No hablemos por supuesto de este
momento. Es la hora de luto y de plegaria. Me cuentan que antes de la batalla
los más incrédulos aceptan la bendición de algún soldado clérigo. Y creo sin
dificultad que en veinte pechos bronceados se está enmoheciendo una medalla de
Lourdes. Justo y prudente. Ninguna precaución es inútil
Pero después, cuando en los
Campos Elíseos halla estallado la Marsellesa de la victoria y pase Alberto I un
poco pálido bajo la avalancha casi agresiva de vítores y violetas, ¿se
consentirá en sonreír como anteayer y como siempre?
Algunos sombríos agoreros
predican ya el advenimiento de una Francia puritana, sion el temido ingenio ni
la aborrecida frivolidad. No lo creo. Entusiasta, si. Rencorosa ¡ojalá!, pero
nada más. Uno de los más finos espíritus de América, Gonzalo Zaldumbide, me
observaba con razón que París no soportará largo tiempo la abundancia inminente
de heroísmo escrito.
Alfred Capus celebre periodista frances
Alfred Capus celebre periodista frances
BUEN SENTIDO
Cada literato moviliza ya
metáforas y adjetivos para el vendible “tres cincuenta”: cada enfermera
bas-bleu nos contará sensiblemente su ambulancia. La señora Catulle Mendes
recorre los hospitales aplastando con maternal unción, en su pecho ubérrimo, a
heridos que cierran los ojos para ocultar una llama irónica.
Y el buen sentido francés se
burla de las enfermeras sentimentales. Un periódico narraba a este propósito
una admirable anécdota. Acababan de amputarle las piernas a un soldado joven
que trajera en el pecho las medallasa militares por su bravura. Ante esta
mutilación, no cabían palabras de consuelo, sino el silencio. Pero una dama
romancesca:
-¡Cómo debe consolare de todo el
saberse héroe!
El herido la miró con penosa
sonrisa, murmurando luego, sin amargura:
-Por un año se es héroe. Después
un lisiado que se arrastra en un carretoncillo de madera
Y por fortuna los recientes
periódicos de mayor circulación y ninguna venta El eco de las marmitas o El
Peludo, nos cuenta que fuera de este París en donde tanta heroica elocuencia se
consume, los soldados son soldados de Francia, es decir, que no quieren darle a
la guerra un aspecto moroso y una tiesura de parada
El loustic, el tití, el
infatigable burlón que se llama en Musset Fantasio y Gavroche en Víctor Hugo,
acepta la guerra como una lotería nacional en donde puede tocar la medalla
militar o la “diña” (traducción libre de Guigne). Sólo así matando al tiempo y
al enemigo con buen humor, pueden hacer de la trinchera un purgatorio
aceptable.
Enfermeras francesas se capacitan
Enfermeras francesas se capacitan
RISA
En mi viaje a la línea de fuego
les vi preocupados siempre de la broma del compañero. Y ellos, si, tienen derecho
de reír porque su risa es trágica, como podrán censurar el cacareo de tantos
escritores que no se baten. Por un Charles Peguy que muere con helénica
simplicidad, ¡cuánrtos Bernsein “emboscados” lo más lejos posible de las
trincheras
Políticamente ¿Qué sorpresas
reserva Francia? Fue un crisol de sistemas y ha vivido durante un siglo como en
delirio. De la más escandalosa anarquía pasa amorosamente a la tutela
manirrotas de Bonaparte para volver a saber, en convulsiones, republicana inconstante
y monárquica a medias.
Loca de humanidad, sintiéndose la
nación-modelo, la escuela primaria de la libertad, parece ensayar, sin
encontrarlo, el sistema político perfecto. Su “más libre república”, casi la ha
puesto en agonías. Y una reacción se opera lenta.
Espíritus urgentes quisieran ver
a su rey en el Eliseo. No le veremos. Pero es evidente que como “la República
era hermosa bajo el Imperio”, así el Imperio o la Realeza parecen prestigiosos
bajo esta república desquiciada, desprestigiada y suicida.
He visto a sinceros republicanos
lamentarse de los “enemigos del interior”. Estos fueron el diputado o el
ministro que disputaban gajes de presupuesto mientras se conjuraba en Berlín la
segunda y definitiva debacle. Y esta es la hora en que los sociólogos demasiado
viejos para mudar de ideas, advierten desolados que, sin los puntales
republicanos, se derrumbará más de una ideología.
Ventura Garcia Calderron: autor de esta nota
Ventura Garcia Calderron: autor de esta nota
LA PAZ
Lo más difícil, por esto mismo,
será después de la guerra “la unión sagrada” de que se abusa tanto en los
editoriales. La mantiene el peligro y es admirable tal civismo. Pero esto es
sobre todo el país de la Fronda
La paz vendrá y con ella esas
contiendas que hacen crujir al mundo. Francia tiene los defectos de sus
virtudes incomparables. Su cualidad mejor, su santa inquietud, fue siempre la
de ensayar, la de tantear, la de equivocarse alguna vez para precaver a la
humanidad de una tiranía para avanzarle un progreso.
Y no se cumple esta misión sin
arduas disidencias. Su lírica y su política están hechas de contrastes. En su
literatura tiene prosélitos, lo mismo un clasicismo bruñido que la romántica
abundancia. En cien años sus mejores poetas, con excepción de Hugo, casi
español y de Verlaine o Baudelaire, fueron un griego y un cubano, Moreas y
Heredia.
Lo es hoy una rumana excelsa, la
condesa de Noailes. Es decir, peregrinos por quienes se infiltraba en el genio
francés un alma exótica. Y, sin embargo, el alma francesa conserva el fondo
idéntico. Así no creo que pueda sobrevenir una Francia hugonota, erizada y
grave.
Mayor confianza en sí misma y un
poco más de fijeza en su genio leve, serán sin duda las únicas mudanzas
ocasionadas por esta guerra. Pero las tierras de la Champaña invadida,
producirán de nuevo su licor ágil y Francia continuará derramando sobre el
mundo el mismo ingenio de burbujas doradas. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura
García Calderón”, destacado
intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de
este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde
estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por
aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de
la ciudad luz)
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