Una de las páginas más
emocionantes de la historia aeronáutica del siglo XX se escribió en 1908. Era
la época en que los argentinos parecían inspirados por la proximidad del
Centenario de la gloriosa Revolución de Mayo. El espíritu patriótico animaba a
una juventud que rivalizaba en el cumplimiento de hazañas que enorgullecían a
ese país. Eduardo Newberry era un
entusiasta de los deportes y si éstos eran peligrosos, más aún. Por eso gustaba
de los viajes en globo que por entonces estaban en boga.
El campo de la Sociedad Sportiva
Argentina, donde también se jugaban los importantes partidos de fútbol de la
época, el escenario obligado para esta
clase de pruebas. Allí se reunían los jóvenes que participaban en esa especie
de conquista del aire que significaban los viajes en globo y de allí salían
para realizar travesías, más o menos cortas, más o menos largas. Lo importante consistía
en desafiar al aire y vencerlo con los elementos con que se contaba en la
época.
Fue el 17 de Octubre de 1908. Ese
día se escribió una página emocionante y luctuosa. En el solar de dicha
sociedad se preparaba el inflado del globo Pampero, en el que iba a efectuar
una de las tantas ascensiones Eduardo Newberry, socio del flamante Aero Club.
Este había invitado a su amigo Tomas Owen, destacado yatchman, para que lo
acompañara en el vuelo.
Demandó varias horas las tareas
de inflar el globo y por fin, cuando estuvo listo, el acompañante no llegaba,
por lo que la partida se demoró. Luego se supo que Owen no
vendría para cumplir con la invitación,
El globo Pampero antes de desaparecer.
El globo Pampero antes de desaparecer.
PALOMAS
Newberry decidió realizar de todos modos el
vuelo, al cual invitó al sargento Eduardo Romero, que procedía de El Palomar,
para ponerse a las órdenes de Newberry,
y había entregado a éste una canasta llena de palomas mensajeras.
Romero no se hizo repetir la
invitación. Como si la hubiera estado esperando, de un salto ya se encontraba
dentro la larguilla, listo para la aventura. Unos minutos más tarde el globo
comenzó la ascensión.
Los aeronautas son despedidos con
jubilosas expresiones de entusiasmo por quienes se encontraban en el campo de
la Sportiva. Los vecinos de Palermo y Belgrado subieron a las azoteas de sus
domicilios para saludar a los viajeros, sin sospechar que esa era la despedida
definitiva.
El globo se fue elevando hasta
que se perdió de vista. Luego la espera, la interminable espera, que con el
correr de las horas, se fue haciendo angustiosa. Y llegó la noche sin que se
volvieran a tener noticias del Pampero.
Sus tripulantes que perdieron la vida.
Sus tripulantes que perdieron la vida.
SIMBOLO
Ninguna de las palomas que
Newberry había llevado regresó con el mensaje esperado. Ni una sola noticia. Ni
esa noche ni en los días sucesivos. Nada. Nunca más se volvió a saber del
Pampero, desde aquella tarde. Toda la población de Buenos Aires y de ese país,
vivió horas angustiosas por la suerte de Newberry y Romero.
Pero los días transcurrieron sin
que llegara la noticia esperada. Solo rumores. Alguien dijo que se le había
avistado frente a las costas del Brasil, por lo que se supuso que había caído
al mar. Algún tiempo después se dijo que cerca de Montevideo se habían hallado
restos del Pampero. Pero, en concreto, nada.
Lo único real, lo trágico es que
el Pampero no volvió y que tampoco regresaron sus tripulantes. Después
comenzaron a tejerse toda clase de relatos novelescos. Hubo muchos que
escribieron sobre la probable suerte del Pampero y se hicieron eco de rumores,
que no tenían fundamento alguno.
Y pasaron los días , sin que el
misterio pueda develarse. Desde entonces el nombre del Pampero y los de sus dos
tripulantes quedaron como símbolo de la lucha del hombre por la conquista del
aire, en la que luego habrían de ir cayendo muchos otros mártires de la
aviación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario