto que había organizado, confesó con la verdad. Sin él saberlo, había
puesto en evidencia la absoluta despreocupación de un pueblo que, en la
entreguerra, olvidó deliberadamente el viejo aforismo: “Si quieres la paz, prepárate
para la guerra”.
La fulminante victoria conseguida
por Hitler en Francia puso a Gran Bretaña frente a un nuevo imprevisto en
relación con la evidente y al parecer inmediata amenaza de invasión.
PENDIENTES
Durante los primeros meses de
1940, a pesar de que la comisión de compras anglo francesa desarrollaba una
acción cada vez más coordinada e incluso cuando el hundimiento de Francia era
ya inminente, numerosos pedidos franceses de aviones, maquinas, herramientas,
cañones, municiones, carros de combate y portaaviones, por un total de quinientos millones de dólares, estaban aún
pendientes de entrega. Arthur Purvis pidió permiso a Londres, mediante un
cablegrama cifrado, para hacerse cargo de esta partida francesa, pagando lo que
fuese. La respuesta llegó el 15 de Junio a medianoche: el gobierno británico abandonando
su parsimoniosa política, cuya finalidad era hacer durar las divisas durante
toda la guerra, le daba carta blanca.
Por la tarde del 16 de Junio
llegó a Washington la noticia de que Petain, impotente frente al caos militar,
había optado por la rendición. Los contratos de cesión ya estaban redactados y
entonces los delegados franceses se enfrentaron con una dramática alternativa:
enviar el material de guerra francés a Petain o disponer de él sin consultar al
gobierno que les había dado el mandato. A las 3.30 horas de la madrugada del 17
de Junio, firmaron. Todo el material, salvo una sola excepción, pasó a manos de
Gran Bretaña.
Londres tras el ataque nazi.
Londres tras el ataque nazi.
EXCEPCION
Esta única excepción consistía en
un envío de aviones, embarcados en el portaaviones Bearn, que había zarpado ya
con dirección a Francia el 17 de Junio. En alta mar, el Almirante Darlan le
ordenó cambiar de rumbo y a toda velocidad, se dirigió a la Martinica en las
Indias Occidentales francesas, donde quedó fondeado y fuera de servicio, junto
con todo su cargamento, hasta que el Comité Nacional francés arrebató a Vichy
el mando de la isla.
En Mayo de 1940, Lord Luthian y
el Conde Saint Quentín, embajadores respectivamente de Inglaterra y Francia, se
pusieron en contacto con el presidente americano y con su secretario de estado
Cordell Hull, con el fin de discutir la
adquisición de cierta cantidad de destructores que habían prestado servicios de
escolta durante la Primera Guerra Mundial. La petición implicaba grandes
problemas para Estados Unidos. El presidente tenía autoridad legal para
disponer de los navíos de la Flota según lo que él creyera para los intereses
del país, siempre y cuando los barcos no fuesen esenciales para la defensa del
mismo
Pero esta cesión significaría una
venta directa de Gobierno contraria al Derecho Internacional. Sin embargo y a raíz de estudios hechos por expertos
en la materia, resultó que el antiguo pacto Kellog-Briand, por el que los
firmantes renunciaban a la guerra de
agresión, podía ser interpretado en el sentido de que los Gobiernos gozaban de
la facultad de discriminar en contra de cualquiera de los países que hubiesen
violado los preceptos legales. Esta conclusión dio lugar, facilitándolo, a un
posterior examen.
LECCION
A mediados de Junio, la lección de
Dunkerque tuvo una decidida influencia sobre el planteamiento de la concepción
defensiva mantenida por los americanos. Si Hitler extendía la guerra hasta el
Atlántico, el conflicto se aproximaba a Estados Unidos. Por ello, paralelamente
a las negociaciones para la cesión de los cincuenta destructores, se llevaron a
cabo otras para discutir la cesión, por parte de Inglaterra, de una serie de
bases necesarias para la defensa de las costas orientales americanas. Winston Churchill apoyó la
petición de destructores presentada por Lord Lothian. Pero el embajador
francés, perdido ya su interés dada la situación de Francia, retiró la suya.
En aquel periodo, la mayor parte
de la Flota norteamericana tenía sus bases en el Pacífico, considerado suficientemente
seguro gracias a las nuevas bases aéreas y navales que se iban creando. Sin
embargo, la situación en América del Sur y del Centro era muy distinta: la
penetración económica alemana aumentaba de día
en día. Los agentes alemanes propagaban el rumor de que la guerra
acabaría en Octubre, tras la derrota de Inglaterra y en Uruguay se estaba
desarrollando una amenazadora conspiración filonazi. Si Hitler, como parecía
probable, llegaba a asegurarse el control de la Guayana francesa, de Guadalupe
y la Martinica, tendría todas las posibilidades de cortar las vías de
comunicación con América del Sur o de lanzar un ataque contra el Canal de
Panamá, que sólo podría ser defendido si Estados Unidos consiguiera bases en las islas periféricas
del Caribe, de las Bahamas a Trinidad.
Los aviones jugron un papel decisivo.
Los aviones jugron un papel decisivo.
PRELUDIO
Los americanos de cualquier
opinión coincidían al afirmar la urgente necesidad de aquellas bases. Los
partidarios de la ayuda incondicional a Inglaterra veían en ello el preludio de
una futura y más estrecha colaboración y, como era natural, no ponían
objeciones al asunto de los destructores”. Sin embargo, había un grupo capitaneado
por Vierek, agente nazi, que exigía que Inglaterra cediera las bases a
cambio de la colaboración de unos antiguos préstamos que databan de la Primera
Guerra Mundial. Por supuesto, la finalidad que se proponía alcanzar era
impedir a cualquier precio la entrega de los destructores.
Roosevelt calculaba las pérdidas
sufridas por la Marina británica en Dunkerque: 10 destructores hundidos y otros
75 gravemente dañados, de modo que durante mucho tiempo no podían prestar servicio.
El 3 de Septiembre de 1940 el
acuerdo ya estaba dispuesto para la firma. A cambio de los destructores, Inglaterra
debía confiar a Norteamérica, por un periodo de 99 años, bases en Las Bahamas,
Jamaica, Santa Lucía, Trinidad y Antigua.
Antes de proceder a la firma,
Cordell Hull pidió a Winston Churchill la confirmación del acuerdo según el
cual ,la flota inglesa ni se autohundiría ni se rendiría jamás. Churchill se
reafirmó en las garantíasdadas.
ACCION
ACCION
A la firma siguió inmediatamente
la acción. Unos hombres subieron c n rapidez por la vieja pasarela del
Buchanan. El destructor había permanecido fondeado durante más de 20 años en el
puerto de Boston. El grupo se distribuyó por el barco. Lo descostró, pintó,
inspeccionó, comprobó las maquinas y puso a punto los cañones.
El Buchanan abandonó dicho puerto
antes defines de Septiembre, poniendo rumbo a Halifax. La tripulación estaba
integrada por oficiales americanos. Cambio de nombre y lo llamaron Woodbines.
A fines de 1940, los fondos de
guerra ingleses en Estados Unidos habían descendido de 4 mil 500 millones de
dólares a 2 mil millones, de los cuales
1,500 millones habían sido entregados en concepto de adelanto para el pago del
material aún no suministrado.
Roosevelt estudió la disposición constitucional
de 1892 y por eso mismo visito las bases americanas en el Caribe. Consigo
llevaba una larga carta de Churchill en la que éste exponía sus previsiones
para los doce meses próximos. La suerte de 1941-decia el inglés- se jugará en
el mar.
El Presidente volvió a Washington
16 de Diciembre de 1940. Les dijo a los periodistas lo que él consideraba como
la política más conveniente para Estados Unidos. “Hay que apoyar y defender al Imperio Británico
porque así estamos defendiendo a nuestro país y la democracia”.
MEOLLO
Llegó al meollo del asunto
diciendo: “lo que pretendo hacer es eliminar el signo del dólar. No los
dólares, se entiende sino, desde aquel momento, el único símbolo de interés pasaría
a ser la defensa de Estados Unidos. A la defensa irían a parar las armas
americanas.
El 10 de Enero de 1941, el
proyecto de ley se presentó al Senado. Algunos estaban en contra apoyando al Eje. Pero, finalmente, el 11 de Marzo la iniciativa fue aprobada y se
convirtió en ley. Al día siguiente se invitó al Congreso a asignar una suma de
7 mil millones de dólares para la producción de aviones, carros de combate,
cañones, productos semielaborados, maquinas, herramientas y víveres para
suministrar, en concepto de préstamo y arriendo,
a los países cuya defensa era considera esencial para la seguridad americana.
Tambien otras ayudas no
estadunidenses llegaron a Inglaterra a través del Atlántico septentrional. De
esa manera los canadienses se hicieron presente. Mas de mil oficiales y unos 22
mil soldados listos para defender la
causa inglesa. Enviaron armas para
equipar la milicia territorial. Lo mismo hacían australianos, neozelandeses, sudafricanos, irlandeses,
checoslovacos y polacos.
En una oportunidad 300 hombres pertenecientes
a la aviación polaca, personal de vuelo y 2 mil del servicio de tierra fueron
entrenados exclusivamente para tripular aviones de bombardeo. Un gran número
llegó a Inglaterra.
Los oficiales nazis
Los oficiales nazis
LOS POLACOS
En virtud del pacto anglo-polaco,
estipulado en agosto de 1940, la Aviación polaca estableció su Cuartel General
en Londres. Los pilotos de caza contaban con una experiencia de dos años de
entrenamiento intensivo, por lo menos y una media de 500 horas de vuelo. Muchos
ya habían sostenido combates aéreos. Las hazañas de estos pilotos en la Batalla de Inglaterra fueron famosas.
Entre Inglaterra e Irlanda
existía desde hacía siglos una extraña relación de amor-odio. El segundo país
se declaro neutral cuando su rival le declaró la guerra a Alemania. Incluso se negó, de un modo rotundo, a
permitir la utilización de puertos irlandeses del sur por la Marina británica
ni la de los aeródromos por la RAF. Contratiempo muy grave.
Otro serio problema lo constituía
la presencia de una nutridísima embajada alemana en Dublin, que disponía de una
instalación radioemisora y demostraba un excesivo interés por el movimiento
marítimo.
Churchill se preguntaba si
Irlanda estaba participando de hecho en la guerra, aunque no oficial, al lado
de los alemanes. Sin embargo y a pesar de la oposición del Gobierno irlandés, muchos voluntarios de las
ciudades de ese país atravesaron el Canal San Jorge para tomar parte de la contienda.
MIL BARCOS
Al alba del día 9 de Abril de
1940 cuando Hitler invadió Noruega, unos mil barcos de ese país, con un
desplazamiento bruto de 4 millones de toneladas, se hallaban en alta mar o en
puertos extranjeros. Instrucciones dadas por radio inmediatamente por el
Gobierno de Oslo ordenaban que dichos buques se refugiaran den puertos neutrales
o británicos.,
Otros que se encontraban en
puertos de países sometidos a influencia alemana o italiana, consiguieron
hacerse a la mar antes que llegara la contraorden del improvisado gobierno de
Quisling.
Más de la mitad de este tonelaje
estaba constituido por modernos petroleros que podían alcanzar, por lo menos,
velocidades de 12 nudos y que representaron un precioso refuerzo para la Marina
mercante británica. Con los buques llegaron también las tripulaciones,
compuestas por un total de 25 mil marinos, llenos de coraje y animados de una
indiscutible fidelidad a la casa aliada.
En el desorden que siguió a la
invasión, algunos buques que estaban en puertos noruegos consiguieron ponerse a
salvo, refugiándose en Inglaterra. Dos destructores, un submarino y ocho
balleneros armados atravesaron el mar del Norte en compañía del Fridtjof
Nansen, barco del servicio de protección de la pesca y del navío auxiliar
Heimdal. Dieciséis buques balleneros pusieron rumbos hacia aguas inglesas y
fueron dotados de equipos dragaminas.
Armamento sofisticado.
Armamento sofisticado.
PERIODICO
En 1940 la intervención de la
Marina noruega fue de tanta importancia que
el periódico Mlogtorship en el número publicado en Enero de 1941, reconocía
objetivamente que “la Flota mercante noruega ha valido para Inglaterra más que
un millón de soldados”.
Los voluntarios noruegos
provenían de todo el país y de todas las clases sociales. Apenas el Rey y
el Gobierno noruego en el exilio
llegaron a Gran Bretaña, del núcleo del Cuerpo Expedicionario se estableció en
Escocia, donde se equipo, armó y entrenó
clon del máximo rigor, un destacamento
que luego sería agregado al cuerpo
especial destinado a las incursiones contra las instalaciones alemanas
enclavadas en Noruega. Djurante el otoño de 1940, otro destacamento prestó servicio
en Islandia
Los noruegos demostraron estar especialmente dotados para
las acciones por sorpresa, propias de los comandos, y para todas aquellas que,s
in importar su dificultad y su riesgo, exigiesen el empleo de pequeñas embarcaciones.
Además poco después de la rendición del Ejército noruego al invasor, se abrió
un gran campo de entrenamiento destinado a los pilotos noruegos en las cercanías
de Toronto en Canadá. Los jóvenes voluntarios que iban llegando, tras
larguísimos viajes, se revelaron como alumnos entusiastas. A fines de 1940, los
primeros 700 ocupantes del campo bautizados con el nombre de “Pequeña Noruega”,
retornaron a Inglaterra y, como sus compatriotas que luchaban en el Ejército, formaron
el núcleo de la unidad aérea noruega bajo el mando general de la RAF.( Editado, resumido y condensado de la
Revista “Así fue la Segunda Guerra Mundial”)
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