En 1842 se abrió en Desamparados
un pabellón con el título de la Casta Diana e el que se preparaba “helados y
frutos de hielo al estilo oriental”. Allí se ofrecían diversas combinaciones
con frutas de “menor tamaño” y las más grandes como chirimoyas, piñas, sandías
y melones se reservaban para los encargos especiales.
También se hacían quesos,
corvinas y choclos helados. Parece que el primer anuncio desorientó a las gentes
que creyeron que se trataba de la fruta misma helada, siendo en realidad
combinaciones de jugos helados con el sabor y las formas de las frutas.
Esto obliga a los empresarios a
hacer una larga y pintoresca explicación. Allí se advierte que en las tardes de
toros “las señoras serán servidas en sus calesas”. Los precios eran: a dos
reales los huevos, las cebollas, los pimientos, los higos de Levante y las
ciruelas
A cuatro los meloncitos de olor,
los limones, las piñitas o pitajayas del Brasil, las granadillas, guayabas, manzanas,
melocotones, frutillas y cuajes. El queso helado se despachaba “de a dos reales
para arriba” y las corvinas de a cuatro a doce reales.
En la preparación entraba además
de los jugos naturales de las frutas, según las cosas, el ajengibre, la nuez
moscada, “el pepermin” y se neutralizaba la acción estimulante de estos
ingredientes “con la leche de la semilla de melón, con lo que resultan de un
tónico moderado”.
El dueño del pabellón conocía
bien el amor a las golosinas de las limeñas “de ojos tan lindos como los de las
Odaliscas” y paladar tan refinado como el de ellas”. Parece que el tal pabellón
no duró mucho. En el año siguiente en la época en que anuncian otros helados el
café de la “Bola de Oro”, etc., ya ha desaparecido la literatura del que trajo
las frutas heladas al estilo oriental.
Una de las antiguas heladerias
Una de las antiguas heladerias
BISTEK
La vida era tan fácil y barata
que llamó mucho la atención que los bisteques que valían un real no fueran tan
grandes en las fondas de lujo como en las modestas. Unos versos publicados lo
revela elocuentemente.
Los versos terminan así: Un
bisteque por un real/ ¡Señor! Es mucho pedir/Cuando no puede sufrir/ la
tarascada cabal;/que se remedie este mal/me parece de razón./Con esta
reconvención,/que es bastante moderada/y al público va firmada/por el viejo
merengón.
Estos versos atacaban, más o
menos veladamente, a las fondas “Bolas de Oro” y la de Coppola que eran careras
para la época. Los otros le contestaron al autor de los anteriores versos con
otros que así terminan:
El bistek de don Pepito/se ve
como un imperial/no importa que valga un real/si es un bocado exquisito/no es
cual se dice chiquito/satisface demasiado/yo jamás quedo hilvanado/esto es que
como muy bien/y lo felicita quien/hoy por él ha contestado.
COPOLLA
A propósito de Coppola no está de
más de que añadamos que su fonda tuvo una celebridad extraordinaria. Los que
saben de estas cosas afirman que en ella se comía maravillosamente. José
Antonio de Lavalle lo certificó y escribió sobre él a quien califica de “notabilidad
culinaria harto conocida y celebrada de Lima” y de quien se dice que era el
autor de los exquisitos manjares que se ponían en la bien servida mesa del
virrey. Andando el tiempo la fonda de Coppola decayó algo, pero se conservó su gran
fama con el famoso americano de los celebres churrascos.
En los años 1864 y 1865, hubo una
terrible competencia entre Copella y Broggi con motivo de los helados. El
primero había ido a Europa de donde regresó anunciando que traía los últimos
sistemas heladerísticos. Abrió su establecimiento en la calle de Plateros de
San Agustín, otro en Chorrillos en casa de la familia Cucalón y se anunció con
sucursales en París en la Rue Rivoli y como heladero del Emperador del Brasil y
privilegiado del gobierno argentino
Hizo una apuesta de tres mil
pesos contra quien se atreviera a disputarle la supremacía y un Ardelino le
aceptó el guante, pero resultó discípulo, socio o dependiente de Broggi. Se
formó una graciosa polémica con tal motivo y al llegar el verano de 1865,
Copella hizo un formidable ruido al respecto haciendo notar que era el único
capaz de presentar, además de los encargos que se le hicieran, una clase
especial de helado para cada día: los domingos a lo Bolívar, los lunes a lo
Garibaldi, los martes a lo Pellissier, los miércoles a lo Palmerston, los
jueves a lo Rudeski, etc.
Otro restaurante de la época
Otro restaurante de la época
HOTELES
Uno de los primeros hoteles de
Lima que puso el servir de almorzar y comer a cualquier hora fue el de “La Bola
de Oro” que estaba en la calle de Mercaderes. Hasta entonces esta clase de
establecimientos se denominaban por lo general, fondas o posadas.
Había, así, la fonda de Coppola,
en Espaderos también. La de Caballo Blanco, la del Maury. La primera que se
anunció como hotel fue la de Bola de
Oro, desde el 1° de Enero de 1847 que inauguró el servicio propiamente llamado
de restaurante. Una de sus especialidades era la sopa de tortuga.
En la fonda “La Joven Italia” que
estaba en la calle de Las Mantas se despachaba en 1846 todo plato a medio real
y se daba cinco platos por dos reales a toda persona que mandasen de la calle. Buena y fácil vida la de 1846. En
la fonda de San Jeronimo, en la calle de Polvos Azules, cada plato costaba
medio, el café o chocolate con tostadas de la mejor calidad medio también y los
dulces un cuartillo y aún se hacía rebaja la que tomara ocho platos. (Páginas seleccionadas de las "Obras
Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político,
José Gálvez Barrenechea.)
Keiko Fujimori va a seguir los pasos de doña Lourdes Flores Nano. Lourdes, a pesar de haber postulado en todas las elecciones no pudo llegar ni a la alcaldía de Lima. Los anticuerpos que tienen las dos damas son vallas insuperables, a la primera se le endosa el sambenito de hija de un corrupto y a la segunda ser la candidata de los ricos. A las dos, parece, “les ha meado la bruja”, según un dicho muy popular en mi tierra liberteña para graficar la mala suerte, saladera o mala leche, como quiera llamársele.
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