Fue Amat gobernante de carácter
ajeno a compadrerías y aún cuando después a su viaje a España se le acusara de
muy negociante e interesado, es un hecho que se le puede calificar entre los
virreyes más celosos de su cargo y entre los más capacitados por los dones de
la inteligencia y de la voluntad.
Mucha hombrada tuvo y mostró
energía y actividad extraordinarias.
Acabo con no pocos privilegios, no vaciló cuando la expulsión de los jesuitas, le metió el resuello, como se dice vulgarmente, al muy ilustre señor Carbajal y Vargas, Duque de San Carlos, a quien quitó la ganga de ser el Correo Mayor de las Indias y procuró poner en orden la Administración Pública.
Acabo con no pocos privilegios, no vaciló cuando la expulsión de los jesuitas, le metió el resuello, como se dice vulgarmente, al muy ilustre señor Carbajal y Vargas, Duque de San Carlos, a quien quitó la ganga de ser el Correo Mayor de las Indias y procuró poner en orden la Administración Pública.
Pocos personajes de la Colonia en
el siglo XVIII se prestan más para el comentario y para la leyenda y es
explicable que nuestro Palma recogiera de los tiempos de este Virrey varias
tradiciones. Hay una, llena de gracia, sobre los robos frecuentes sufridos por
el vecindario de Lima y la manera enérgica con que Amat reprimió a los caídos
en la trampa habilísima por el propio Virrey tendida.
El Virrey Amat: el noble borbónico
El Virrey Amat: el noble borbónico
INCIDENCIAS
En un expediente por mí leído en
el Archivo Nacional, hace algún tiempo, aparecen variadísimas y pintorescas
incidencias sobre la vigilancia de la ciudad y la solicitud de Amat para dar
garantías a Lima, infestada por ladrones los cuales se metían en las casas,
dejando maniatados a los moradores varones y con graves insultos expresión
entonces usada para los desmayos de las mujeres.
En 1,770 Amat dictó una orden a
los Alcaldes del Crimen para rondar la ciudad acompañados de un sargento y
cuatro cabos sin perjuicio de las rondas las cuales deberían hacer también los
llamados alcaldes ordinarios en los barrios cuya demarcación y clasificación
fueron también obra de Amat.
Parece que a los señores Alcaldes
de la Corte, y así también se les llamaba, no les hizo gracia tal medida la
cual les obligaba a caminar de noche, en tiempos de mal alumbrado y peor pavimento,
desvelados y en peligro. Uno de ellos, don Alfonso Carrión y Morcillo, Decano y
hombre de campanillas, reclamó de la ordenanza y se fue de queja hasta el
mismísimo Rey.
Aquella orden obligaba a los
señores Alcaldes de Corte, cuyo cargo correspondería hoy a los señores miembros
del Tribunal Correccional a presentarse en el Palacio por turno riguroso a
recibir órdenes para después pasar a la guardia a tomar el sargento y cabos,
con quienes debían realizar las rondas nocturnas
Lima era en las noches una ciudad
oscura y peligrosa. No había otro alumbrado aparte el impuesto por el propio
Amat a los propietarios para que en las puertas de sus casas mantuvieran
candiles durante la primera noche y el de los faroles de las esquinas
mantenidos a costo y cuidado de los pulperos.
La Perricholi,su amante peruana
La Perricholi,su amante peruana
FLORETEO
Carrión válido de su condición de
Decano y sostenido en el lecho de quien ejercía en Madrid igual decanato no
salía de ronda, se acogió a la prerrogativa. Pero Amat no aceptó razones y con
un informe elevó al Soberano la queja del malhumorado Alcalde la cual tenía
algunas reticencias para el Virrey, como se advierte en ella y en los proveídos
trasuntadores un floreteo de cargos y descargos curiosos
Alude Carrión a la influencia por
ciertos personales subalternos sobre el Virrey. Descárgase éste afirmando con
dureza que él sabe hacer las cosas por sí mismo, Hay un tiquismiquis menudo, en
el cual el quisquilloso Amat dice textualmente: “los decretos que sobre ese
particular se han estampado a más de ser míos y de mi letra los borradores,
como lo ha visto esta parte y ninguno de mi Asesor porque en asunto de buen
gobierno no los necesito ni para influjo.
El Rey dio la razón a Amat,
Carrión y Morcillo se vio desairado y los señores oidores de la Sala del Crimen
obligados a salir de ronda por las noches.
Confirmando así la colorinesca costumbre de las rondas durante mucho tiempo.
Pero por mucho que se rondase, los
ladrones seguían haciendo de las suyas y en 1772 recrudeció la ladronería en
Lima. El Fiscal del Crimen, un señor Rueda, hizo, escandalizado, la denuncia y
en ella aludió a la falta de rondas, porque según parece con pretextos de
enfermedad y otros, los señores alcaldes descuidaron la vigilancia.
Los dos imaginados en una estatua.
Los dos imaginados en una estatua.
EXPLICACIONES
Amat pidió informes al jefe de
sus guardias y a los comandantes y uno de éstos, Simón Calvo, informó diciendo
que el que el 1°.15,18, 28 de enero y 31 de marzo de 1772, sólo había
concurrido por su guardia el Alcalde don Juan Joseph de la Puente Ibáñez y los
otros dos no lo habían hecho. Amat pidió explicaciones a los remisos y así se
formó el pintoresco expediente por esta crónica glosado.
Don Manuel Antonio de Borda era
uno de los alcaldes referidos, dijo que por su salud no había podido dedicarse
mucho a las rondas y en el sentido recargado de la época alude a los insultos
sufridos y los testifica con dictámenes de profesionales de renombre y
valimento de don Cosme Bueno y de don Martín D’Elgart.
Añade tener excesiva labor, alude a su
despacho en la sala del crimen, a sus menesteres como vigilante del ramo de
distribución de pesos y medidas y tratando la cuestión misma de las rondas,
declara con energía no ser posible a los Ministros de la Sala del Crimen “estén
hasta el cuarto de alba, desvelados, con agitaciones y fatigas cruzando la
ciudad de canto a cavo”
En su interesantísimo informe,
Borda agrega un dato valioso de la época. Juzga un poco inútiles las rondas
porque según él los robos no se hacían por las calles, sino por los interiores
y corrales, como acaba de ocurrir con el muy escandaloso sufrido por la señora
doña María de Perales. Los amigos de lo ajeno descolgábanse de la vecindad por
los techos. De allí ese gran temor persistente en los hogares limeños, a los
rugidos sospechosos de lo alto y con eco pávido en la frase alarmante tan
repetida de antaño, de ¡Pasos en el techo…!
IMPUNIDAD
En el informe de Borda se lleva
de encuentro al Fiscal Rueda, a quien zahiere, diciendo de él: en vez de estar
haciendo denuncias contra los alcaldes de Corte, debería ocuparse más en cosas
de su propio ministerio para que no quedasen impunes y sin castigos los
delitos. El dictamen médico acompañado habla de una enfermedad prolija y
peligrosa en sitio corporal cuyo nombre, aunque castizo no quiero estamparlo.
Otro de los Alcaldes, don Juan
José de la Puente Ibáñez, quien obtuvo el título de Marqués de Corpa algún
tiempo después y de seguir un expediente por haber renunciado al título su tía
doña Nicolasa Ibáñez, Marquesa de Torre Blanca, afirmó haber él cumplido con
hacer sus rondas y presento el testimonio del Receptor don Antonio Tamayo.
Advierte dejo de hacer los 8 días por la muerte de su hermano don Lorenzo,
mientras guardaba el duelo “y se evacuaban las funciones funerales”.
El aludido Ibáñez dice con
picardía e ingenuidad-no cabría dilucidar entre ambas- que en las varias veces
estuvieron en palacio no pudieron recibir órdenes directas del Excelentísimo
señor Virrey, por no haberse recogido éste de la “diversión de la comedia donde
se hallaba”. Alude así, alas recogidas aficiones teatrales del galante Virrey
quien se desmerecía por todo lo trascendente a farsas, tramoyas y tablados.
Sabido es ya existía el Teatro en el mismo lugar donde hoy está el Segura.
Otra pintura de lo mismo.
Otra pintura de lo mismo.
GARUA
Puente se refiere también a
enfermedades, habla de la crudeza del invierno y de la humedad del ambiente,
con lo cual vemos que no es de hoy, como algunos creen el tremendo friecito de
agosto y la no menos molesta acuosidad de los meses mediados del año envolvente
de nuestra ciudad con ese manto neblinoso y goteante como para llamar la
atención de los viajeros, aquella garúa o llovizna de la cual hablan Jorge Juan
Casimiro y Ulloa lo cual hizo exclamar a cierto hijo de nuestra tierra, que
Lima era una ciudad hidráulica.
Tanto Puente como Borda afirman
que los cabos y sargentos no sirven casi para nada, no embargante estar muy
bien armados, porque no conocen debidamente la ciudad y preconizan las rondas
se hagan con los ministros de vara y los porteros quienes, por su baja
extracción y calidad, son conocedores de los lugares donde suelen esconderse
los malhechores.
El otro Alcalde y decano el cual
era, como ya se ha dicho, don Alfonso Carrión y Morcillo, el mismo de la
protesta de las órdenes policiales de Amat e ido de la queja hasta la Corte, se
disculpa, a su vez, con las enfermedades asegura padecer.
Le había acometido “una gran
fluxión a las piernas de que en breve le resultó una grave y prolija enfermedad
como fue principio de parálisis. En aquella todas las enfermedades aparecían
como graves y prolijas. Se advierte a Carrión lleno de ocupaciones y
preocupaciones. Estaba de convalecencia en el pueblito de la Magdalena. >Por
lo visto éste fue escogido desde muy antiguo, como lugar sano y de reposo.
LADRONES
Carrión quien, no obstante, la
igualdad del nombre no debe ser el mismo del más o menos 1,770 venido por
encargo del Rey a arreglar la cuestión de los correos y estafetas desde Buenos
Aires hasta Lima, cumplía muchas funciones. Alcalde del Crimen, miembro de la
Junta de Temporalidades, creada después de la expulsión de los jesuitas,
comisionado para la dirección y vigilancia de la limpia y compostura del camino
al Callao
Es curioso. Mientras se decían
lindezas entre el Fiscal y los Alcaldes, Borda, especialmente, y se deslizaban
en la información reticencias e ironías entre el Virrey y los Oidores, los
ladrones hacían de las suyas. Una cuadrilla muy bien organizada desvalijó por
entero la casa de la señora Perales, poniendo espanto en los moradores de la
ciudad, por la audacia y monto de la tremenda hazaña. Parece no había trancas,
cerrojos, ni imágenes milagrosas en los portones y postigos para limpiar de
sustos, fríos sudores, castañeteos de dientes y erizamientos de pelambreras a
los vecinos de la ciudad asustadiza
Y aquí viene lo bueno o, por
mejor decir, la esencia de lo malo. Se descubrió con la intervención del propio
Amat, quien puso toda su energía y halló la causa del misterio de los asaltos a
las casas. El expediente ya citado nos ha permitido confirmar plenamente la
linda tradición de Palma: “Rudamente, pulidamente, mañosamente. El incomparable
ingenio del tradicionalista pura gracia y fantasía extraordinarias en el
relato.
Lima en tiempos del Virreinato
Lima en tiempos del Virreinato
LABOR
El astuto y tesonero Amat ante la
frecuencia de los robos, la ineficacia de las rondas y el malestar de la ciudad
entera se propuso dar con la clave y encargó al Alcalde ordinario de Lima,
Tomás Muñoz y Oyague, una labor especial. En la pesquisa se descubrió a
individuos del Ejército metidos en tan sucia pecorea. Amat entonces se avocó al
conocimiento de la causa, sacándola de la vía ordinaria y procedió con
vertiginosa celeridad. A los 11 días había terminado el proceso.
Resultó ser el Jefe de la
Cuadrilla el subteniente del Regimiento de Córdova Juan Francisco Pulido y
formaban parte de ella el Teniente José Manuel Martínez de Ruda, los soldados
Francisco Vallejo, Jacinto La Calle, Miguel Pérez y Félix Bejarano. Fueron
ahorcados. Las cabezas de los militares
fueron expuestas en el torreón del Castillo del Callao y en una de las portadas
la de los paisanos.
Entre las receptoras de robos de
la gavilla se contaba Leonorcita Michel, mocita por Palma descrita con su
inimitable maestría para pintar mujeres. La raparon, la hicieron pasar tres
veces por la horca, le aplicaron una buena azotaina y la desterraron a Valdivia,
con la pena de no unirse a su marido el cual se encontraba en ese lugar.
Otra fue Catalina Bañón, desterrada
la isla de Juan Fernández y a una tal María Olivitos, menos culpable, sin duda,
que las anteriores la condenaron a vivir por siempre en el hospital para negros
de San Bartolomé.
El juego de la ronda y ladrones
se transformó en el alcanzado por el cronista. De esta época, sin lugar a
dudas, porque en este tiempo se afirmaron tales rondas. Había otras cuadrillas
y Amat estuvo resuelto a terminar con ellas para lo cual se formaron otros
cuerpos.
MINISTROS
El Fiscal terminó por reconocer
era necesario utilizar a los alguaciles y porteros y, por fin, en un Real
Acuerdo al cual concurrieron, presididos por Amat, Gaspar de Urquiza Ibáñez, el
Conde de Sierabella, el doctor Pedro de Echeyers y Zurita, Manuel de Mansilla, amén
del Fiscal Rueda, se crearon las plazas de 8 ministros de vara para, con un
sueldo de 200 pesos al año, acompañaran a los alcaldes de Corte en sus
nocturnas excursiones.
Los alcaldes de cortes estuvieron
mortificados con Amat. Pero las rondas continuaron y la ciudad sabía que, desde
las diez de la noche, los Alcaldes del Crimen, por turno, recorrían la ciudad. Se
vivió así hasta que se creó por Avilés la institución de los serenos, a los
cuales sostenía el vecindario. Se llamaron después encapados, celadores
cachacos, inspectores, huairuros. De allí nació la contribución del serenazgo.
El iniciador fue Vicente Salinas, Alcalde del barrio de Monserrat. Fue el
propio Amat que dividió la ciudad en barrios, cada cual con su alcalde. El
Virrey también estableció el alumbrado público hasta entonces incipiente
Quedo así asentado el servicio de
las rondas. Los alcaldes iban todas las noches a Palacio a recoger los soldados
para que los acompañasen con los llamados ministros de vara y cuando no
encontraban al Virrey se entendían con su famoso Mayordomo, el conocidísimo
Jaime Palmer, catalán como su amo y de toda la confianza de éste quien le dejó
entre múltiples beneficios una bellísima casa en la que se escondían muchos
secretos de la galante aventura con Miquita Villegas.
Otra foto de aquella época.
Otra foto de aquella época.
REGALIAS
Mucho hizo Amat por la ciudad,
por su ornato y su comunidad. Imaginó una Lima versallesca. Atendió con energía
grande todas las solicitaciones de un buen gobierno. Fue celosísimo en materia
de regalías de la Corona. Contribuyó a la convalecencia de la ciudad tan
rudamente azotada por el terremoto de 1746 y dejó para la leyenda el veneno
fragante y pícaro de un amor de aventura.
De regreso a Barcelona, edificó
en una de las Ramblas un Palacio el cual hasta ahora es uno de los de mayor
gracia en la ciudad condal. Su estilo trae evocación de la Lima de la Quinta
del Pradoi y de la finca de Copacabana. Esta fue la verdadera casa de la Perricholi
después de sus amoríos con Amat.
Hasta no hace mucho hay junto a
la suntuosa mansión de Amat un rótulo llamativo en grandes letras que dice: “A
la Virreina del Perú. El transeúnte de aquellas hermosas vías barcelonesas tan peculiares
y rumorosas, no se detiene a pensar en el significado de aquel letrero
comercial sobreviviente a su razón de ser, pero para el peruano que lo ve,
tiene un sentido de admirable evocación, porque es trasunto de la lima
dieciochesca.
Amat, ya muy viejo, hizo elevar
ese suntuoso palacio con mucho del estilo de algunas construcciones limeñas de
la misma época y como un don Juan envejecido, allí terminó sus días arrullado
por el amor de una sobrina a quien fascinó seguramente con cuentos y leyendas
de las Indias remotas. Se nos ocurre pensar si en sus charlas de viejo le
asaltaría cuantas veces, la agridulce añoranza de la Perricholi. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen
como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea).
Excelentes datos, me encanta.
ResponderEliminar