Notable político, competente militar e historiador minucioso del Perú en la turbulencia del Siglo XIX. Hombre honrado, caballeresco y para Riva
Agüero benemérito. Sin embargo, resultó vilipendiado por muchos a lo largo de
su vida. Lo consideraron inclusive traidor. Cuando, precisamente, era todo lo
contrario: estadista abnegado de los que destacan. Aunque tuvo limitaciones
relacionadas con la falta de amplitud en las ideas y el empuje audaz en la voluntad
para actuar y destacar. Sin embargo, varias veces, Ministro de Hacienda y de Guerra. En muchos
tiempos. Como los de Castilla, de Echenique y en 1879, durante la mismísima Guerra del Pacífico, conflagración que tanto
daño acarreó para el país por los desenfrenos del invasor chileno. En sus
planes, la prudencia comprimía a la
audacia. Supo ser leal con las causas incluso vacilantes. Consecuente con los
caídos. Fiel frente a los vencidos.
Nunca le faltó buen juicio y seriedad de
alma, por encima de las pasiones y los desfallecimientos. Figura de excepción,
figura de admiración completa.
Manuel de Mendiburu Bonet, cuya
existencia transcurrió entre 1805 y 1885, quedó para la historia como la
encarnación del orden y del más puro espíritu conservador, en una sociedad
anarquizada y desquiciada. Lo
consideraron como el ejemplo del honor militar, la fidelidad y la disciplina, no obstante de que
el escenario que le tocó vivir estaba completamente cargado de cínicas
infidencias y traiciones cotidianas.
Manuel de Mendiburu.
Manuel de Mendiburu.
NACIMIENTO
Un perpetuo servidor de la legalidad, los gobiernos constitucionales en
las horas del peligro desenfrenado. Cuando los débiles se ocultan, los astutos
actúan y los picaros se venden al mejor
postor, de acuerdo a la opinión del insigne intelectual y pensador, José de la
Riva Agüero y Osma.
Nació en Lima el 20 de Octubre de 1805. Hijo del abogado Manuel de
Mendiburu Orellana, Asesor del Tribunal
del Consulado, Oidor Honorario de la Audiencia del Cusco y electo para la de
Chile, cargo al que no llegó a tomar posesión
a causa del triunfo libertador. Su madre Gertrudis Bonet Pérez del Junco.
Su abuelo paterno, Juan Miguel de Mendiburu, fue un acomodado comerciante español
de origen vasco que se afincó en
Lima, desde la primera mitad del Siglo XVIII. Mientras que el materno, Joaquín
Bonet Martínez de Abascal, era Contador del Tribunal de Cuentas y Caballero de
la Orden de Carlos III.
El tío del General Mendiburu,
como hermano de su padre, resultó Juan Manuel de Mendiburu Medrano que siguió
la carrera de las armas, combatió en España contra los franceses y vino a ser
el penúltimo gobernador de la provincia de Guayaquil.
PATRIOTA
Una hermana del padre se casó con el militar vizcaíno Francisco Javier
de Mendizábal, Intendente de Huancavelica, Coronel del Ejército del Alto Perú y
después en España Mariscal de Campo, Gran Cruz de San Hermenegildo y Capitán
General de Galicia. El ejemplo de esos
parientes contribuyó a la vocación militar de nuestro personaje que dicho sea
de paso sintió la vocación desde la
infancia, según cuenta en sus memorias.
La familia arruinada por el triunfo
libertador vivía en modesta y
oscura posición económica. Todo índica a pensar que, aún después de proclamada
la Independencia, seguía siendo en
secreto afecta a la causa española.
Pero el joven Manuel que había estudiado en el Real Colegio de San
Fernando, bajo la dirección de Luna Pizarro, se entusiasmó con el partido de la
patria y de San Martin. Por eso es que ingresó al Ejército y abandonó
su empleo de auxiliar de la Contaduría del
Consulado. Lo hizo a fines de
1821, sirviendo como Alférez de Caballería en el Ministerio de Guerra.
Graduado de Teniente en 1822, participó en la primera campaña de
Intermedios y destacó en las acciones de
Torata y Moquegua. Ascendido a Capitán,
volvió en la Segunda Expedición de
Intermedios en el Estado Mayor del General Santa Cruz y se distinguió en la
Batalla de Zepita.
Su obra cumbre.
Su obra cumbre.
ACUSACIONES
Nuevamente de regresó a Lima, el Presidente Torre Tagle le dio el mando
de la primera compañía del escuadrón de su Escolta. Después de la pérdida de
los castillos del Callao en Febrero de 1824, ocupada la capital por las tropas
realistas y sometidas a ellas, el Jefe de Estado y sus huestes se retiraron hacia
Chancay a reunirse con el resto del ejército patriota. De un momento a otro, el
mandatario regresó a Lima y se entregó a
los españoles.
De esto aprovecharon más tarde los detractores de Mendiburu para
acusarlo de haberse pasado a los realistas, aseveración infundada y maliciosa.
Los verdaderos y únicos autores de la defección fueron el primer jefe de la
Escolta, concuñado de Torre Tagle y el que lo seguía como segundo que tenía
conexiones estrechas con los españoles
No siguió el ejemplo de muchos de la Escolta que entraron en las filas
realistas. Se quedó en Lima enfermo y pasó poco después a Arequipa, donde
estuvo al lado del Intendente Lavalle.
Pero en vez de procurar reunirse
con Bolívar, lo que le hubiese permitido asistir a las Batallas de Junín y
Ayacucho, o restituirse cuando menos a Lima después de ellas para poner en
claro su conducta, cometió la falta, que el mismo reconoce en sus Memorias, de
emprender un paseo por Brasil y España.
RETORNO
De vuelta a América, residió algún tiempo en Santiago de Chile donde
contrajo matrimonio. Sólo llegó a Lima en 1827 cuando ya había cesado en el
poder Bolívar y la Constitución Vitalicia. Se presentó a Santa Cruz, quien lo
recibió con afabilidad, aceptó sus descargos y
lo empleó en su secretaría privada.
Solicitó y obtuvo comenzar de nuevo la carrera militar, dando por perdidos
sus grados anteriores, a consecuencia de la defección del cuerpo a que
perteneció en 1824 en la que involuntariamente se vio implicado.
Ascendió con la rapidez propia de aquella época y con la que merecían
su laboriosidad e instrucción. En 1828 lo hayamos de Capitán ayudante del
General en Jefe Agustín Gamarra, en la batalla del Portete de Tarqui.
No tomó parte alguna en el pronunciamiento contra La Mar y hasta estuvo
preso, por varios días, como muy afecto al presidente caído. Principal empleado
en el Estado Mayor Nacional en 1831. Sobre él recayó por más de dos años, el
peso de casi toda la administración militar del país.
Sirvió a Salaverry cuando era
dueño de casi todo el Perú, menos de Arequipa, con el cual tenía una profunda
amistad. Recibió de él públicas y extraordinarias pruebas de estimación y
confianza. Aceptó los cargos de Prefecto de la blanca ciudad y Comandante de la
Quinta División de su ejército.
General Felipe Santiago Salaverry.
General Felipe Santiago Salaverry.
PRETEXTO
La importante participación en
el desarrollo de la campaña dio pretexto a los émulos y envidiosos a inculparlo
en supuesta traiciones que nunca existieron. Quisieron infamarlo con los más deshonrosos
cargos. Incluso de connivencias con Santa Cruz.
Nada de ello, por supuesto existió.
Su conducta resultó inobjetable y la historia lo absolvió por completo. En esta oportunidad, hizo cuanto
pudo para proveer al ejército de víveres y equipos. Lo mismo que para reunir un
considerable cupo y lo logró, aunque tropezó con serias dificultades.
Arequipa estaba agotada por dos años continuos de guerra civil que
había consumido sus recursos. El vecindario era declarado enemigo de Salaverry
y adicto entusiasta de Orbegoso y Santa Cruz. Los ricos que podían suministrar
dinero se habían retirado a Puno y otros estaban ocultos.
La tropa de Salaverry, por su lado, no observaba estricta disciplina y
a riesgo de exacerbar al pueblo vino el reclutamiento por fuerza de los
ciudadanos, el insulto a los extranjeros, la invasión de iglesias y el maltrato
a los que querían entrar en ella.
RENUNCIA
Desesperado por los desmanes de la soldadesca y agobiado por las responsabilidades
de su puesto, renunció a la Prefectura el
24 de Enero de 1836. Salaverry aceptó la renuncia en vista de la invencible repugnancia
de Mendiburu por las violentas medidas
que aquel reputaba indispensables.
Persona esencialmente moderada, no se decidía a consentir y autorizar
extorsiones y vejámenes. Salaverry lejos de separarlo del servicio, como
indudablemente lo habría hecho si encontraba en él negligencia o tibieza, lo
nombró el mismo día de su renuncia, Comandante General de la Quinta División
compuesta por el regimiento de Coraceros.
Mandando dicha división, asistió a los combates del puente de Arequipa,
de Uchumayo y del Alto de la Luna o Socabaya por lo que otra vez recibió duras críticas.
No obstante de que su actuación fue impecable. Jamás hubo traición a Salaverry.
Ni tampoco adulatoria bajeza con el rival,
Santa Cruz.
PRESO
Las deshizo con los testimonios concluyentes de Juan Salaverry, hermano
del dictador, de los Generales La Puerta, Frisancho y Medina y del doctor
Miguel del Carpio, personajes que habían intervenido en los sucesos de 1835 y
1836. La mala fe, felizmente, no dio resultados. Cayó por completo. A la verdad
nunca se le puede ganar. Ni siquiera con las peores de las mentiras.
La prueba de la inocencia con
Salaverry es su conducta bajo el gobierno de Santa Cruz. Conspiró, sin descanso,
contra él. Procuró, por cuantos medios pudo, que Orbegoso disolviese la
Confederación Perú Boliviana.
Rechazó indignado la propuesta
de servir al Protector. Estuvo preso en los calabozos del Callao y fue
desterrado a Guayaquil, de donde pasó a Chile a reunirse con los demás
emigrados y volver con la expedición restauradora de Gamarra y Bulnes. Su
honradez política quedó patente.
Desde mediados de 1838, Gamarra lo nombró Oficial Mayor del Ministerio
de Guerra. Por ausencia del Ministro del ramo, el General Castilla, se encargó varis veces de
la cartera. Acreditado como Plenipotenciario del Perú para celebrar la paz con Bolivia,
ajustó en el Cusco, con el representante
de ésta, Gutiérrez, un ventajosísimo tratado.
Por el adquiría el Perú toda la orilla del Desaguadero, se le reconocía
indemnización por los gastos de la guerra y establecía una aduana en común en
Arica. Bolivia rehusó ratificarlo y las negociaciones continuaron después con otros
plenipotenciarios.
Entre tanto, pasó a Tacna como Prefecto del departamento. Allí tuvo su
actividad de campo para emplearse con notable provecho en medio de una
impecable administración que desarrolló.
Fundó sociedades de beneficencia. Cuidó mucho de la higiene y del
ornato de las poblaciones. Fomentó la
enseñanza elemental, vigiló
celosamente los intereses fiscales y
estudió las necesidades económicas de la zona.
Le preocupó muy en especial el comercio con Bolivia, cuya principal
puerta era entonces Arica y propuso la exención de gravámenes aduaneros. Como
acto de cultura y de comunicación, fundó y redactó el bisemanario “El Mensajero”.
El primer periódico que se publicó en Tacna.
La revolución de 1841 lo perturbó en tan útiles tareas. Lo destituyeron del cargo luego de la
ocupación de la ciudad fronteriza por las tropas de Vivanco. Fue repuesto por un movimiento
popular contra los insurrectos. Cuando vino la tranquilidad, el Presidente
Gamarra visitó Tacna y le expresó su gratitud a por los leales servicios
prestados al régimen legal.
Prefecto de Tacna.
Prefecto de Tacna.
MONTONERO
El militar fue nombrado por Gamarra su secretario general. Lo acompañó
en toda su campaña hasta que murió en la
batalla de Ingavi desarrollada en territorio boliviano. Pudo salvarse fugando
por el lado de Oruro y pasando grandes riesgos por la indisciplina y
desmoralización de los dispersos entregados al saqueo.
A los pocos días regresó al sur, provisto de las facultades necesarias,
pero sin haber conseguido tropas que suplicó con ahínco y le fueron denegadas.
Casi sólo, desamparado se situó en Moquegua con las montoneras que formó,
recuperó el valle de Sama e inquietó a los invasores.
Embarcó parte de sus tropas en Ilo para Iquique y envió otra en partidas sueltas por las
sierras de Tacna para que molestara a los bolivianos. Volvió a Tacna se reencargó
de la Prefectura y, en compañía del General Nieto, continuó organizando, con
exiguos recursos, un cuerpo de ejército que llegó a contar con mil hombres.
ANARQUIA
En estas circunstancias, se desencadenó en suelo peruano una furiosa
anarquía. La Fuente con la división del Cusco proclamó al General Vidal Jefe Provisorio,
pretextando que era Segundo Vicepresidente
del Consejo de Estado, como si no existiera el Presidente de dicho
Consejo, Manuel Menéndez, encargado del mando en virtud de terminante
disposición constitucional.
Algunos días antes del golpe de estado de Torrico, Menéndez lo nombró
Ministro de Hacienda, el 4 de Diciembre de 1842. Dejó la Prefectura y se
dispuso a ir a Lima para tomar posesión de su alto cargo. Muy rápido tuvo
noticias del cambio de gobierno. No bien llegó a la capital, el golpista le ofreció los Ministerios de Guerra y de
Hacienda y él incurrió en la condenable flaqueza de aceptarlos.
Poco duró este ministerio suyo porque la batalla de Aguasanta deshizo
el poder de Torrico. En los seis meses del Gobierno del sucesor Vidal, vivió
apartado de la política y dedicado tranquilamente a la agricultura.
Los momentos de quietud finalizaron
con una orden de destierro en su contra para Chile firmada por Vivanco
quien depuso a Vidal y se declaró Supremo Director de la República. Expatrió
a cuantos imaginaba contrarios al nuevo
sistema.
Escribio muchos libros.
Escribio muchos libros.
MINISTRO
Conspiró contra el orden establecido desde el extranjero con el General Nieto y los coroneles Joaquín
Torrico y Pedro Cisneros. Ellos desembarcaron en Arica y pasaron a Tacna que se
pronunció y los aclamó gracias al prestigio que gozaba en esa ciudad por los
buenos recuerdos de su prefectura. Mientras que Castilla se sublevó en Tarapacá
En esas circunstancias le
correspondió servir al Jefe de Estado Mayor Juan Crisóstomo Torrico que desde Bolivia,
en donde se hallaba refugiado, entró a
operar en el departamento de Puno. Pidió la colaboración del gobierno
del país altiplánico, pero nadie se la dio. Entonces, se dirigió a Chile para
conseguir auxilios que tampoco obtuvo
El Prefecto Elías en Lima se inclinó por el restablecimiento de la
Constitución de Huancayo y llamó a los desterrados. Volvió acompañado por
Manuel Meléndez y éste, cuando reasumió el mando el 7 de Octubre de 1844, lo
nombró Ministro de Hacienda, ramo en el cual disfrutaba fama de experto.
Fue el principal inspirador del corto gobierno de Meléndez que se caracterizó
por elevados propósitos de economía y concordia y principió a ordenar y
moralizar la administración fiscal muy relajada por los dilatados trastornos.
REORGANIZADOR
El primer periodo de Castilla fue benéfico y reconstructivo. Por su
parte, Mendiburu cooperador utilísimo
ocupó el cargo de Ministro de Guerra en 1845. Le tocó reorganizar el
Ejército, reduciéndose el efectivo a 3 mil 500 hombres. Pero lo principal es que se extirparon infinitas
corruptelas y comenzaron las reformas de las ordenanzas y la recomposición de
la Marina
Le tocó, comisionado por Castilla, visitar Arequipa, Puno, Cusco y
Tacna para aplacar conspiraciones fomentadas por San Román. En el sur aquietó
los ánimos y disipó el peligro, separando sin ruido a los oficiales sospechosos.
Cumplido en todo el difícil
encargo, regresó a Lima en donde, por necesidades políticas del momento, cambio
la cartera de Guerra por la de Hacienda que lo obligó a descansar por una seria dolencia. Restablecido a mediados de
1847, entró en el Consejo de Estado, para el cual el Congreso lo había elegido.
El mismo Castilla lo nombró Inspector y Comandante General de Artillería, puesto en el cual le tocó
regenerar esta arma de la que puede llamársele segundo restaurador, porque en
el largo intermedio de Pezuela había decaído hasta venir al abatimiento más
grande y a la completa nulidad.
GENERAL
Uno de los actos del Gobierno
fue presentarlo para el grado de General de Brigada que el Congreso le concedió
casi unánimemente y que obtuvo no como retribución según era ordinario en esa
época, sino como merecido premio por sus servicios a favor del orden legítimo y
de la reorganización del Ejército.
El nuevo Presidente Echenique le confió el Ministerio de Hacienda y en
tal calidad intervino en la consolidación de la deuda interna. Con rigurosa e inconmovible
decisión, se opuso al torrente de pretensiones temerarias en este campo y atajo
o redujo a sus debidos límites los excesos. Hizo cuanto le fue dado por moderar
las imprudentes leyes de consolidación y
su ejecución funesta.
En Septiembre de 1852, partió para Inglaterra como Ministro
Plenipotenciario y comisionado para el nuevo convenio sobre la deuda exterior.
Se encargo la cartera de Hacienda en su ausencia a Nicolás de Piérola
Evitó reclamaciones económicas con un nuevo empréstito de 2.600.000
libras con el cual se convirtió a favorable la deuda activa anglo peruana y se
pagaron los dos millones de pesos fuertes adeudados a Chile. Bajó por completo
los elevados intereses. Trasladó al
mercado de Londres parte de la deuda interna consolidada.
ATAQUES
Las pasiones políticas endurecidas y caldeadas hasta el delirio
acogieron mal la noticia de estas operaciones provechosas y las tergiversaron
por completo. Atacaron el
empréstito y a su negociador de forma
implacable. Siniestras, calumniosas acusaciones. Los más antojadizos
comentarios.
El caudillo de la oposición, Domingo
Elías, instigó esta campaña. Se dijo que el empréstito pudo hacerse en
mejores condiciones. Mendiburu pidió ser sometido a juicio para esclarecer su
conducta. Pero no lo permitió el Gobierno y el Congreso aprobó solemnemente sus
actos. De vuelta de Europa, en los últimos días de 1853, se le volvió a confiar
el Ministerio de Hacienda y la
Comandancia General de Artillería.
Pese al ambiente hostil contra el gobierno,
que derivó en la Revolución Liberal de 1854, se mantuvo leal a Echenique, siendo nombrado Jefe de
Estado Mayor y Secretario General del presidente en campaña.
Por desacuerdos con sus colegas renunció a sus
cargos, pero mantuvo la Comandancia General de Artillería. Tras la derrota de
Echenique en la Batalla de La Palma en 1855, marchó al destierro a Chile. Su casa en Lima fue una de
las saqueadas por los vencedores.
DIPUTADO
Reconciliado
con Castilla, como la mayor parte de los conservadores, resultó elegido
Diputado por la provincia de Quispicanchis.
Fue designado Vicepresidente del Congreso y después que el Presidente Bartolomé
Herrera se retiró, le tocó dirigir los debates de la Constitución de 1860.
Trabajó
y votó en contra de los fueros personales, pero perteneciente a la fracción conservadora
de la asamblea, combatió las otras innovaciones que había introducido la
convención del 56. Su ideal era volver a la Constitución de Huancayo.
Su
exagerado conservadorismo lo hizo rehusar expresamente la candidatura a la Presidencia
de la República con que lo convidaba un grupo de amigos y que, en los primeros
meses de 1861, contó con numerosas adhesiones.
Cuando
en 1862 asumió como Presidente
el Mariscal Miguel de San
Román, éste quiso nombrarlo Jefe del Gabinete Ministerial,
lo que no se concretó al surgir una enconada campaña periodística en su contra.
En cambio, fue nombrado Inspector y Comandante General de Artillería.
Bajo
el gobierno del General Juan Antonio Pezet, ejerció la Jefatura del Estado
Mayor durante la campaña emprendida contra la revolución de Mariano Ignacio
Prado. Triunfante esta revolución en noviembre de 1865, marchó desterrado a
Guayaquil.
Con el uniforme militar
Con el uniforme militar
GRAN OBRA
Regresó
al Perú a fines de 1867. Lo nombraron Director y reorganizador de la Escuela de
Artes y Oficios de 1870 a 1879 y Presidente de la Junta Reformadora de las
Ordenanzas Militares.
Por
esos tiempos estuvo empeñado a la gran obra del Diccionario Histórico Biográfico del Perú en ocho volúmenes. La
parte primera corresponde a la época de la dominación española. Se trataba de un amplio proyecto del pasado
del país, en base de biografías que empezaban con la Conquista y el Virreinato.
Sólo los cuatro primeros tomos fueron
supervisados directamente por el autor (1874, 1876, 1878 y 1880), los restantes
se editaron póstumamente, el último de ellos en 1890. Posteriormente Evaristo
San Cristóval lo reeditó con un apreciable apéndice, en un total de 15
volúmenes, entre 1931 y 1938.
Destinadas
a constituir la segunda parte del mismo diccionario, Mendiburu dejó inéditas unas biografías de generales republicanos. En 1963 fueron
editadas con notas de Félix
Denegri Luna y prólogo de Manuel
Moreyra y Paz Soldán.
Se trata también de una obra importante, por
transmitir datos valiosos de los inicios de la República, en los que el autor
fue actor y testigo privilegiado. Son de destacar su defensa del mariscal Agustín Gamarra y sus
críticas severas hacia Juan
Crisóstomo Torrico y Manuel
Ignacio de Vivanco.
LA GUERRA
Declarada la guerra por Chile contra el Perú, fue nombrado General en Jefe del Ejército de
Reserva. El Vicepresidente La Puerta, encargado del mando por ausencia de
Prado, le encomendó el Ministerio de Guerra y la Presidencia del Consejo de
Ministros. Para muchos, su ancianidad lo hacía inadecuado para cargo de tanta
acción y en tan críticas circunstancias.
No obstante, procuró ponerse a la altura de la época e hizo cuanto
pudo. Lo que principalmente le afanó fue la defensa de Lima en la cual formó y
disciplinó al Ejército llamado del Centro que llegó a contar con más de 14 mil
hombres y del que tanto pudo esperarse si no lo hubieran desorganizado.
Los disentimientos con sus colegas del Gabinete y con La Puerta a cerca
de las resoluciones que exigían el curso de la guerra y la agitación existente,
lo decidieron a renunciar al ministerio en Octubre de 1879, dos meses antes del
pronunciamiento de Piérola.
TESTIGO
Asistió como testigo desesperado y mudo a la catástrofe de Miraflores
que había previsto. Llamado a una junta de guerra al día siguiente de la
derrota de San Juan, opinó por fortalecer,
con artillería y nutridos cuerpos de infantería, los intervalos que presentaban
las obras de defensa en la extensísima y débil línea peruana.
No se siguió su parecer y los
enemigos penetraron, en efecto, por aquellos desmesurados e indefensos espacios
entre los reductos. Los estudios históricos, en que volvió a sumirse, fueron el
lenitivo de sus amarguras patrióticas durante la ocupación chilena. Falleció el
21 de Enero de 1885, de 79 años.
Fue una figura que tuvo un limpio
perfil de guerrero. Encarnación del orden y del más puro espíritu conservador.
Lo admirable sus fortalezas indiscutibles que acabamos de exponer sin soslayar
nada y enfrentando la realidad tan adversa. Méritos indiscutibles, méritos que
hay que aplaudir. (Edgardo de Noriega)
No hay comentarios:
Publicar un comentario