jueves, 2 de diciembre de 2010

MELANCOLIA Y GENIALIDAD

Poeta, escritor,  melancólico al máximo y eterno admirador del amor. Toda una figura de la creatividad que consiguió con su salud  siempre muy precaria  casi al final de su existencia y cuando desafortunadamente su esposa se debatía entre la vida y la muerte, el premio Nobel de su especialidad. Una vida de sufrimiento con desperfectos mentales y neurastenias constantes,  enteramente mezclada de genialidad por lo que escribió impecablemente para beneplácito de la Literatura Universal.
Juan Ramón Jiménez nació en Moguer, Huelva, España, el 23 de diciembre de 1881 a las l2 de la noche y murió lejos de su patria el 29 de mayo de 1958 a los 78 años de edad en San Juan de Puerto Rico, donde enseño en la universidad, protagonizo inigualables y valiosas actividades intelectuales  y sacó a luz infinidad de libros.
Hijo de los comerciantes de vinos, Víctor Jiménez y Purificación Mantecon. Fue un alumno sobresaliente en el colegio y el bachillerato. Quiso ser abogado  y desistió. Probó con la pintura y se trasladó a Sevilla. Pintó bodegones, paisajes y algunos retratos. Pero allí quedó.
Leía mucho y ejerciendo esa especialidad comienza a escribir sus primeros trabajos en prosa y  verso.  Colaboraba con artículos en periódicos de varias zonas españolas. Así destacó y adquirió prestigio que le duró hasta el final de su vida.
La infancia de Juan Ramón transcurrió por viñas, olivares y por la bodegas, huertos y corrales de su tierra natal. Etapa vivida en contacto casi permanente con la naturaleza, escasa de juegos. Llena de soledad y rodeada por el bienestar  y los cuidados que le prodigó su familia.


Juan Ramón Jimenez
PRIMEROS LIBROS
Estudió en el colegio de los Jesuitas de San Luis Gonzaga del puerto de Santa María de Cádiz, donde se educaron la mayoría de los hijos de la burguesía. Le afectó este internamiento por la falta de libertad, la férrea disciplina y verse alejado de sus padres y familiares. Sus emociones sobre esa etapa de su vida, no son muy gratas que digamos.
En 1900 se trasladó a Madrid y publicó sus dos primeros libros de textos “Ninfeas” y “Almas de Violeta”. La muerte de su padre, en este mismo año, le causó una honda depresión. Incluso tuvo que internarse en un sanatorio de Burdeos y en el del Rosario de la capital española.
Superada la enfermedad, viene una etapa floreciente en la inspiración de Jiménez al publicar una serie de libros. Como “Aires Tristes”, “Jardines Lejanos”, “Segunda Antología Poética”. Además, muchos volúmenes en verso: “Pastorales”,  “Olvidanzas”, “Baladas de Primavera”, “Elegías”,  “La Soledad Sonoro, “El Corazón en la  Mano y “La Frente Pensativa”.
Todo esto lo escribió en su pueblo natal al que regresó por los problemas económicos que atravesó su familia. Seis años más tarde se trasladó otra vez a Madrid donde conoció a Zenobia Campubrí  Aymar en 1913. Ellos se casaron en Estados Unidos, luego de viajar por Francia.
Este hecho y el redescubrimiento del mar serán decisivos en su obra. Lo remarcó cuando escribió “Diario de un poeta casado”. Allí inició la creación de una poesía pura con una línea marcada enteramente al lado intelectual. Encabezó movimientos de renovación poética, logrando una gran influencia en la Generación del 27.  Publicó en revistas  su obra en prosa.
AMORES CELEBRES
Antes de casarse con Zenobia, sus amores fueron celebres. Primero se unió a Blanca Hernández Pinzón Flores, próxima a su familia pues su hermana Victoria era novia del hermano de ella. El poeta volvió a enamorarse en Sevilla de Rosalina Brau, una portorriqueña cuya belleza y personalidad lo conmovieron
Inclusive tuvo un romance  epistolar con Georgina Hubner, una  limeña de 20 añós que, dicho sea de paso, nunca existió.  Un grupo de jóvenes inventó a ella admiradora imaginaria para que sostenga con él, un idilio de continente a continente.
Cuando las cartas empezaron a discurrir por un cauce más íntimo, Juan Ramón le pidió que viaje a España. El grupo de bromistas decidió aparentarla muy enferma. El poeta anunció su deseo de ir a Lima y entonces se terminó matando a Georgina de tisis galopante. El escritor inmortalizó este romance en el libro “Laberinto”
Al estallar la Guerra Civil Española, Juan Ramón- consecuente- suscribió con Antonio Machado, Ramón Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y José Ortega y Gasset el manifiesto que apoyó a “la República y el pueblo que con tanto heroísmo combate por las libertades”
Por expresar sus ideas legítimas tuvo que salir de España. Pasó por Estados Unidos, Cuba y llegó a Puerto Rico donde se afincó desde 1951. El poeta volvió a sufrir de depresión y estuvo ocho meses hospitalizado.
EL NOBEL
Ese mismo año se le descubrió el cáncer a su esposa y comenzó una etapa de sufrimientos tanto para ella como para el poeta. Zenobia quería vivir, se sometió a operaciones. Pero la enfermedad la venció.
Le otorgan el Premio Nobel cuando enseñaba como profesor en la Universidad de Puerto Rico. Tres días después murió su esposa. El jamás se recuperó de esta pérdida. No pudo recibir ni siquiera el Nóbel.
Lo hizo en su nombre el Rector del centro superior donde ejercía brillantemente su cátedra, Jaime Benitez. El se había encerrado en  una habitación de su casa para vivir en la oscuridad y en la tristeza.
Se negó a comer, descuidó su higiene personal y se aisló de todo el mundo. Lo rehabilitaron en un hospital psiquiátrico y volvió a enseñar. Pero, desafortunadamente, sufrió una caída y se fracturó la cadera derecha. No volvió a caminar.
Al poco tiempo cayó enfermo de bronconeumonía. No respondió  al tratamiento médico y el 29 de mayo de 1958 se apagó su vida para siempre. Los restos de Juan Ramón y Zenobia fueron trasladados a España y sepultados juntos en la ciudad natal del poeta.


Pintura del escritor
PLATERO Y YO
A Juan Ramón, los poemas de Rubén Darío-el poeta más destacado del modernismo-le conmovieron especialmente en su juventud. También sería importante para él la lectura de los simbolistas franceses, que acentuaron su inclinación hacia la melancolía.
Según los críticos y entendidos, el arte de  Jimenez se hace independiente de cualquier escuela, aunque el simbolismo asumido siguió influyendo en su poesía casi hasta el final. Con el paso de los años su estilo se hace cada vez más depurado, siempre en busca de la belleza absoluta con algo de metafísico y abstracto.
Un libro que le debe gran parte de su fama universal es “Platero y Yo” publicado en 1917. Ahí fabrica fantasía y realismo en las relaciones de un hombre y un asno. Se trata de la publicación española traducida a más lenguas del mundo junto a don Quijote de Miguel de Cervantes.
Alguna vez declaró el autor que el constante movimiento de las olas del mar le transmitió la obsesión por el ritmo y lo llevó a abandonar las estructuras estróficas tradicionales y a cultivar el verso libre. El lenguaje que utilizó, dicen los críticos, fue sobrio y  coherente, huyendo de la vaguedad y aspirando a la precisión absoluta.
Muestra de ello son las composiciones Eternidades (1918),  “Piedra y Cielo (1919), “Poesía (1923) y “Belleza”  donde eliminó todo aquello que no rindiese a la esencia poética, la plenitud espiritual y la estética.

El autor y su famoso libro
Muchos piensan que su poesía se transformó en un dios elegante y deseado con conciencia de la divinidad y con manifestación inefable de lo eterno. Lo cierto es que fue un poeta y escritor que trascendió impecablemente, como pocos.
La existencia del poeta está salpicada de diversos episodios poco difundidos. Como por ejemplo cuando en julio de 1932, tras esculpir el  busto de Zenobia, se suicidó Marga Gil Roésset. La joven artista estaba enamorada de Juan Ramón y precisamente porque lo supo imposible tomó la fatal decisión
Tampoco se ha hablado mucho de las dos oportunidades en que el poeta rotundamente rechazó ser elegido miembro de número de la Academia de la Lengua Española. Se empecinó  y dijo de ninguna manera. Nadie pudo hacerlo cambiar.
Vida doliente, sufriente y brillante  con una constante permanente de afecto a su pueblo natal. Por eso es que sus familiares lo llevaron allí a descansar para siempre  en paz. Retumban, eso si,  uno de sus versos que dice así:
Te llevaré Moguer a todos los países y a todos los tiempos
Serás para mi, pobre pueblo mío, a despecho de los agoreros, inmortal
Aquí estoy, Moguer mío, tu hijo soy, el más fantástico,
¡Ciérrame en tu puerta blanca tu abrazo contra mi abrazo!

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