Existió en este mundo un hombre llamado Donatien Alphonse Francois Marqués de Sade o si se quiere simplemente SADE, uno de los más siniestros y originales personajes de la Historia. Pasó su vida entre cárceles y placeres desenfrenados, escribiendo libros llenos de perversión para, finalmente, terminar en un manicomio.
Sade dio vida a la palabra sadismo. El lenguaje rico y variado de todos los idiomas del mundo no pudo encontrar una expresión más adecuada de la que deriva de su nombre. Precisamente por sus acciones nefastas.
Pero ¿el Marqués de Sade fue durante toda su existencia el eterno amante del vicio cargado de gritos histéricos, lágrimas, cuchilladas y latigazos? Hagamos un poco de historia y trasladémonos a la Francia dieciochesca, donde el absolutismo de los famosos “luises” estaba por terminar para dar paso a las ideas revolucionarias.
En esa época, 1740, nació Sade. Era descendiente de una noble familia de Provensa, cuyo tronco más saltante era la hermosa Laura, inspiración del poeta Petrarca. Es decir, el símbolo del amor puro y bello. Nadie podía presagiar que un descendiente de ella se iba a convertir, con el correr del tiempo, en la antítesis y negación del cariño.
El Marques de Sade
El Marques de Sade
EL TRAUMA AFECTIVO
El pequeño Donatien fue criado por un tío quien tuvo el rango de teniente en el Regimiento Real. Según los que estudiaron su vida, él recibió una educación típicamente religiosa. Aquí la la virtud y el bien tenían los lugares más preciados.
A los 20 años era un jovencito de robusta figura cuyo rostro se encuadraba en perfectos cánones de belleza, aunque con facciones un poco afeminadas. Sin embargo, estaba enamorado de Louise Pélagie Cordier de Launay. Pero fue obligado a casarse con la hermana de ésta, Renie. Se trataba de una linda chiquilla de 18 años morena, piadosa y cultivada. Pero Sade no la quería.
Por esta frustración de amores, el personaje se inclinó hacia el daño: cambió el cariño por los latigazos. La comprensión por los excesos sexuales entre picaduras de coleópteros y sangrías de erotismo negro.
Había, pues, cierto trauma afectivo producto del no casarse con quien quería. Asi el Sade con amor tipo novela rosa se convirtió en el más desenfrenado, erótico y pervertido de los hombres. Pero nadie puede negar que fue una víctima de lo que más aborreció: el amor puro, según su biógrafo Almeiras.
Renie trató con el recato y la fidelidad de mantener la marejada de sensualidad de su marido. Esto tampoco sirvió. Tampoco la formación religiosa de sus años infantiles. Ni la educación en los más exclusivos colegios. Era su esposo, realmente, incontrolable.
SUS PRISIONES
El nombre de Sade se hizo conocido hasta alcanzar celebridad por sus fechorías en elegantes y aristocráticos palacios, en bellas casas campestres, en las más famosas casas parisienses de placer. Pero también en las solitarias y agrestes cárceles que le sirvieron de “eternas compañeras” hasta el final de sus días.
Una de sus primeras agresiones extraviadas, la cometió contra la agraciada viuda de un panadero de nombre Ros Keller en su pequeña casa de Arevill Aumoniere. La enardecida e indignada multitud penetró al inmueble y encontró a Sade sumido en el estupor y la embriaguez, luego de haberle pegado salvajemente a la mujer y obligado a hacer infinidad de extravagancias sexuales.
Fue arrastrado y conducido al castillo de Saumur y luego a la cárcel de Pierre Emiore. De este último lugar fue puesto en libertad, por presión de las influencias, seis semanas después. Por supuesto, no tenía arrepentimiento de ninguna de sus aberraciones
Por eso mismo, Sade decidió organizar otra hazaña peor que tuviera la marca característica de su enfermiza imaginación. Consiguió una sustancia para originar ampollas y heridas. Les da de beber a las pupilas de una casa del pecado y a cada una de ellas las viola salvajemente. A consecuencia de ello, dos cortesanas mueren.
Este hecho es denominado “el escándalo de Marsella” por haber ocurrido en esa ciudad. Sade, tras ser procesado, es condenado a la pena de muerte por los delitos de sodomía y envenenamiento. Pero huye a Italia junto con su cuñada, a quien tuvo tiempo de raptarla.
Sodomia, salvajismo y degeneración
Sodomia, salvajismo y degeneración
LA LITERATURA
Recorrió las principales ciudades italianas en compañía de su amante. Pero al poco tiempo ésta muere y el Marqués se dirige a Francia, donde es nuevamente apresado. Su esposa, inexplicablemente, lo ayuda y escapa.
Pero no será la última vez que cae en prisión. Permaneció 27 largos años de su vida encarcelado en Vincennes y la Bastilla. Miolans y Aix, así como en otros peligrosísimos penales franceses.
En ese desalentador y sórdido ambiente surge otra faceta de su vida: la de la literatura, aunque la esencia es la misma. Es decir, una obra literaria extravagante e impúdica con matices de incestos, torturas espantosas, violaciones y una lujuria desenfrenada.
Pregona, a través de sus libros, que “la fineza más grande del amor consistía en el odio porque es posible gustar los placeres más vivos con una mujer que se odia, no aquella que os ama desinteresadamente”.
MUERTE
Posteriormente se dedica a la política, el terror y la revolución. Estando preso en La Bastilla fue el principal autor para que la cárcel sea tomada por lo revoltosos. En efecto, valiéndose de un gigantesco tubo que servía para verter las aguas sucias, gritó repetidas veces denunciando que degollaban a los presos.
Inmediatamente fue trasladado a otro penal hasta que consiguió la libertad mediante un decreto dado por la Asamblea Constitucional,. En esa época, su esposa se niega a vivir con él y se divorcian.
El Marqués lleva una vida aparentemente regular y vive de su trabajo. Pero en 1801 comienza a sufrir ciertos desperfectos mentales. Por eso, lo confinan en el manicomio de Charenton, bajo la acusación de querer publicar un libro cuyo personaje principal se creía que era Josefina, la esposa de Napoleón, completamente distorsionado.
En el citado lugar Sade muere a los 74 años, tras haberse granjeado la amistad del director del hospital y presentar, teniendo como actores a los locos, pequeñas piezas teatrales. De las cuales, Sade era el autor.
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