Por su origen el doctor Roque
Sáenz Peña pertenece al patriarcado porteño y después de una inquieta juventud
evocada por el romanticismo de su valiente actuación a favor del Perú en la
Guerra del Pacífico, habíase distinguido en su edad posterior por sus
brillantes dotes de jurisconsulto, internacionalista y diplomático. Su
personalidad intelectual era brillante e indiscutida, pero sus antecedentes
políticos y el carácter de las agrupaciones que sostuvieron su nombre no
permitían abrigar mucho optimismo sobre el futuro cívico de la Argentina., a
pesar de las declaraciones que formuló al aceptar su candidatura.
Expresó claramente sus propósitos
de restauración democrática y el deseo de gobernar de acuerdo con la opinión
pública y afirmó: “Yo no habré tomar
puesto ni bandera en las políticas locales, pero, habré de sostener las
autoridades constituidas y amparar a las oposiciones en su función regular y
saludable, dentro de las facultades que delimita la Constitución”.
Para después declarar
enfáticamente que “no tenía más
compromisos con los hombres, con los partidos que los que en este momento
contraigo con mi país, para inspirarme en sus altos intereses sobre toda
otra consideración de vínculos
personales o de afectos”.
Aún más categóricas fueron
sus afirmaciones al jurar el cargo el 12
de Octubre de 1910: …aspiro a que las
minorías estén representadas y ampliamente garantizadas en la integridad de sus
derechos. Yo me obligo ante vosotros, ante mis conciudadanos y ante los
partidos, a provocar el ejercicio del voto por todos los medios que me acuerda
la Constitución, porque como he dicho, no basta garantizar el sufragio,
necesitamos creer y movilizar al sufragante.
Sáenz Peña: peruanista y Presidente de Argentina
Sáenz Peña: peruanista y Presidente de Argentina
PADRON
Simultáneamente afirmó la
necesidad de levantar un nuevo padrón electoral para llamar a la acción a todos los ciudadanos,
procurando que los partidos fiscalizaran la legalidad de la inscripción. Con la
erudita cooperación de Indalecio Gómez, prontamente estuvo preparado el
proyecto de reforma electoral.
Dicho dispositivo establecía como
principio fundamental el voto secreto y obligatorio y como modalidad, para la
representación de las minorías, el sistema de la lista incompleta, con las
garantías consiguientes a la formación de un puro y auténtico registro cívico
electoral.
Su mensaje al Congreso, lleno de
patriótico optimismo, llevaba esta frase histórica: “Esto que se ha dado en llamar la quimera de un romántico, es una
verdad tan práctica y un precepto de ejecución tan sencilla que cuando la
sintamos realizada, recordaremos como un anacronismo los regímenes que la han
desconocido”.
En el Congreso los debates fueron
ardorosos y la oposición doctrinaria y política temible, a la que hizo frente
la persuasiva dialéctica de Indalecio Gómez, hasta que por fin fueron aprobadas
la Ley Electoral y sus accesorias que la
instrumentaban.
Una estampilla en su recuerdo.
Una estampilla en su recuerdo.
TRIUNFO
Triunfó, pues, la patriótica
visión de Sáenz Peña, pero era esencial que el pueblo votara y que el partido
abstencionista por excelencia concurriera a las urnas. Por fortuna, la Unión
Cívica Radical creyó en Sáenz Peña y a la prueba de fuego de la primera
elección bajo el nuevo régimen, a realizarse el 1° de Abril de 1912 en Santa
Fé, concurrió el partido Radical que resultó vencedor como ocurrió días después
en los comicios de diputados en la Capital Federal y en diversas provincias.
El 9 de Agosto de 1914, falleció
Sáenz Peña, quien en Octubre del año anterior había delegado la presidencia en
el vice, Victorino de la Plaza. Las circunstancias internas y externas eran
graves. Acababa de iniciarse la guerra en Europa y no se sabe cuáles serían sus
repercusiones.
Por último, la ascensión
definitiva al poder ´por parte de la Plaza planteaba una grave incógnita
política, si bien el mandatario en su mensaje de 1914, como Vicepresidente en
ejercicio, había afirmado categóricamente su propósito de velar por el más amplio ejercicio de la libertad
electoral.
Como respuesta al mudo interrogante
de los viejos políticos, ratificó la posición de Sáenz Peña e hizo, en ocasión
del referido mensaje, un llamado al pueblo para que se congregase en grandes partidos orgánicos.
HONORES
En la lucha por el imperio de la
verdad democrática, hay que otorgar un puesto de honor a de la Plaza. En
efecto, si a Sáenz Peña se le debe el nobilísimo impulso traducido pro la
sanción de la ley que lleva su nombre, la elección que la puso a prueba, como
que de la decisión provino el cambio político más fundamental de la historia
institucional, fue presidida con ecuanimidad por de la Plaza, quien supo
resistir enérgicamente la fuerte presión ejercida para desviar su recta línea
de conducta.
Miembro solidario de una fórmula
quiso y supo compartir programa. El 2 de Abril se realizaron los comicios
presidenciales. El radicalismo había proclamado la fórmula Irigoyen-Luna: los
diversos partidos conservadores, tras muchas dificultades, cabildeos
insinuaciones, excusaciones, renuncias y renuncias improvisaron a último momento el binomio Angel D. Rojas-
Juan E. Serú.
El partido Demócrata Progresista
proclamó la fórmula Lisandro de la Torre-Alejandro Carbó. Por último, el
socialismo presentó la suya integrada
por Juan B. Justo y Nicolás Repetto. Los comicios resultaron inobjetables y la
cifra respectiva de electores de
presidente fue: Unión Cívica Radial 152.
Partido Conservador 69, Demócrata Progresista 62 y Socialista 14.
Los heroes peruanos de la Guerra del Pacifico
Los heroes peruanos de la Guerra del Pacifico
TENSION
Los radicales superaban en un
elector al mínimo necesario de 151, pero los 19 electores del radicalismo de Santa Fe
se oponían terminantemente a la elección de Irigoyen, quedando la
duda si presentarían candidato propio o
se abstendrían, con lo cual, la mayoría conservadora del Congreso sería la
llamada a tomar la decisiva resolución en el pleito político.
La tensión fue enorme, pero la
verdad era que el radicalismo, haciendo abstracción de l disidencia local en
contra de Irigoyen, era mayor, pues sus 378,810 votos de la elección de primer
grado superaban, juntos y separados, a los 154,549 conservadores, 140.443
demócratas progresistas y 56,107 socialistas.
Cualquier solución que no diese
el triunfo a la mayoría hubiera sido antidemocrática y daría un golpe mortal a
la renovada conciencia cívica en su primer ensayo a fondo. Pero no se produjeron
las temidas incidencias y los disidentes de Santa Fe, aceptando las sugestiones
de Adolfo E Dávila, se inclinaron ante el veredicto de la mayoría, votando la
fórmula Irigoyen-Luna que obtuvo 152 votos.
Los electores socialistas
cumplieron su mandato, pero en las combinaciones políticas de los otros dos
partidos hubo cambios, pues muchos votos se plegaron a Rojas que obtuvo 104
contra sólo 20 de Lisandro de la Torre.
Con el escrutinio se daba término
constitucional a los comicios libres del 2 de Abril de 1916, que debía abrir
una nueva era en las prácticas institucionales. El pueblo había podido votar.
Irigoyen era presidente.
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