En el año 1839 “El Comercio” (N°
120) refiriéndose a la posibilidad de la formación de un Estanco de Tabacos
dice sesudamente que “merece reflexionarse mucho al resucitar una institución
que tanto reprueban los sanos principios de la economía política”.
En 1840 se estableció en Lima una
Bolsa Nacional, cuyos estatutos fueron aprobados el 14 de Julio de ese año. La
solemne instalación se realizó el 7 de Septiembre y el primer presidente fue
don Francisco Quiros y los primeros directores los señores Domingo Elías,
Nicolás Rodrigo, Joaquín Osma, Manuel Oyague, Clemente Villate, Francisco
Almirall, José Manuel Palacios, Juan de Dios Calderón, José María Varela,
Modesto Herce y José María Sotomayor. Nombraron socio de honor al General
Castilla que era entonces Ministro de Hacienda. El primer secretario fue Diego
Adalid.
En 1840 todavía se obligaba a los
pulperos, como en las postrimerías coloniales, a poner luz en las puertas de
sus establecimientos, lo que de muestra lo escaso del alumbrado público y la
importancia de la pulpería.
Por ese mismo año, en que nos
gobernaba el General Gamarra, se imponía multas por quítame allá estas pajas y,
como se verá más adelante, para una bofetada era necesario “que hubiese mérito
para ello”.
En el número 299, tomo 2° del año
1840, correspondiente al 12 de mayo, en la sección Intendencia de Policía, hay
una relación de multas a los pulperos que no habían colocado luces en las
puertas de sus pulperías.
Una pulperia de Lima antigua.
Una pulperia de Lima antigua.
INFRACTORES
Los infractores fueron los dueños
de las de los Caballos, Torrecillas, Matienzo, Santa Rosa y Pericotes. Pero el
dato más sabroso es éste que textualmente reproducimos: “El dueño de la
pulpería de la esquina de la Concepción ha pagado una onza de oro a Mateo N.,
por haberle pegado de bofetadas sin
mérito para ello”.
Cuatro reales y medio costaba, en
1840, una libra de mantequilla especial de Jauja, según aviso publicado en el
N° 287.
Guillermo Wheelright, que fue el
primer gerente que tuvo en Lima la Compañía dwe Navegación a Vapor en el
Pacífico llegó a la capital el 5 de Septiembre de 1840 de GHuayaquil en la
goleta “Dardo” (N° 392).
En ese mismo mes se ofrecieron
350 acciones para colocar en el Perú, siendo los agentes los señores Templeman
y Bergman (N°402). El gobierno por su parte circuló a los prefectos y
gobernadores litorales para que hicieran reconocer el territorio a fin de
descubrir las minas de cafrbón de piedra para la navegación por vapor (N° 718),
lo que comentó favorablemente “El Comercio” en el N° 419
VAPOR
En el N° 422 hay una descripción
del vapor Perú que fue el primero de esa clase que vino al Callao. A pesar de
lo sobrio de las noticias, se advierte una enorme expectación por la llegada
del primer vapor.
En el N° 425 se dice que”en todos
los círculos y tertulias se habla únicamente de las ventajas que nos
proporcionará un medio tan rápido y
seguro de comunicación” y que en Chaclacayo “se ha descubierto una buena veta
de carbón de piedra”. En el N° 430 se publicó la lista de los primeros
accionistas. El entusiasmo era enorme.
Por fin e n el N° 440 del 4 de Noviembre
se anuncia que ha entrado al puerto el vapor “Perú” de 736 toneladas procedente
de Valparaíso, tocando Coquimbo, Huasco, Copiapó, Cobija, Arica, Islay y Pisco,
en 8 días del primer puerto, su capitán don Jorge Peacook, con 41 hombres de
tripulación, consignado a M.M. Wheelright y con el pasaje siguiente: doña Eugenia
Olavide de Cádiz, don Elías de la Cruz, don Domingo Castro y Calvo, don Gregorio
Godoy, don Dionisio Ortiz de Villate y don José García Cádiz
En el N° 441 se describe la entrada del barco, las salvas.
En ese mismo número se anuncia la salida para el 15 de Noviembre. Los
visitantes eran tantos que se publicó un aviso advirtiendo que no podían
admitirlos los días martes y miércoles (N° 444).
Vapores de la época.
Vapores de la época.
AGASAJO
El 7 de Noviembre el Presidente
General Gamarra, con sus ministros, cuerpo diplomático, miembros del Consulado,
visitó el vapor. El Callao estuvo embanderado. Hubo banquetes a bordo, mientras
el barco voltejeaba por la rada.
Brindaron Wheelright, el
presidente, el señor Bergmann, los ministros Ferreyros, Cabada y Charún, los
señores D’Aponte, Leary, Garrido, Prevost, Távara, Calmet, Torrico, Iguain y
Elias, el comandante Claxton,el capitán Peacock. El banquete duró hasta las 4 y
media de la tarde.
El domingo 8 tuvo el barco muchos visitantes. El camino
al Callao se lleno de ómnibus, carruajes y “hasta los ya casi jubilados balancines fueron
tomados. “El Comercio” aboga desde entonces para que se haga el ferrocarril al
Callao (N° 444). Las visitas continuaron
hasta el 14 de Noviembre en que salió el barco llevando una gran cantidad de
pasajeros cuya relación completa aparece en el N° 450.
En su viaje de vuelta el “Perú”
hizo varios paseos. El 20 de Diciembre uno a Chorrillos con música y baile.
“Algunas señoritas se marearon”. En Chorrillos hubo “una abundante mesa de
once”. Las demás “valsearon en la toldilla” (N°478).
El buen vino de Burdeos se vendía
en 1840 en una tienda de la calle de Palacio “pasada la casa del señor Aliaga”
a doce pesos el cajón de Chateau Margeaux y a diez los de Chateau Laffitte y la Rose (N° 456).
APETITO
El vino Vermouth se comenzó a
libar en Lima en 1841. Un a viso-la importancia historica de los avisos es
extraordinaria-lo demuestra. En el N°
711 del 11 de Octubre de aquel año se le anuncia con el título de “Vino Vermouth.
Se vendía en la esquina de la
Coca y Plateros de San Pedro, al precio de seis reales la botella. El
anunciador advierte que un vasito de este excelente vino “abre inmediatamente
el apetito de los que se sienten muy inapetentes”.
Hasta 1841 no había en Lima joyerías
propiamente dichas como las que hoy se estilan. Nuestras coloniales platerías
se bastaban. Y las joyas europeas las hacían venir especialmente las personas
adineradas.
No hay aviso alguno que anuncie
joyerías, ni despacho de aduana que las revelen. Apenas si en uno de éstos se ve una vaga referencia en el N° 710
del 12 de Octubre de ese año. Entre los efectos despachados para la casa B.
Lequerica, figuran dos bultos “de plata y oro en piezas”.
En ese mismo número hay un aviso
muy curioso que tiene un título que es toda una licencia literaria: “Nueva
platería de oro”. Estaba la tal platería de oro en la calle de las Mantas. En
1844 la platería de la Merced, en Espaderos, anuncia joyas llegadas de París (N°
1579).
El Presidente Gamarra.
El Presidente Gamarra.
PASTELERIA
En 1844 había en Lima una
pastelería y confituría de lujo en Plateros de San Agustín, la que era dirigida
por unos franceses Pailhes y Blane. Da idea del buen gusto de la época lo que
se vendía en ella: conservas de liebres, codornices, alondras, sazonadas con
trufas, en cajas y media cajas, sardinas en aceite, trufas para guisados,
almendrados con miel de abejas, golosinas de azúcar, etc., El Comercio del 3 de
Abril de 1844, número 1440.
En una relación de bultos
entregados en el puerto del Callao a P. Mestané y Cía (N° 1455 del 24 de Abril) hay un renglón prosaico en su
hora y en el que sólo pararon mientras los comerciantes con el correr del
tiempo, nos trae una leve aroma de evocadora poesía. Entre yardas de manfor,
pañuelos de levantina, sarasas, panillos, driles, damascos, latones y tocuyos,
figuran las nobles plumas de ave con las que escribían nuestros abuelos.
En la antigua huerta del
Noviciado de San Carlos, famosa por sus árboles frutales, había unos baños muy
concurridos. En el referido año 1841 se anunciaba la venta en rifa de ese inmueble, forma de enajenación que fue más frecuente entre otras
de lo que podía sospecharse.
La acción importaba ocho pesos y
el número de acciones era de 3062. Su propietaria era entonces la señora doña
Josefa Valdivieso de Jordán (N° 764) La rifa fracasó, sin duda, porque en 1842
se vuelve a anunciar la venta de la huerta (N° 978).
CRISTALES
En el año de 1845 se estableció
en Lima una fábrica de cristales que comenzó
servir los pedidos del público en enero de 1846. El depósito almacén
estaba en la calle de Polvos Azules. La
razón social era José Bossio y Cía (N° 1961).
Alla por el cuarentaitantos eran
más frecuentes que ahora nuestras
relaciones con México. Parece demostrarlo un aviso aparecido en el número 1968,
del 30 de Diciembre de 1845. La sombrerería situada en la calle de Mercaderes,
frente a la famosa fonda de “la Bola de Oro”, anuncia que ha vuelto a
establecer sus trabajos con materiales nuevos y que es el Señor Voitgard. gran
sombrerero- quien los hace, y termina diciendo que tiene una partida “de
sombreros de vicuña superiores muy aparentes para las costas de México”, lo que
demuestra que se hacían con frecuencia viajes comerciales a esas costas, cuando
hasta en un anuncio se alude a ellas.
En el año 1846 un alemán Wenthin
Bartel, intento implantar una fábrica de cerveza y puso avisos para conseguir
un asociado respetable que contribuyera con diez mil pesos a la empresa que se
proponía hacer (N° 1979)
Que hasta 1846 no existía
joyerías propiamente dichas, lo revela no sólo el hecho de no aparecer avisos
que las denoten, sino la circunstancia de ofrecerse alhajas en venta en
las platerías y en los establecimientos
de distintos giros, como se ve en el anuncio de Juan Ch. Delboy, que en su casa
comercial de la calle de Mercaderes tenía libros, paños, perfumería y alhajas
(N° 1871)
BANCOS
En 1846, como se sabe, no había aún bancos en Lima. En aquel año don
Bernardo Codesido presentó un proyecto para establecer uno de giro, depósito,
descuento y circulación. El capital debía ser de dos millones de pesos.
El 4 de Marzo de ese año informó
sobre el proyecto el tribunal del consulado. Ambos documentos que son muy
interesantes, están publicados en el N° 2072 de la colección y en el N° 2076
está la exposición con la que Codesido acompañó su proyecto y en el N° 207 su
respuesta a las observaciones del tribunal.
En 1876 se empleó el asfalto en
las aceras de la Rivera y de la Catedral de la Plaza de Armas. La fábrica
estaba n Santo Tomás y quienes anunciaban la bondades del nuevo sistema se
titulaban, no muy gramaticalmente por cierto “ los empresarios del enlozado de
asfalto (N° 2048)
Las plumas de oro con puntas de
diamante las trajo a Lima, en 1847, la librería de Pérez de la calle de Mantas.
Las calificaba de exquisitas el anunciador y las garantizaba por cuatro años,
aunque se usaran diariamente. Las puntas de las plumas estaban calzadas con
iridium y por el eso el inventor-un tal Brown, de Nueva York- llamó a las
plumas “de oro con puntas de diamante”.
Una fundicion que contribuyo al desarrollo.
Una fundicion que contribuyo al desarrollo.
FUNDICION
En la edición del 14 de Mayo de
1847 (N° 2960) hay en la sección Lima un suelto muy interesante para la
historia de nuestro desenvolvimiento industrial sobre el establecimiento de la
Fundición de Bellavista que dirigía don José Bomblek y se alude a haberse
fundido en ella hornillas para el vapor “Rímac” y una máquina para desaguar
minas, lista para ser enviadas a Castrovirreyna.
En otra ocasión se ha hecho notar
en estos mismos apuntes que en Lima no hubo joyerías propiamente dichas, de las
que hoy estilamos, hasta el cuarentidos. Los plateros bastaban. Es en Julio de
1847 cuando se abre en Lima una joyería
en forma . La de Filidor Torres & Cía, que estaba en la calle de
Mercaderes (N°2424)
En el N° 2715 (martes 18 de Junio de 1848), hay un
aviso bajo el titulo tan resobado de ¡ojo! Que dice que en la sastrería Richard
de la calle Palacio, se encargaban de vestir a un individuo del modo siguiente:
un frac o levita de paño de primera y de cualquier color de modo, un pantalón
de raso de lana o casimir fino, un chaleco de terciopelo, cachemira o sea, una
camisa de olán batista de hilo, todo por
51 pesos. La verdad es que dada la fuerza adquisitiva del peso entonces, el tal
Richard era un gran carero.
Anteriormente hemos contado que
el sastre Richard daba por 31 pesos un frac, un chaleco, un pantalón y una
camisa, lo que nos parecía caro para la época. Pues bien, como dicen casi sin
excepción los maestros, otro sastre, don Víctor Mestayer, daba por igual
cuantidad de dinero un frac de paño fino, un chaleco de terciopelo, un pantalón
de casimir superior, una camisa de hilo, una corbata, un pañuelo de narices y
un par de guantes.
FABRICA
En 1849 se estableció en la
Alameda de los Descalzos una fábrica de tejidos de algodón que despertó gran
curiosidad en el público, al punto de que los visitantes fueron tan numerosos preguntones
e indiscretos, que los empresarios se vieron obligados a fijar un solo día de
la semana-los jueves- para las visitas.
A los forasteros se le permitía lo hicieran en
cualquier momento, pero a condición de que exhibieran los “boletos de admisión”
que para tales casos deberían obtener de algunos de los empresarios.
Así se ve en un aviso publicado
en el número 2701. Pero los que por natural curiosidad, quisieran saber quiénes
eran los empresarios diremos que fueron los señores Herce, Cajigao, Santiago y
Casanova.
El año 1848 fue muy interesante
se implantó una fábrica de tejidos de algodón (tocuyo). “El Comercio”
estableció una fábrica de papel, trajo una maquina a vapor parea mover sus
prensas. Se implanto una fábrica de cristales.
FOSFOROS
Tuvo el Perú su primer vapor de
guerra: “El Rímac”. Un artículo publicado en la sección “Lima”, el 29 de Julio
de ese año (N° 2724), se hace referencia a algunos de aquellos adelantos.
Que en 1848 se introdujeron los
fósforos no cabe duda: “El Comercio” registra en su N° 2787 un comunicado en el
que se añora el tiempo en que los caballeros sacaban “sus mecheros de oro”, a
veces guarnecidos de brillantes, luciendo una mecha de filigrana que perfumaba
el ambiente y alude al cambio de hoy en que sale a plaza el “pobrísimo fósforo”
que asusta al prenderse, chispea a riesgo de incendiar el vestido de una vecina
y deja por resultado una mecha o un palillo que no se sabe dónde tirarlo para
que no ensucie o queme”. En cuanto al precio- lo que es interesantísimo- diremos que valía doce cajas
sólo medio real.
Aunque algunos se empeñan en no creerlo, tal vez por
no darse el trabajo de buscar, la anécdota suele ser el alma de la categoría, y
muchas veces el dato de un documento sirve para establecer una doctrina.
La historia, aún la menuda, es en
el fondo una acumulación de cultura y es necesaria hasta para poder combatir
bien la obsesión por ella. Y que conste que para esto no hay que citar a
Splenger. A los que solemos, sin mayores pretensiones, dedicarnos un tanto a la
búsqueda de datos, nos ocurre con frecuencia que el pasado nos sorprende con inesperados
lecciones en que no pocas veces encontramos que lo que creímos muy nuevo, no lo
es tanto o simplemente no lo es.
Un ejemplar antiguo del diario "El Comercio"
Un ejemplar antiguo del diario "El Comercio"
MODAS
Muchas enseñanzas de tolerancia
comprensiva de esta grata tarea de penetrar el ayer. Un simple dato, ilustra,
cuantas veces, toda una teoría nos muestra un estado de alma colectiva.. Dos
pequeñas noticias hemos encontrado en “El Comercio” de 1849 en la sección “avisos
diversos”.
Ambas nos explican el ambiente
romántico de la época y nos enseñan que en esos días no tardaban tanto, como
hoy se supone, en llegarnos todas las modas, como nos llegan actualmente: las
de los vestidos y hasta las de las ideas
En el gabinete óptico que era,
por ese entonces una de las atracciones de Lima, ´primaban las vistas y cuadros
tomados de las obras de Víctor Hugo o de la historia romana. Un anuncio interesante
del establecimiento de cueros en la calle de Plateros de San Agustín N| 41 después
de ofrecer botines de todos tamaños, para señoras, advierte que ha recibido también, cortes de cabritilla
talgueados de colores románticos. Un modernista
no lo diría hoy mismo de más reveladora manera (N°2862)
En 1860 había en el Callao una fábrica
de cristales que dirigían Biondi, Bossio y Cía. Así se ve en un aviso publicado
en el número 3156) Cinco años después un tal Luirent Koonen quiso implantar el sistema de
macadams para los pisos de la ciudad. Aviso del N° 8555 del 4 de Febrero de aquel año.
En el mes de Junio de 1865 se comenzó
el adoquinado de Mercaderes.” El Comercio” del 3 de ese mes se ocupa del
asunto. No faltaron quienes sostuvieron la necesidad de que vigilara y
dirigiera los trabajos un ingeniero y así lo dispuso la Municipalidad, encargando
la comisión a don Miguel Trefogli (N° 8682). Era Alcalde de Lima entonces el
Mariscal La Fuente. (Páginas
seleccionadas de las “Obras Completas” que pertenecen como autor al consagrado
escritor y político, José Gálvez Barrenechea)
No hay comentarios:
Publicar un comentario