El plan alemán adolecía de un
fallo eminente: no serviría al menos que la “Luftwaffe” consiguiera el predominio aéreo y resultaría innecesario si
lo alcanzara. Pero la aviación alemana no supo anular a la RAF, a pesar de las
ilusiones de Göering. Así, pues, Hitler tuvo que renunciar a la invasión.
Los principios de la estrategia
militar alemana habían permanecido prácticamente inmutables desde 1892 cuando
el General Schlieffen fue nombrado Jefe del Estado Mayor General: Francia tenía
que ser abatida con un solo y rápido golpe y después Alemania podría dirigirse contra el Este. En
1914 falló esta estrategia y Alemania se vio obligada a mantener la guerra en
dos frentes durante tres años.
Pero en 1940, después de las
brillantes victorias de Mayo y Junio, parecía que esta misma estrategia había
dado resultado. Occidente estaba aplastado, a excepción de Inglaterra, e
incluso ésta tuvo que retirar sus tropas de Francia, con la pérdida casi total
de su material bélico. Hitler que estaba dispuesto a ofrecer a Gran Bretaña
unas condiciones de paz bastante generosas, tenía motivos para considerar
terminada la guerra en el Oeste.
Después se consideró la
posibilidad de que Inglaterra no tuviera intención de pedir la paz y Hitler se
preparó para hacer frente a esta eventualidad desde el mes de Mayo de 1939,
elaborando el arriesgado plan de una larga guerra económica, sostenida por la
Luftwaffe y por la Marina, con el fin de cortar las vías de abastecimiento
británicas.
SUGERENCIA
Pero el 21 de mayo de 1940- un
día después del avance de la 2° Panzerdivision hasta las costas del Canal de la
Mancha-, el Almirante Raeder sugirió por primera vez a Hitler la idea de
invadir la isla. Sin duda, el plan tuvo que resultar muy sugestivo para el
Führer: en vez de malgastar meses o quizás años en un lento agotamiento
económico de Inglaterra para inducirla a poner fin a las hostilidades, la
hubiera dominado en unas pocas semanas y podría dedicarse, inmediatamente
después, a enfrentarse con la Unión Soviética, que entonces era aliada nominal
del Reich.
Transcurrieron otras seis semanas
antes de que Hitler ordenara los preparativos preliminares para la invasión.
Pero, en realidad, los tres estados mayores del Ejército, la Luftwaffe y la
Marina habían empezado a examinar esta posibilidad en 1939. Así para
reconstruir el extraño destino de la Operación “León Marino”, conviene
retroceder a esa fecha.
En Noviembre de 1939, la Marina
redactó un informe, no demasiado optimista, relativo a la invasión. Según el parecer del Estado Mayor, antes de
efectuar un desembarco era indispensable destruir todas las defensas costeras
británicas-artillería, baterías antiaéreas y tropas-, poner fuera de combate a
la RAF y alejar a la Royal Navy de la zona de desembarco.
TRAVESIA
Después, podría escogerse una travesía corta
desde los puertos franceses del Canal de la Mancha, expuestos, sin embargo, a
los ataques aéreos ingleses, o bien una travesía más larga desde los puertos
situados fuera del radio de acción de los bombarderos británicos, es decir,
desde los Países Bajos, norte de Alemania o las costas del Báltico.
Finalmente, puesto que las tropas alemanas
serían numerosas y que un desembarco en playa abierta requería mucho tiempo, un
grupo de paracaidistas debería apoderarse previamente de uno de los grandes
puertos ingleses de la costa oriental.
Las dificultades no eran
insuperables. No obstante, los expertos de la Marina objetaban que si se
lograban las condiciones necesarias para la invasión, es decir, la eliminación
de la RAF o de la Marina británica, no se necesitaba ya más para inducir a
Inglaterra a rendirse, ya que una ulterior resistencia no tendría motivo. Así,
pues, la invasión propiamente dicha ¿no hubiera sido superflua?
Pero el plan no afectaba
solamente a la Marina. En Diciembre de 1939 también el Ejército presentó su
propio plan para la invasión, que emprendía un ataque por sorpresa desde el mar
del Norte contra las costas orientales de Gran Bretaña, a cargo de 16 0 17 divisiones,
apoyadas por todas las unidades disponibles de paracaidistas. Este fue el
comienzo de una enconada rivalidad que se desencadenó entre los tres Altos
Mandos.
El poder de los tanques alemanes
El poder de los tanques alemanes
OPOSICION
La Marina se opuso a este plan
objetando que, contrariamente a lo que esperaba el Ejército no estaba
capacitada para cubrir la invasión y, al mismo tiempo, entretener a la Flota
Inglesa en otra zona. Además puso de relieve la necesidad de operar en
condiciones meteorológicas constantemente favorables, ya que en caso contrario
la Luftwaffe no podría intervenir y las fuerzas de desembarco correrían el
riesgo de quedar aisladas, sin posibilidad de ser abastecidas.
También la Luftwaffe tenía
motivos para protestar. Un desembarco en Inglaterra oriental se hubiera
desarrollado en el punto más protegido
por la defensa aérea del enemigo, decía el memorándum presentado a fines
de Diciembre y añadía, además, un concepto que se repitió después mas de una
vez en el verano de 1940: la invasión podía ser “solamente el último acto de
una guerra ya casi ganada contra Gran Bretaña”, pero, en sí misma, no era
suficiente para garantizar la victoria.
El tema no volvió a tratarse
durante los primeros cinco meses de 1940. Y no existen pruebas de que lo
volviera a examinar seriamente algunos de los tres Estados Mayores o el Mando
Supremo, que coordinaba todas las actividades bélicas, hasta el 21 de Mayo de
1940, día de la entrevista entre Hitler y Raeder.
PELIGROS
Durante la conversación, la Marina, por propia
iniciativa, planteó de nuevo el problema de la invasión, y el dilema fundamental se presentó otra vez: la travesía más corta a través del Canal de la
Mancha expondría los puertos franceses de embarque a las incursiones de los
bombarderos de la RAF. Por otro lado, la
travesía por el mar del Norte, más larga, haría correr el mismo peligro a la
escuadra de invasión y aumentaría considerablemente las dificultades respecto
al envío de refuerzos.
La Marina insistía a favor del
paso del Canal, pero exigiendo las mismas condiciones expuestas en el informe
de Noviembre de 1939: la eliminación previa de la RAF y una serie de días con condiciones atmosféricas favorables, durante y
después del desembarco. Partiendo de esta base, los expertos de la Marina se
dedicaron a estudiar por vez primera el proyecto de invasión en todos sus
detalles, y no tardaron mucho en enfrentarse con la primera gran dificultad práctica: de las
averiguaciones pertinentes resultó que casi no había medios materiales para el desembarco.
Incluso las simples gabarras que
debían atravesar el canal, arrastradas por remolcadores, deberían ser
preparadas para la navegación por mar, lo que requería un trabajo de
efectivamente muchos semanas.
Hacia la lucha en el mar.
Hacia la lucha en el mar.
EL INTERES DE HITLER
Es curioso señalar que mientras
la Marina intentaba resolver algunos de los problemas prácticos concernientes a
la invasión, Hitler y el Mando Supremo de las Fuerzas Armadas demostraban
aparentemente escaso interés por el proyecto. El 17 de Junio de 1940, la Marina fue
informada de que “con relación al desembarco en Inglaterra, el Führer hasta la
fecha no se ha pronunciado, ya que se da perfecta cuenta de las dificultades de
semejante empresa”.
Por esta
razón, hasta el momento, el Mando Supremo de las Fuerzas Armadas no realizó
ningún trabajo preparatorio. El 21 de Junio recibió otra comunicación: el
Estado Mayor del Ejército manifestaba “no ocuparse de la cuestión inglesa.
Considera imposible su puesta en práctica. Ignora cómo podría realizarse la
operación por el Sur.
Seguramente Inglaterra cuenta con 20
divisiones, lo cual significa que haría falta cuarenta de las nuestras.
Considerando la fuerte defensa, ¿es posible conseguir la absoluta superioridad
aérea? El Estado Mayor del Ejército se opone a la operación”.
Pero
entonces empezaron las presiones desde otros puntos: los expertos militares no
estaban unánimemente de acuerdo. El General von Bock, Comandante del Grupo de Ejércitos
B, opinaba que debía prepararse seriamente la invasión. Además a mediados de
Junio, Hitler había discutido el problema de una acción contra Inglaterra en la entrevista con Mussolini y con Raeder,
considerando la posibilidad de un ataque por mar y aire.
GOLPE DE GRACIA
Asimismo, a fines de junio, el General Jodl
expresó en un escrito la necesidad de “continuar la guerra contra Gran Bretaña”
y a pesar de reconocer las ventajas de una guerra económica a largo plazo,
manifestaba un mayor interés por las posibilidades estratégicas inmediatas.
En líneas
generales, el plan aseguraba el principio de una acción potente contra la RAF,
apoyada por los ataques a los establecimientos de víveres y por esporádicas
incursiones aéreas sobre centros habitados.
El efecto de estas agresiones aniquilaría la
voluntad de resistencia de la población. Finalmente, aconsejaba una operación
de desembarco que, sin embargo, “no tendría que estar destinada a la conquista
militar de Inglaterra hay que esta tarea debía reservarse a la Luftwaffe y a la
Marina, sino que sería el golpe de gracia para un país ya paralizado
económicamente y puesto, de hecho, ante la imposibilidad de sostener combates
aéreos, aún cuando éstos fueran necesarias. Estos conceptos eran el eco de los
dos memorandos de Diciembre de 1939, en los cuales la invasión se examinaba
bajo el aspecto de fase final de una guerra victoriosa.
Probablemente,
un factor decisivo para el ánimo voluble de Hitler respecto a las posibilidades
de una invasión fue el hecho de que las perspectivas de un acuerdo pacífico con
Inglaterra eran cada vez más remotas.
Los soldados listos para la guerra.
Los soldados listos para la guerra.
DESEO
El deseo del Führer respecto a llegar a esta
solución era sincero: en los días de
Dunkerque, cuando ordenó no perseguir más a las unidades enemigas cercadas,
asombró a sus colaboradores “hablando con gran admiración del Imperio
Británico, de la necesidad de su existencia y de la civilización que Inglaterra
había aportado al mundo…”
Dijo que
todo lo que deseaba de Gran Bretaña era el reconocimiento de la posición de Alemania
en el continente. La restitución de las
colonias alemanas era deseable, pero no esencial. Terminó diciendo que su
intención era firmar con Gran Bretaña una paz fundada en condiciones aceptables
para ella y, por lo tanto, compatibles con su honor.
En Junio y
Julio, Hitler afirmó otra vez, en varias ocasiones, su deseo de llegar a una
paz y la desgana que le inspiraba llevar la guerra hasta la destrucción del
Imperio, lo cual beneficiaría solamente al Japón y América. Pero el gobierno inglés rechazó o
ignoró todos los sondeos intentados por los alemanes o por sus mediadores y a
fines de junio las esperanzas de una paz eran más remotas que nunca.
DIRECTIVA
Este
contratiempo diplomático fue un duro golpe para Hitler y le indujo a considerar
los planes de la invasión con mayor interés que antes. El 22 de Julio, tres
días después de recibir el escrito del General Jodl, Hitler dictó una directiva
preliminar. Decía: “ Un desembarco en Inglaterra es posible, con tal de que
estén aseguradas la superioridad aérea y algunas otras condiciones indispensables.
Todos los preparativos deben iniciarse teniendo presente que la invasión es
sólo un proyecto y que por el momento no se ha tomado ninguna decisión al
respecto”.
Durante las
dos semanas siguientes, Hitler mantuvo una serie de coloquios con sus
consejeros militares, los cuales ni siquiera entonces estaban de acuerdo sobre
las posibilidades de la invasión. El 11 de Julio, el Almirante Raeder expuso
las dificultades de proyecto como, por ejemplo, el dragado y colocación de las
minas y la preparación de la escuadra de desembarco, y creía haber convencido
al Führer de que la invasión debía intentarse tan sólo en caso extremo.
Pero al día
siguiente, el General Jodl envió un memorándum en el que objetaba que las
dificultades podrían superarse si la invasión tomaba “el aspecto del paso de un
río por las fuerzas en un frente muy extenso… En esta operación la función artillera
correspondería a la Luftwaffe. La
primera oleada de tropas de desembarco tenía que ser muy importante y en el estrecho de Dover era
necesario para sustituir los puentes, establecer un pasillo de mar a cubierto
de cualquier ataque naval”.
El 13 de
Julio, Jodl agregó a su memorándum un documento más completo, en el cual los Jefes
del Ejército, que entonces consideraban con mucho más optimismo las
posibilidades de éxito de la invasión, presentaban su plan operativo que era
bastante ambicioso: en tres días habría que desembarcar 113 divisiones- seis
del Grupo de Ejércitos A, entre Ramsgate y Bexhill. Otras cuatro del Grupo AA, entre Brighton y la isla de
Wight, y tres del Grupo B, bastante más al Oeste, en la bahía de Lime.
Tenaz y violento enfrentamiento
Tenaz y violento enfrentamiento
Esta fuerza
de desembarco inicial se completaría con otras 28 divisiones,
incluyendo también unidades acorazadas, motorizadas y aerotransportadas. Se
calculaba que el Ejército alemán podría conquistar Gran Bretaña en el periodo
de un mes.
El resultado
de esta fase de proyectos fue la directiva titulada “Preparativos para una
operación de desembarco en Inglaterra”- La operación que la había denominado
“León” en su memorándum del 12 de Julio,
tendría el nombre convencional de “León
Marino”.
PESIMISMO
En el verano
de 1940, la invasión fue el objetivo número uno del mando supremo y los
preparativos correspondientes tuvieron preferencia sobre cualquier otra
actividad. No obstante, la Marina se mostró, paradójicamente, cada vez más
pesimista a medida que iba examinando los detalles del plan.
Hitler
definió la Operación León Marino como “una empresa excepcionalmente arriesgada”
en la cual la parte más difícil era el continuo envío de refuerzos, de armas y
de municiones. La innata cautela del Führer, en esta ocasión, vencida por el deseo de poner fuera de
combate a Inglaterra cuanto antes.
El 25 de
Julio el consciente Almirante Raeder expuso las
dificultades que el consideraba superables: dando por descontada la
cobertura aérea, habría que pensar en el
dragado de los campos minados por el enemigo y la colocación de las propias
minas. Asimismo preparar los puertos de embarque y proveerse de embarcaciones de acuerdo con las diversas
necesidades.
Raeder
asestó otro golpe más decisivo contra la invasión. En un informe general
expuso, detalladamente, las dificultades de transporte y el perjuicio que la
requisa de barcos, remolcadores y gabarras hubiera ocasionado en la flota
mercante y en la navegación interna.
Prosigue la lucha.
Prosigue la lucha.
PARECERES
Aseguró que
la Operación León Marino debía realizarse en el otoño de 1940 porque los preparativos
se prolongarían hasta mediados de septiembre y el único periodo en que la marea
y la luna serían propicias era el comprendido entre el 19 y 26 de Septiembre. Pidió
que el frente de desembarco se limitara
al estrecho de Dover y, finalmente, propuso aplazar la operación hasta el mes
de Mayo de 1941.
Sin embargo,
Hitler estaba convencido de que la operación tenía que seguir adelante con tal
de que se lograse la superioridad aérea por lo que ordenó que la aviación
alemana debe poner fuera de combate a la inglesa, empleando para ello todos los
medios a su disposición y lo antes posible.
Comenzaron
las serias dudas de que la Operación León Marino” se realizara. La orden de ejecución dependía
de la situación política. No obstante, los preparativos continuaron y el 4 de
Septiembre la sección operativa del estado mayor de la Kriesgmarine comunicó a
Raeder: “El personal y los materiales solicitados han sido reunidos y estarán preparados
cuando termine el tiempo aún disponible, por lo que la operación podrá empezar
en la fecha más próxima fijada. Es decir el 21 de Septiembre. Todo dependía de
la Luftwaffe.
Göering se
había hecho la ilusión de derrotar a los cazas que defendían el sur de
Inglaterra en cuatro días y a la RAF entera en dos semanas, o como máximo cuatro.
La confianza estaba justificada en parte por la enorme superioridad numérica
que la Luftwaffe tenía sobre la RAF.
ATAQUE
La Luftwaffe
desencadenó un potente ataque contra los cazas de la defensa. Pero precisamente cuando parecía que se había
alcanzado una notable ventaja, el ataque se dirigió contra las ciudades.
Esta nueva táctica causó, desde luego, grandes
daños a la población civil, pero en cambio permitió que la fuerza de caza se
recuperara, hasta el punto de infligir graves daños a los alemanes durante la
incursión efectuada el 15 de Septiembre. Por fin, la operación León Marino se
aplazó para 1941.
A juzgar por
las repetidas dilaciones, todas ellas motivadas oficialmente por el mal tiempo
y por los cazas ingleses, que impidieron que la Luftwaffe consiguiera el
predominio del aire, es evidente que la acción de la RAF del 15 de Septiembre
no había sido decisiva en sí misma, y que
el aplazamiento al 17 no equivalía a un abandono definitivo.
Hitler continuaba entonces con el firme
propósito de llevar a cabo el plan, a
pesar de que cada aplazamiento ofrecía a la aviación inglesa nuevas ocasiones
para atacar los medios de transporte. El aplazamiento “hasta nueva orden” del
17 de Septiembre obedeció a la
imposibilidad de fijar futuras fechas precisas y por el fracaso de la
batalla aérea. (Editado, resumido y
condensado de la Revista “Así fue la Segunda Guerra Mundial”).
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