La guerra europea, que entraba ya
en su tercer año, y la agitada situación económica del país, enfrentado con el
problema de la renovación de los poderes nacionales, influyeron en el ánimo
público para que la celebración del Centenario de la Independencia no alcanzara
la magnitud que tuviera en el año 1910.
El primero de estos factores
determinó, asimismo, que no concurrieran las brillantes embajadas de seis años
antes, si bien América se asoció al acontecimiento y saludo la mayoría de edad
de la República nacida en San Miguel de Tucumán.
De ahí que naves del Brasil y del
Uruguay se hicieran presentes en la imponente revista realizada la tarde del 8
de Julio de 1916, en la rada puerto de la capital, donde se encontró el mayor
poderío naval que bajo una sola bandera se había reunido hasta entonces en Sudamérica.
Las 20 unidades que en conjunto
sumaban 119,500 toneladas con 346 cañones, tripuladas por 278 jefes y oficiales
y 5,740 marineros, formó en dos filas encabezadas, respectivamente, por los
acorazados Rivadavia y Moreno
El crucero presidencial Buenos
Aires en el que embarcaron el primer mandatario, los embajadores y lo más
ganado de la sociedad de entonces, pasó entre las dos columnas. Al tiempo que
se escuchaba una salva de 21 cañonazos, las tripulaciones coreaban un vigoroso
“Viva la República”. Ese mismo día se inauguró una Exposición de Artes Gráficas y hubo una
recepción en la Casa de Gobierno.
Uno de los actos oficiales
Uno de los actos oficiales
ATENTADO
El 9, la ciudad despertó bajo un
canto de campanas, pues los bronces de todas las iglesias fueron echadas a
vuelo con el amanecer. La Plaza de Mayo fue el punto de reunión del pueblo, que
luego del solemne Te Deum, presenció la revista militar que duró exactamente
una hora.
A las 15.30, cuando ya había pasado
la última campaña de tropas de línea y lo hacían los boy scouts, millares de
ciudadanos se sumaron a la columna juvenil. En esas circunstancias se destacó
de la multitud un hombre joven, gatillando un revolver con el que apuntaba al
balcón donde se hallaba el Presidente de la República, Victorino de la Plaza.
Falló el primer tiro, pero el
segundo hizo que una bala se incrustara
cerca del lugar que ocupaba el mandatario. Tras la primera reacción de pánico,
el público intentó linchar al autor, Juan Mandrini de 25 años, impidiéndolo la
policía que lo arrestó de inmediato.
El programa especial.
El programa especial.
Al ser arrestado, el homicida grito: ¡Viva la anarquía!
El Presidente no advirtió que
había sido objeto de un atentado hasta que fue informado. “Es necesario
perdonarlo”, exclamó, ordenando la libertad del detenido.
Este episodio no empañó el brillo
de la fiesta, aunque pudo imprimirle un sello trágico. Y tanto es así que
pronto fue olvidado. Mandrini, en libertad, siguió escribiendo versos en el
humilde hogar de sus padres inmigrantes, mientras la nación, de un siglo de
edad, continuaba su marcha de progreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario