Lo que recopiló Jorge Vega Escalante “Veguita”, a lo largo de sus
actividades libreras completamente informales de más de 40 años, es una
exclusiva y muchas veces añeja colección
de más de 10 mil libros, de los cuales aproximadamente unos 1,500 estuvieron
relacionados con Lima, los mismos que puso a disposición de los periodistas y
los intelectuales del medio. Adicionalmente, este personaje, realmente
especial, se convirtió en un asesor de polendas, en materia bibliográfica, de
eruditos y maestros de la talla de Raúl Porras Barrenechea y Pablo Macera.
Veguita tuvo una
original y despampanante existencia que transcurrió entre el mar de la playa de
la Herradura, donde se bañaba todos los días de Dios en quien no creía, tanto
en el verano, otoño, primavera e invierno. Lo hizo así muchísimos años. Ello lo cortó, hace cierto tiempo, desde que comenzó a sufrir de
la columna vertebral y después del cáncer ocular que lo llevó a la tumba.
Creía si enteramente
en las prostitutas, a quienes buscaba constantemente con miras al placer
convocante y total, como expresión pagada de amor. Así se sentía realizado y
nadie podía convencerlo en contrario. Lo que si nunca cortó porque hasta con el ojo parchado por la
operación que le practicaron por la neoplasia, visitó a las féminas. Genio y
figura hasta la sepultura.
Sobre este punto es
celebre su frase que lo pinta de cuerpo entero: “Una vez una amiga me dijo que cómo era
posible que dedicara mi vida a las prostitutas. Yo le dije, un hombre que ama a
la historia solo puede desear a una mujer con un gran pasado".
Tan peculiar y
estrafalario era que incluso, con tiempo
lanzó, y dio a conocer el epitafio de su preferencia que debía aparecer en la
lápida puesta en el lugar que guardaran, para siempre, sus restos: Aquí yace este cuerpo que se lo comerán los
gusanos, porque fue lo que dejaron las polillas”… Aunque también se
inclinaba por otro más filosófico, “He
despertado de una horrible pesadilla que es la vida”.
Igual de
contundente y drástico fue con su falta de religiosidad cuando afirmó en distintas
oportunidades: “Yo no puedo creer en el
Dios de los católicos porque cada vez que he buscado una virgen no la he
encontrado. Como estaremos los peruanos necesitados de fe que cuando vemos a
una de ellas la sacamos en procesión”.
Con sus amigas, las mujeres de vida fácil. Por decir lo menos.
Con sus amigas, las mujeres de vida fácil. Por decir lo menos.
CULTO
Hombre culto
Veguita. Capaz de pronunciar de memoria frases sabias y largas de obras y
hombres de invalorable valor literario como “El Quijote de la Mancha” de Miguel
de Cervantes Saavedra, Luis Góngora y Argote y el propio Francisco de Quevedo.
Una de las frases
de Cervantes, en dicha pieza de gran valor universal, que recordaba al pie de
la letra era: “Dichosa edad y siglos
dichosos aquellos a quienes los antiguos
pusieron nombres de dorados y no porque en ellos el oro, que en nuestra edad de
hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna,
sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de
tuyo y mío”.
Hombre especial
Veguita. Sus clientes eran sobre todo los periodistas de todas las redacciones
de Lima a donde iba con periodicidad no solo para vender sino para conversar.
Casi siempre llegaba con infinidad de libros sobre el brazo. “Por si acaso y téngalo presente, no soy
sobaco ilustrado”, decía entre serio y sonriente. Como marcando
distancias y evitando cosas que
efectivamente le molestaban.
Nació el 18 de
Enero de 1935, hace 78 años, en un callejón de La Victoria. Llegó a ejercer el
periodismo como reportero, por pocos años, en el diario “Ultima Hora” de los
años cincuenta y hasta los 60. Corrector del diario oficial “El Peruano”. Pero,
deliberadamente, no quiso seguir en la brega comunicativa. Si, por completo, en
el negocio de los libros.
NADA SABIA
“Me ayudaba mucho ejercer la primera profesión
porque realmente nada sabía y eso ya
es un merito para ser periodista”, decía cáusticamente subrayando y burlándose
de la ignorancia de los comunicadores.
Hombre de carácter y decisiones drásticas era
Veguita. Cuando de por medio estaba el pago atrasado de los libros que vendía.
Capaz de pegarle una mentada de madre con
todas sus letras y contundencia al moroso exigiéndole la cancelación,
con su voz gruesa de tenor mezclada con
locutor de radio.
Al final de su
vida, el paso de los años se le vino encima por completo. Pero jamás se amilanó.
Seguía en sus actividades. Incluso cuando caminaba por las calles de Lima y a donde iba con el parche negro para tapar el hueco del que le extirparon
el ojo por el cáncer. El cuerpo lo tenía completamente achicado, con cierta
joroba e incluso la nuca un poco doblada. Tremendamente encorvado. Dolía ver a
los amigos así.
Las manos las escondía en los bolsillos o en
otro lugar de su cuerpo, porque temblaban permanentemente, por efectos del Mal
de Parkinson que, para variar, lo afectaba al igual que la otra enfermedad.
Hasta de eso hacia bromas y sorna.
En efecto cuando le
pusieron el parche tuvo el empacho de decir lo siguiente entre un ejercicio total del humor negro: “Voy a tener la ventaja de sólo ver la mitad de
las tonterías que hace la gente”.
DESECHABLE
Con respecto a los
sentimientos más recónditos del corazón y la vida en pareja, también era
completamente drástico. Por eso es que decía con seguridad y sin ninguna duda
de por medio: “Yo no puedo con Cupido. Lo
agitó, lo usó y lo botó. El amor, definitivamente, es desechable”
Hombre que cumplió
sus sueños y proyectos era este Veguita. En efecto, hace algunos años, la viuda
de un conocido abogado lo llamó y, aunque suene increíble, le regaló la
biblioteca del esposo, conformada por unos cinco mil libros. Incluso le dio la
plata para que pague el transporte y la mudanza correspondiente.
Pensó que la mujer
estaba loca pero cuando conversó, un poco más con ella, se dio cuenta de la
razón de su proceder. Era una señora, en cuya vida frustrante, el marido estuvo
dedicado por completo al mundo de la intelectualidad. Ella, por su parte, una ignorante de
tomo y lomo.
Lector empedernido, librero excepcional.
Lector empedernido, librero excepcional.
Los libros no tenían ninguna importancia para
la dama. Muy por el contrario, le habían quitado tiempo en ordenarlos y limpiarlos, espacio
completo en su casa e incluso plata, que podría haber sido para ella, cuando el
cónyuge ilustrado compraba los volumenes. Lo ocurrido fue la venganza perfecta en
contra del marido que la dejó de lado por sus aficiones y la gran oportunidad para Veguita.
EUROPA
Con el dinero que
consiguió por la venta de estos libros, unos 20 mil dólares de la época,
decidió lo que para él era un sueño y no lo había podido hacer hasta ese
momento: el añorado viaje a Europa.
La plata le alcanzó
para vivir cuatro dichosos meses de buenos vinos y mejores museos en las
principales ciudades de España, Francia, Italia, su idolatrado Mar Mediterráneo.
En su viaje conoció mucho y estuvo con infinidad de mujeres.
Hasta declinó la
propuesta matrimonial de una inglesa enamorada. Paseó su estilo libre por
Europa hasta que decidió retornar al Perú. Aquí trabajaba dos horas y se
divertía las 24, según recordaba. Era mejor estar en lares limeños.
Hombre de
originalidades por sus cuatro costados era este Veguita. Al volver a suelo
peruano siguió vendiendo libros. Para él sus clientes eran, más bien, cómplices
intelectuales. “Que grosero es dejarle a
cualquiera y en sus manos un libro. Pero que poético es dárselo a un amigo,
porque sabes que va a cuidarlo”. Estas últimas frases de su autoría y de
sus sentimientos plenos.
En sus años de
juventud fue un hombre atlético, nadador y deportista que vestía normalmente sin
preocuparle mucho los atuendos de moda. Pero si
comía bien y jamás pensó ni en
casarse, ni en emparejarse a través de la convivencia. No eran de su agrado
ninguna de tales situaciones.
LIBERRIMO
Celebres son sus pensamientos:
“Acá la gente busca totalmente la pareja
porque dice mañana me enfermo y quien me cuida. No se casan con una mujer, sino
con una enfermera. La belleza del amor termina con un acto jurídico vil todo
por el cual lo que antes era poesía se
convierte en interés, gasto y negocio. Soy feliz a mi manera y muchos envidian
mi libertad plena”
Envuelto en el humor
de la nostalgia, Vega le dio a conocer a sus amigos últimamente: “Las mujeres malas fueron mías. En el
fondo, las buenas féminas no me interesan. Ellas tienen un criterio de lo moral
que no coinciden con la realidad”.
En cuanto a
Literatura, le fascinaba Wilde como uno de los grandes. Pero el primero, para
él, el Marques de la Rochefoucauld. Recordaba que Voltaire sostenía que, si
alguien había ayudado a tomar el espíritu francés, ese había sido este noble,
con sus frases geniales como esta: “No
hay mujer honrada que en el fondo no envidie a la que no lo es”.
O aquella que dice, sin dudas ni murmuraciones,
así: “La vejez es una villana que, bajo
pena de muerte, nos impide los excesos de la juventud. Le gustaba a Veguita
la capacidad reflexiva, irónica y la perversidad
verbal del escritor.
Le interesaba,
asimismo, Bernard Shaw. Recordaba que una vez una artista le dijo al autor: “Me encantaría tener un hijo para que salga
como usted. A lo que Shaw respondió: ¿Y si sale al revés?
Con el parche por el cáncer ocular
(Foto Caretas)
Con el parche por el cáncer ocular
(Foto Caretas)
GUSTOS LITERARIOS
Para el librero, Churchill era increíble. Contaba
aquella anécdota ocurrida en el
parlamento inglés cuando una mujer se pone de pie y le dice: “Si usted fuera mi marido yo le pondría
veneno en el desayuno. El político inglés le contestó: señora, si usted fuese
mi esposa, yo no dudaría en tomármelo”.
En el ámbito del
Perú, Vega era amante de Valdelomar, aunque lamentaba su muerte prematura y consideraba a Julio Ramón Ribeyro como el más
grande fraseologo, aunque no compartía sus condiciones de cuentista y novelista,
considerándolo malo.
Sostenía con sorna
que era un cuento que Ribeyro escribera cuentos. Por otro lado, aseguraba que
los lectores compraban los libros de Vargas Llosa, más por fama y costumbre,
que por la necesidad de leerlo. Sin embargo, recordaba que era un magnifico
ensayista.
Hombre de
cualidades y de resultados era este Veguita. Hizo interesantes hallazgos como
la primera edición de El Viaje Alrededor del Mundo en el navío S.M. Beagle y la
crónica de viajes de Darwin, en tres tomos de pasta roja. Las compró en
Surquillo a tres soles y, pocas horas después, recibió por ellos mil libras
esterlinas de un funcionario de la Embajada de
Gran Bretaña, a quien vendió los volúmenes.
TRILCE
Consiguió la primera edición de la obra
invalorable Trilce, poemario de renombre que marcó época en la poesía peruana
por sus contribuciones e innovaciones al lenguaje poético, cuyo autor es el famoso vate liberteño César
Vallejo, con una dedicatoria en la portada al prologuista Antenor Orrego
Hombre de creación,
de frases celebres y de retrato total era este Veguita. También le interesaba la política Como
cuando dijo entre risas y mirada fija a
sus interlocutores: “A decir de sus artículos sobre el Perro del Hortelano,
Alan García es el primer caballo que ladra. Lo considero como un edema de la
vanidad. Tiene un ego que perjudica al país. Es un Haya de la Torre sin
inteligencia. Una clonación imperfecta de Víctor Raúl”.
Mientras que al
Presidente de la República, Ollanta Humala Tasso, le clavó esta definición: “Cada vez que lo veo lo noto
demasiado tosco por su formación militar tan definida y chocante en algunas
cosas. Le regalaría un libro sobre urbanidad.” Cabe precisar que en lo que se
refiere a la política, Vega fue militante de las Juventudes Comunistas.
Hijo de un empleado
del Ministerio de Economía y de una ama de casa de buen gusto, pero sin afición
por la lectura. Recordaba con nitidez lo que leyó por primera vez. El esperaba
al “Llanero Solitario”. Pero la tía le trajo como regalo un ejemplar de “Corazón”,
cuyo autor es Edmundo de Amicis. A partir de ese momento comenzó la relación
directa con los libros de los cuales nunca más se alejo.
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Vega y sus libros: compañeros de toda una vida
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Vega y sus libros: compañeros de toda una vida
LA MUERTE: MUJER BELLISIMA
La temporada de
reportero en “Ultima Hora” fue una excepción en su vida. Dejó el periodismo
para dedicarse por entero a la de librero andante. Como el caballero andante de
Don Quijote, a quien tanto admiró.
Luego vinieron los años de bohemia, las
mujeres malas, los riesgos y las parrandas sin fin. Sobre esta etapa de su existencia
contó: pasé los mejores carnavales de mi vida en el burdel “El Trocadero”del Callao. Me metía a los barracones sólo y varias veces me salvé de
la muerte”. También visitaba, cotidianamente, otro prostíbulo de los 50 y 60, “La
Nene”, ubicado por la Avenida Colonial. Hoy en día conocido con el nombre de
“Las Cucardas”
Nunca sufrió de
soledades y se vanagloriaba en decir que
tenía a sus hermanos todos solteros que lo cuidaban. Mientras que cada día se
apagaba más. El final estaba a la vuelta de la esquina. Hasta que llegó el
momento del cual nunca más salió para
pesar de todos los que lo conocieron.
El mar era su pasion y se bañaba en verano e invierno
El mar era su pasion y se bañaba en verano e invierno
Mientras el deceso
ocurrió muchos de sus familiares, allegados y amigos recordaban, con nostalgia y al mismo tiempo mucha pena, las
palabras que dijo a los cuatro vientos, sin temor alguno y con ese pensamiento chocante tan digno de él: “A mí lo que me
encantaría es que este ojo que me queda me sirva en el momento final para
conocer a la muerte. Yo me imagino que debe ser una mujer bellísima, porque
todos los que se han acostado con ella han preferido no levantarse”. (Edgardo
de Noriega)
Veguita: toda una institución de la cultura popular. Hasta ahora se le extraña por las calles de Lima, vendiendo sus libros antiguos. Y a propósito,hasta ahora nadie lo ha reemplazado en este oficio. Juan Arcos.
ResponderEliminarJorge Vega Veguita deambulaba por las calles de Lima con valiosos libros sobre el brazo. Lo estoy viendo yu no lo encuentro.. Cuanto me apena. Debo ser franco y revelar que después de leer esta crónica que lo pinta de cuerpo entero, se me salieron algunas lagrimas como nostalgias de recuerdo por el amigo y librero que me ilustró. Una vida de cultura. Una vida de sus amigos. Cuanto se le extreña. Que descanse en paz. En el otro mundo también hay libros. Ahora Vega se los vende a Dios... Heraldo Flores.
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