El de Dunkerque es, sin ninguna
duda, uno de los más extraordinarios episodios de la Segunda Guerra Mundial.
Para hacerlo posible se sumaron una serie de hechos que conmovieron al mundo y
pusieron a Hitler a un paso de la victoria. Resulta evidente y así lo han
demostrado documentos revelados posteriormente, que el estado general francés
jamás pensó que los alemanes pudieran atacar por las Andenas.
Gamelin, generalísimo aliado,
estaba tan seguro que por allí no se produciría el ataque, que envió a Alsacia
y Lorena las mejores divisiones del Corap. Al estallar la ofensiva, muchos
oficiales del 9° ejército se hallaban en uso de licencia o en los centros de
entrenamiento, confiándose el comando de las compañías a tenientes segundos y a
ex cadetes recién graduados.
Los zapadores e infantes
alemanes, llenos de osadía, cruzaron el río Mosa en botes de goma y balas,
estableciendo cabezas de puente. Pronto quedó abierta una brecha de 50 a 60
kilómetros por donde volcaron sus divisiones mecanizadas entre Sedán y
Charleroi.
Mientras los francés apelaban a
Weygand, en la esperanza de que se produjera el milagro, las alas del ejército
aliado, integradas por belgas e ingleses, quedaban envueltas en un terrible
torbellino de acero y fuego.
La Luftwaffe, dueña del cielo,
atestaba golpes decisivos, mientras los tanques, como una inmensa guadaña,
segaban las líneas enemigas. En circunstancias angustiosas, el Rey Leopoldo
rindió su ejército. Todo el peso de la ofensiva se volcó entonces sobre el
ejército inglés, de medio millón de hombres, y cuatro divisiones francesas de
apoyo.
El enfrentamiento ha terminado con muertes, dolor, desolación
El enfrentamiento ha terminado con muertes, dolor, desolación
LA RETIRADA
Ante tal situación, sólo quedaba
un camino: la retirada. Esta se inició, bajo un implacable bombardeo aéreo y el
acosamiento terrestre, con la finalidad precisa de alcanzar Dunkerque. Las
primeras unidades comenzaron a llegar a ese puerto de embarque a principios de
Junio de 1940, dedicándose de inmediato a levantar defensas de emergencia.
El 8 se inició la gran batalla,
siendo rechazados los primeros ataques. Sin embargo, día tras día, los hombres
en las playas eran acosados por la metralla implacable del enemigo. Bajo la
premura de las terribles circunstancias, Winston Churchill eligió al Almirante
Bertram H. Ramsay para rescatar el ejército británico.
No había otra salvación que
pudiera venir de las islas. En esos días el nuevo jefe organizó todo el
servicio naval que el gobierno y el pueblo de Gran Bretaña pudieron poner en
acción. 750 naves llegaron a Dunkerque protegidas por un docel de Spitfires.
Infierno en tierra y en el cielo.
Bajo la metralla, uno a uno
fueron embarcados 350 mil hombres salvados milagrosamente de las fauces de la
más terrible maquina de destrucción conocida por esos tiempos. El 14 de Junio
se finalizó la evacuación.
Prisioneros británicos y franceses.
Prisioneros británicos y franceses.
Quedaba un saldo de más de 100
mil bajas y 200 aviones perdidos. Pero sobre el desastre se alzó la voz de
Winston Churchill: “Lucharemos en las playas, lucharemos en las campos,
lucharemos en las calles… Y agrego las espartanas palaras que tantas veces
recordó Londres: “Solo puedo prometeros sangre, sudor y lagrimas”…
Este concepto fijo, exactamente,
el significado de aquella acción que fue decisiva
para el futuro curso de los acontecimientos bélicos, Desde Dunkerque
partía un largo, duro y espinoso camino. El pueblo inglés se aprestó,
estoicamente, a recorrerlo. Al final de él, estaba la esperada victoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario