Hace tiempo era costumbre en la
Universidad llenar las paredes de dibujos figurando lápidas mortuorias con
epitafios a los que salían mal en los exámenes, muy especialmente en la época
en que era preciso rendirlos para ingresar a ella, sujetándose a los famosos
cuestionarios que tanto asustaban a los examinadores de aquellos días.
En cierta ocasión, en que salió
mal, no sé de cual examen el hoy abogado doctor
Genaro Delgado, dibujaron su consabida lápida y en ella pusieron: “Aquí yace el bruto Pedro Genaro Delgado, cullos restos descansan en paz. Delgado leyó el epitafio y bajo él escribió estos versos que algo modificados reproduzco: Te crees bellaco en tu orgullo/ que eres genio o algo más, /pero el aquí mora en paz/no escribe con ll, / y aunque soy bruto podría/a ti y a toda tu cuerda/darles pedazos de cerda/lecciones de ortografía…
Genaro Delgado, dibujaron su consabida lápida y en ella pusieron: “Aquí yace el bruto Pedro Genaro Delgado, cullos restos descansan en paz. Delgado leyó el epitafio y bajo él escribió estos versos que algo modificados reproduzco: Te crees bellaco en tu orgullo/ que eres genio o algo más, /pero el aquí mora en paz/no escribe con ll, / y aunque soy bruto podría/a ti y a toda tu cuerda/darles pedazos de cerda/lecciones de ortografía…
La primera poesía que publicó José Gálvez cuando tenía catorce o
quince años, fue una composición a Alfonso Ugarte-malaza por cierto- en “La Voz
Guadalupana”, periódico que él con Paz Soldán, Badham, Monge, que hacía
larguísimas odas patrióticas y otros muchachos de su época, fundaron en el
Colegio de Guadalupe.
En esa misma revista hicieron sus
primeras armas literarias: Lora y Lora, Bernardino León, Muñoz y de
Vivanco, Alberto Jiménez y algunos otros. Recuerdo que Badham le hacía
versos a una Balbina, a la que llamaba a cada rato ondina y que Gálvez en la
poesía citada, confundió mujeriego con afeminado, sin duda obligado por la
fuerza de la consonante.
El poeta José Gálvez<en plena juventud.
El poeta José Gálvez<en plena juventud.
CHOCANO
Al Ing. Rafael Rey Alvarez Calderón, le ocurrió un gracioso percance en
unos exámenes en el Colegio de la Recoleta. Debía rendir la prueba final del
curso de Zoología y Botánica y con la nerviosidad de la espera, se puso a
repasar, inquieto y vehemente, la familia de los simios.
Paseaba y paseaba por los
claustros, esperando su turno, cuando
oyó que le llamaban¨”Rey, Rey, apúrate”. El muchacho atolondrado y
tembloroso, llegó al aula y ocupó el fatídico asiento. Uno de los examinadores,
sin dejar que el examinado se repusiera, le dijo a quemarropa: “A ver un
ejemplo de molusco”. Y Rafael, confundido y asustado, contesto de un tirón: “¿De
molusco? ¡El moño!
En exámenes de Historia de la
Civilización llamaron a José Santos
Chocano-ya de eso hace fecha- y don Manuel Marcos Salazar le dijo>:
“Ocúpate del progreso”. Chocano que reveló sus rebeldías y genialidades desde
estudiante, no era de los más estudiosos ni mucho menos capaz de repetir los
textos de memoria y al contestar lo hizo divagando hasta que como quien se coge
a un madero en un naufragio, con la más declamatoria solemnidad dijo: “El mundo
marcha, como dice Pelletán”… Pero don Manuel Marcos no le dejó proseguir con
esta frase: “El mundo marcha a su ruina con estudiantes badulaques como tú” Y
lo aplazó.
EL GUADALUPE
El Colegio Nacional de
Nuestra Señora de Guadalupe ha
funcionado en varios locales. Se fundó en la calle de la Chacarilla en el
antiguo edificio del Estanco, que antes había pertenecido a los Jesuitas.
Cuando su Rector, José Gálvez, se
levantó en armas contra Echenique, tuvo que trasladarse a la Plaza de San
Marcelo, por la hostilidad de aquel gobierno, y durante la Guerra con Chile,
algunos profesores del plantel dictaron sus clases en el local de la Cámara de
Diputados, en la Plaza de la Inquisición.
Don Sebastián Lorente y Benel solía, después de haber sido Director del
Colegio de Guadalupe, conversar
afablemente con muchos de sus antiguos discípulos, que lo detenían
respetuosamente en la calle a preguntarle por su salud. En cierta ocasión, en
que acaba de sufrir un fuerte ataque de gota uno de sus ex discípulos le
preguntó: “Don Sebastián, ¿Cómo va esa gota?” y el doctor Lorente le contestó:
“Ay hijo esta no es gota, sino chorro…”
Una de las cosas que ha sacado
siempre de su habitual afabilidad al doctor Manzanilla, es que sus alumnos lleguen tarde a clase y le
interrumpan en sus explicaciones. En cierta oportunidad, José Varela Orbegoso, a la sazón estudiante, llegó pasadas las ocho
y cuando el delicioso maestro hacía ya varios minutos que hablaba, Varela entro
sonoramente a la clase.
El doctor Manzanilla interrumpió
su oración y algo amostazado dijo sencillamente: “Señores, la clase se empieza
a las ocho en punto, a lo que replicó Varela: “En mi reloj faltas un minuto
para esa hora. “Pero en el de la Universidad son las ocho y diez, insistió
Manzanilla. “No lo dudo doctor, pero el reloj de la universidad es demasiado
grande para mis bolsillos.
La Lima antigua de aquellos tiempos.
”.
La Lima antigua de aquellos tiempos.
”.
TARDANZAS
He recordado ya que el doctor
Manzanilla lo único que no tolera a sus alumnos es que lleguen tarde a clase y
le interrumpan sus explicaciones. Un día un estudiante provinciano y tímido
llegó tarde y no atreviéndose a entrar se quedó a la puerta escuchando.
Poco después llegó Luis Ernesto Denegrí y con la
prosopopeya que le caracteriza y a grandes sonoros pasos atravesó el salón y
tomó asiento. El ilustre maestro paró en seco su explicación y con el más
cortes de sus ademanes se dirigió al provinciano tímido y le dijo:
“Pase amigo, tome asiento, pase…
¿Por qué no pasó antes? ¿Por temperamento? Y dirigiéndose a Denegri con la más
grave serenidad le dijo: ¿Y usted por qué ha entrado?. Pues por temperamento,
repuso Denegri. Y desde entonces data la buena amistad de ambos, porque al
doctor Manzanilla le cayó en gracia la fina e intencionada respuesta.
Explicando en la clase de Física
don M. Dulanto la impenetrabilidad
de los cuerpos, concluyó su interesante explicación diciendo: “Además si los
cuerpos fueran penetrables no habría entre los hombres cuestiones más o menos
quisquillosas por la vereda, pues se atravesarían unos entre otros y seguirían
tan campantes su camino”.…
GAZAPOS
El hoy doctor Monge tuvo de adolescente grandes
aficiones a la poesía y reveló aptitudes y fino oído. Sus versos malos sin duda
por la edad en que fueron escritos, eran bastante armoniosos. Para un 28 de
Julio escribió una larga oda patriótica en la que refiriéndose a los generales
de la Independencia decía: Sucre, San Martín, La Mar….” Pero el cajista de la
Voz Guadalupana puso con minúscula el nombre del último y los muchachos se
quedaron convencidos de que Monge había querido decir: “la mar de generales”.
El Colegio de la Recoleta y en
clase de Latín el Padre Anselmo
preguntó una vez al alumno Francisco Ramos y García Calderón la
conjugación de fino, fis, factum, fiere
y para facilitarle el trabajo le dijo: fio, fis, etc. y atolondrado Ramos,
atendió sólo a la traducción y muy campante dijo: “¿Ser hecho? Pues ser hecho, serechis,
serechemus, serecheis…”
Don Constantino Salazar siguiendo las costumbres patriarcales de don
Manuel Marcos, solía hablar de tú a todos sus alumnos y una vez en el
Guadalupe, a un muchacho llamado Román, hermano del escritor José Antonio,
fallecido en Barcelona- le preguntó: “Sabes la lección? Y con gran insolencia
se vio respondido así: ¡“No! ¿Y tú?
Cuando el doctor José María de la
Jara y Ureta era estudiante de Letras, en general no fue de los más contraídos,
se estudiaba un poco más que ahora, sin duda y los alumnos tenían mucho temor a
los exámenes.
Manzanares toda una figura de la época.
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Manzanares toda una figura de la época.
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SOCRATES
Tratándose de la prueba de
Historia de la Filosofía Antigua, la Jara no pensó presentarse a la prueba
oral, para lo que no se sentía lo suficientemente preparado y se limitó a
rendir la prueba escrita, para tener derecho a dar exámenes de aplazados en
marzo.
Pero sus compañeros lo animaron,
vacilando de la Jara porque, como dijo, sólo sabía bien Sócrates. Eso sí,
añadió, si me toman Sócrates, no paró hasta hacerle tomar la cicuta. Y entre sí
rendía examen o no rendía, se pasaba los momentos, hasta que lo llamaron, un
grupo lo empujó y La Jara se encontró en medio del salón, sin saber por qué
decidirse.
Pero lo guapearon y subió al
estrado. Examinaban el doctor Villa García, el doctor Deustua y el doctor
Rodríguez. Los estudiantes se apiñaban ante las puertas y ventanas, esperando el
gran triunfo o el ruidoso fracaso.
Se hizo silencio y de pronto don
Pedro Manuel le dijo a de la Jara: Ocúpese usted de Sócrates. La Jara se
acomodó en el asiento y como lo prometió lo hizo: no paro de hablar hasta que
llegó a la cicuta. Dios y ayuda le costó después convencer a sus compañeros,
que no había habido arreglo previo o camarón, como se dice en jerga estudiantil.
SIMPATIAS
El doctor Deustua tenía grandes simpatías por Enriquito Basadre y en exámenes
de Filosofía Subjetiva, no sólo lo trató muy bien, sino que lo dejó escoger
tema. Basadre escogió imaginación y salió aprobado.
Subió después al estrado Ernesto Espejo Palma, que creyó el buen
humor de don Alejandro era general y con la voz velada por la emoción le dijo:
“Doctor yo he preparado muy bien
memoria”. Pero el doctor Deustua le entendió que había preparado de memoria y
con la más aguda y acerba de sus voces le dijo: “Mi amigo ¿de memoria?. Aquí no
se viene a estudiar de memoria, sino a pensar, a filosofar. Y no dejó continuar
al examinado que tuvo que volverse a su
asiento.
En clase de Derecho Romano,
preguntó una vez el doctor Alzamora a
Raymundo Morales de la Torre, no sé qué institución jurídica Y Morales
ayudado por los soplidos de Manuelito Gallagher, llenó más o menos su cometido.
Don Lizardo preguntó entonces al
futuro abogado quien había sido el autor de esta institución y como Gallagher,
le soplara: Ulpiano, sin acordarse de que el tal no había sido sino
jurisconsulto, lo elevó hasta la más alta situación política y con la voz sonora
y firme, contestó: “El Emperador Ulpiano”.
La capital con su belleza incomparable de tantos años.
La capital con su belleza incomparable de tantos años.
BACHILLER
El bachiller Ademar Pagador, Vice Rector del Colegio Nacional de Trujillo y
Profesor de Geografía y Constitución, no perdonó jamás que omitieran, al
dirigirse a él, su titulo de bachiller. Cuentan que allá por el año 1888, un
alumno recién ingresado le llevó una carta excusa de su padre, que simplemente
principiaba así: “Señor Ademar Pagador”. Furioso éste, antepuso a su nombre un
gran Br e hizo que el alumno se le acercara.
-No sabe su señor
padre que debe ponerse a las personas el título que les corresponde? El
alumno lo miró azorado.- No sabe usted lo que significa Br?- La verdad señor,
le respondió el alumno- que no lo sé.
-¡Burro! Le replicó Pagador y
dando media vuelta dejó al estudiante con un palmo de narices. No se sabe si el
muchacho entendió que Br. Significaba burro o sí con la mala intención que caracteriza
a los estudiantes, contó aviesamente la anécdota a sus compañeros, pero el
hecho es que desde aquel día hasta la fecha en que es un venerable anciano y
profesor jubilado a quien el cariño y la simpatía de todos sus antiguos alumnos
le llamaban cariñosamente “El Burro”
Cuando era alumno de San Fernando
el vate romántico Manuel Nicolás Corpancho, el insigne maestro don Cayetano
Heredia le dijo que hiciera el diagnóstico de un enfermo, que recién llegado de
Puno ingresó al hospital
NOSTALGIA
Sabiendo que los indígenas de
aquel departamento difícilmente se acostumbraban a vivir lejos del terruño, el
celebrado autor de “El poeta cruzado” después de examinar al doliente y
dirigirle algunas preguntas, opinó muy gravemente: “Tiene nostalgia”.
El doctor Heredia se acercó al
indio, lo reconoció con prolija minuciosidad y mirando de hito en hito a
Corpancho, exclamó: “Nostalgia, nostalgia. ¡Enfermedad de poetas!. Lo que este
cholo tiene es una disentería que se lo lleva la trampa”
A Lucas León y Porta- un muchacho muy simpático que murió s su edad
temprana- le ocurrió en el Colegio de la Recoleta en exámenes de Historia
Romana un gracioso percance, que revela hasta qué punto es absurda tal clase de
pruebas pedagógicas.
L:e preguntaron la fundación de
Roma y el chico olvido el nombre de Rómulo y Remo. Uno de los examinadores
insistió: ¡Cómo! ¿Ignora usted el nombre de la madre de Rómulo y Remo? León
miró el techo, a sus zapatos y la memoria no le ayudaba.
Entonces, un compañero le
susurró: Rea Silvia. Oyó confusamente León y como no estaba para análisis y en la Edad Antigua siempre
pasaron cosas muy raras dijo como quien por fin acierta: “Un Rey Asirio”.
Impresionante sector limeño.
Impresionante sector limeño.
MATAPERRADAS
Fue Froilán Sánchez Rodríguez hoy grave jurisconsulto, mozo listo y
mataperro de los de empuje, hasta en la misma universidad. Los alumnos de la
Facultad de Letras tenían en su tiempo la costumbre de cerrar cierta ventana,
para poder leer con comodidad la lección y un día que estaba abierta, se subió
Sánchez Rodriguez sobre los hombros de un joven Bérninzon y con un bastón
comenzó a cerrar la ventanilla de marras.
En eso llegó don Manuel Marcos Salazar y al ver el
cuadro graciosísimo dio con el báculo que usaba, en las piernas de don Froilán,
quien creyendo se trataba de un
compañero le grito: “Deja, deja, que de repente llega el viejo”…”
Don Juan Lama sobre el que se formó una leyenda exageradamente injusta,
haciendo en cierta ocasión clase de Derecho Romano, por ausencia del profesor titular, pronunció una larga frase
en latín.
Un estudiante que se la daba de listo se le
acercó, concluida la explicación y rodeado de sus compañeros dijo a don Juan,
que como tomaba apuntes le agradecería que le tradujese el latinajo. Don Juan
lo miró, miró al grupo, comprendió el juego y sonriendo contestó al postulante:
“¡Pedazo de cándido! ¿Crees que si la supiese en Castellano la habría dicho en
latín?
DURAND
En uno de los exámenes de la
Facultad de Letras Manuel Marcos Salazar,
que sin duda estaba de mala guisa, desaprobó a una serie de alumnos con una
sola proposición: “La raza zenda”. Felipe
Sassone a la sazón universitario sin amedrentarse por la mortandad, subió
al estrado y al verlo don Manuel Marcos
que conocía las aficiones taurinas del bohemio, le dijo: “Quédate mejor para Marzo, que la raza senda está peor que la de
Miura”.
Hace ya unos siete lustros se
presentó a matricularse en la Facultad de Jurisprudencia, un mozo de gallardo
aspecto y desenvuelto ademán y entre él y el Secretario, que lo era dfon Juan
Lama, se entabló el diálogo de ritual:
-¿Su nombre?
-Augusto Diurán
-¡Diurán? Es curioso. ¿De dónde
es usted?
-De Huánuco, señor.
Don Juan Lama dejo la pluma, se
quitó las gafas y mirando fijamente al postulante, le dijo:
-¡Curioso, curioso! Yo he
conocido a un señor Gregorio Durand de Huánuco también.
Hombre de revoluciones y anécdotas.
Hombre de revoluciones y anécdotas.
VERSOS
El futuro universitario se cortó
y creyó de su deber explicarse:
-Sabe usted señor, don Gregorio
Durand es mi padre, pero mi abuelo era francés que se llamaba Diurán.
-Bueno, Bueno, dijo don Juan,
pero como usted es hijo de su padre y no de su abuelo le pondremos Durand.
Y continuó el interrogatorio
habitual.
Una vez aparecieron en los
claustros de la Facultad de Letras estos versos: Por haber comido mucho
macarrone,/mucho tallarine, mucho menestrón,/se murió antenoche Felipe
Sassone./Felipe Sassone, de una indigestión.
Y al día siguiente, junto a los transcritos,
aparecieron estos otros: Por haber tomado mucha chicha de jora/muchos
anticuchos, mucho choncholí,/se murió ayer tarde José Lora y Lora,/José Lora y
Lora, alias “El Jelí.
CLASE
Una vez en clase se equivocó el doctor Villareal en cierto problema-
Cuando llegaron los exámenes, le tocó la misma proposición a un alumno Deza que
comprendiendo que iba a salir mal le dijo a sus maestros con todo empaque:
“Recuerde el doctor que él también se equivocó en este mismo problema, a lo que
repuso Villarreal: “Por lo mismo se quedará usted hasta marzo, porque yo deseo
que mis alumnos sepan más que yo.”
Cuando José Lora y Lora que era estudiante de Guadalupe se le ocurrió
hacer un drama fantástico en verso, en el que intervenían las autoridades del
colegio y los alumnos, cada personaje tenía a su cargo tremendas tiradas de
versificación y como no supiera como concluir su obra de sátira al Internado, optó
por hacer que murieran los principales protagonistas de estudiantes a
consecuencia de la mala alimentación del plantel y la broma que llegó a oídos
del Director, casi le cuesta caro.
En clase de Filosofía Moral en
Guadalupe tomaba paso don Pedro Manuel
Rodríguez y notó que un muchacho Madalengoitia soplaba la lección al
examinado, don Pedro Manuel, muy serio le preguntó:
-¿-Es usted consueta?
-No Señor, soy Madalengoitia le
contestó el interpelado.
EXAMENES
En unos exámenes de Escuela
Municipal o Fiscal hace ya algún tiempo y examinando creo que don Filiberto Ramírez, salió a rendir su
prueba una negrita peripuesta y más llena de cintajos que una cucarachita
Martina. Era una banderilla de beneficios.
El examinador la vio y le dictó a la pizarra, para que hiciera el
análisis de la siguiente frase: La mona,
aunque se vista de seda, mona se queda”…
La negrita, muy serena, hizo su
análisis correctamente y entonces don Filiberto o quien fuese le dijo: “Muy
bien señorita, ahora usted mismo construya una frase y analícela. Escuchó la
examinada y sin demora escribió con grandes letras en la pizarra: “Más vale negra educada, que blanco
malcriado…”
En el Colegio de Guadalupe allá
por el noventaitantos la comida tenía entre los internos fama de escasa y mala.
Un día Carlitos Moreno y Paz Soldán,
que usaba entonces una peluca que le llegaba a los hombros y que era capaz de
saltarse a un compañero desde el octavo paso y sin poner las manos, tuvo la
peregrina ocurrencia de comenzar a quitarse el saco en pleno comedor, lo que
fue visto por el Regente quien con serenidad le gritó: “Moreno ¿qué es esto?
Nada señor, contestó con humildad Carlitos, voy a tirarme de cabeza al plato, a
ver si pescó un fideo”.
Balcones por todos lados.
Balcones por todos lados.
PREGUNTA
Un alumno de la Escuela de
Ingenieros preguntó a don Teodoro Elmore,
profesor de construcciones civiles, en qué forma debía proceder para fabricar
buenos adobes, dando a su pregunta toda la gravedad de una consulta técnica y
Elmore le respondió sencillamente: “Amigo mío búsquese un buen adobero”.
En exámenes de Economía Política,
Castorino Torres Wendell, que era un mozo simpático y
guapo, después de contestar varias preguntas al doctor Manzanilla, que le
examinaba, contestó a la pregunta:
-Diga usted en cuatro palabras en
qué consisten las operaciones de un banco
-Un movimiento de ventanillas.
Acusaron una vez a don Bartolomé Herrera de haber maltratado a
un alumno y el Ministro de Instrucción, que era entonces el doctor Gómez Sánchez, fue al Convictorio y con
respetuosa gravedad dijo al ilustre maestro: “¿No me ha dicho usted quien es el
verdadero padre de sus discípulos? Ciertamente respondió Herrera, y porque lo
soy, ejerzo la autoridad paternal en toda su extensión e integridad.
Bartolome Herrera: un maestro paternal.
Bartolome Herrera: un maestro paternal.
INSPECTOR
Un pobre inspector guadalupano el
día de su estreno fue víctima de una ingeniosa jugarreta de parte del hoy gran
alienista doctor Caravedo, antaño
grandísimo mataperro. Dejaron al inspector de marras custodiando a un grupo de castigados que
comenzaron a hacer diabluras.
Como no los conocía comenzó a
preguntarles a ellos mismos sus nombres para que se les recluyese hasta más
tarde y entonces a Caravedo se le ocurrió ponerse el nombre del entonces
Presidente del Consejo de Ministros de Piérola que era don Manuel Pablo Olaechea.
Guiñó el ojo a sus compañeros que
comprendieron el juego y lo siguieron con toda sinceridad y cuando el inspector se fue a comer y el
Regente comenzó a llamar a los que debían pasar a otro salón para dejarlos
hasta las ocho, se encontró con que tenía castigado ¡a todo el ministerio!
Los hermanos José y Emilio Castañón, eran tan semejantes, que en cierta ocasión
uno de ellos rindió exámenes por ambos, con la particularidad de que sacó buena
nota para su hermano y mala para sí mismo. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas"
que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez
Barrenechea.)
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