Un maestro joven, de meteórica
carrera, inició el 16 de Marzo de 1921 la empresa hasta entonces considerada
imposible, de vencer al campeón mundial de ajedrez, el doctor Emanuel Lasker.
Este no había conocido una derrota por el título en torneos ni en matches
individuales desde que en 1894 superara a Wilhem Steinutz, pero la verdad es
que el cubano José Raúl Capablanca había hecho méritos suficientes para ser
tenido por un contendor peligroso. Los hechos dieron la razón a quienes sostenían la imposibilidad de que
Lasker prolongara su ya dilatado reinado frente al ímpetu de tan fuerte
adversario.
Sin embargo, fue con asombro que el mundo asistió a aquella batalla sin
precedentes en la historia del juego-ciencia del ajedrez. Poco después el 1° de
Julio, un acontecimiento también deportivo conmovió a la Argentina. Jack
Dempsey, el formidable campeón, dejaba fuera de combate en el cuarto round, al
más científico de los pugilistas de aquella época: el francés Georges
Carpentier.
Fue éste un valiente adversario,
pero alcanzado en plena mandíbula cayó por 9 segundos en esa vuelta. Logró
reincorporarse, más un directo de derecha puso fin al combate exactamente a las
15.35 hora argentina.
La noticia se supo en Buenos
Aires 20 minutos después por un cable llegado por vía Colón, circunstancia que
fue apreciada en aquellos tiempos como un estimable record de velocidad
informativa.
Capablanca: un maestro del ajedrez.
Capablanca: un maestro del ajedrez.
PRECISIONES
El 2 de Agosto de 1921, en el
Hotel Vesuve de Nápoles, se extinguió la
vida de Enrico Caruso, el más grande tenor de que se tenga memoria. Tal fue la
impresión que alcanzó la muerte del divo, que resultó fácil arraigar la leyenda
hecha circular en algunas biografías, mostrándolo en el instante supremo en el
mismo escenario de sus triunfos.
La verdad es que Caruso no murió
en el teatro mientras cantaba, ni el comienzo de su enfermedad fue la rotura de
una vena, sino que el tenor, que tenía una salud de hierro, descuidó una
pleuritis que lo había postrado en cama, de la que se levantó en la noche del día
de Navidad para ir a cantar por última vez.
La obra fue “La Hebrea” de Halevy
y el teatro, el Metropolitan Opera House. En vista de la gravedad de su estado,
médicos neoyorquinos le hicieron una operación, pero sin mayor éxito. A
mediados de 1921, Caruso se trasladó a Italia en busca de los más afamados
cirujanos de su tierra. Allí le sorprendió la muerte en el lugar y fecha
indicados. Pese a que estos datos fueron
precisados más tarde, aún hay gente que cree en la leyenda sobre el fin del
incomparable artista.
Caruso junto a su piano.
Caruso junto a su piano.
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