Al iniciarse el siglo XX, la
Argentina iba por el camino del progreso
a trancos definidos. La Literatura, como expresión de cultura, se hace más
desinteresada y los escritores se entregan con mayor exclusividad a la
elaboración formal de sus obras. Ellos reaccionan contra el militarismo y sus
búsquedas se centran en la belleza con mayúscula. El Modernismo, con Ruben Darío en la
jefatura, viene a dar cohesión a esta tendencia, la que en pocos años
revoluciona en forma y ritmos. La poesía y la prosa cambian por completo.
Aparecen los ensayos impresionistas, relatos suntuarios, novelas barrocas de
intenso estilo.
En el centro de esta corriente
está Leopoldo Lugones (1874-1938). Su vasta producción prefigura casi todas las
tendencias desarrolladas después. Con “Las Montañas de Oro” (1897) y “Los Crepúsculos del Jardín (1905) se incita a
renovar los estilos. “Lunario Sentimental” (1909), con su enorme vivero de
metáforas, ejerce una influencia perdurable y hasta los antilugonianos se
consagran a reconstruir sus borradores.
En “Odas Seculares” (1910),
Lugones abandona la pirotecnia metafórica, sale de su torre, canta la historia,
la naturaleza al pueblo y sus hombres, busca lo popular y castizo, se convierte
en el poeta nacional. Jalonan este proceso “El Libro de los Paisajes (1912),
“Poemas Solariegos” (1924) y “Romances del Río Seco” (1938). En la prosa, sin
contrariar sus comienzos modernistas, abre rumbos con “La Guerra Gaucha” (1905)
y “Las Fuerzas Extrañas” (1906).
Cortázar, Ocampo, Borges y Bloy Casares.
Cortázar, Ocampo, Borges y Bloy Casares.
PROCESO
También integran la corriente:
Leopoldo Diaz (1862-1947) en parte precursor con sus “Bajorelieves”
parnasianos. Angel de Estrada (1862-1923), con “Redención”, cuadro novelesco y
sus crónicas. Enrique Larreta (1873-1961), el mayor novelista de la tendencia,
con “La Gloria de don Ramiro” (1908).
Al conmemorarse el Centenario, se
ha decantado el Modernismo, se pone de relieve lo nacional y todos, por acción
de Darío y Lugones, “procuran escribir bien”. Manteniéndose solitarios, Pedro
B. Palacios (1854-1917) que publica en 1905 “El Misionero” y en 1909 “La
Inmortal”. Es apocalíptico, mesiánico y truculento superhombre, moralista y arrabalero. Con Evaristo Carriego (1883-1912), alambicado y
decadente en “Misas Herejes” (1912), sencillo, sentimental y casi letrista de
tango en “El Alma del Suburbio” (1913).
Asimismo se colocan al margen del
Modernismo, aunque no siempre librándose de su impacto, Roberto J Payró
(1867-1928) naturalista que capta, comprensiva e irónicamente, una etapa del
curso social en “El Casamiento de Laucha”, “Pago Chico” y “Divertidas Aventuras
del Nieto de Juan Moreira”.
Famoso libro: retrato de la Argentina.
Famoso libro: retrato de la Argentina.
AUTORES
Ricardo Rojas (1882) que en 1907
da a conocer sus cuentos de “El País de la Selva” y en 1909 “La Restauración
Nacionalista”, libros en lo que ya está presente su orientación de polígrafo.
Enrique Banchs que hace un culto de la perfección formal escribe “Las Barcas”,
El Libro de los Elogios”, “El Cascabel del Halcón” y La Urna”, poemas de
estructura sutil y cristalinos entre los cuales se encuentran los mejores
sonetos producidos en la Argentina.
Alberto Gerchunoff (1884-1951) describe poéticamente el
campo en “Los Gauchos Judíos” (1909) y
narra con gracia la vida de un caudillo en el “El Hombre Importante”, para
orientarse después hacia el relato y forjarse un estilo personalísimo. Horacio
Quiroga (1878-1937), mezcla de esteta y realista, que inicia su producción en
Uruguay y sobresale en los cuentos cortos tales como las de las colecciones “El
Crimen del Otro” (1904), “Cuentos de la Selva” (1918), “El Desierto” (1924) de
extraordinaria fuerza espiritual, no obstante algunas imperfecciones técnicas.
Al iniciarse la primera Guerra Mundial
y gestarse cambios de trascendencia en el panorama de la realidad, se acentúa
el alejamiento de la artificiosidad modernista. Se buscan expresiones más
sencillas, más humanas, más americanas.
Baldomero Fernández Moreno
(1886-1950) se emancipa de la tutela con
“Las Iniciales del Misal”. Impresionista en todo halla tema poético y las cosas
y hechos más triviales cobran, en su abundante producción, un sorprendente
contenido.
1910
Desde aquel poemario hasta “El
Libro de Marcela” corre sin desmayo su caudal lírico, transparente, sencillo,
cordial, ingenioso. A la generación que surge hacia 1910, pertenecen Arturo
Capdevilla (1889), poeta sin excesos
retóricos que en 1913 da a conocer “Melpómeme” y en 1917 “El Libro de la Noche”. Autor de excelentes libros de límpida
prosa.
Otra revelación Rafael Alberto
Arrieta, alma y paisaje en recatada unidad, autor de “Las Noches de Oro”, y
“Estilo Serrano”. Alfonsina Storni (1892-1938) que con “El Dulce Daño” e
“Irremediablemente” introduce una nota original en la poesía erótica femenina,
para más tarde abrazar una lírica más intelectual como en “El Mundo de 7
Pozos”.
Arturo Marasso que tiende a lo clásico y se
caracteriza especialmente con su “Melampo”. También integra esta generación Ezequiel
Martínez Estrada con “Oro y Piedra”, “Nefelibal, “Argentina y Humaresca”, destacando
sobre todo como ensayista: “Radiografía de la Pampa”, y “Muerte y Transfiguración
de Martín Fierro”. Lo mismo ocurre con
Luis L. Franco autor de “Suma” y de libros de interpretación histórica: “El
General Paz y los Dos Caudillajes” y “El Otro Rosas”.
Leopoldo Lugones: gran escritor.
Leopoldo Lugones: gran escritor.
PROSA
En la prosa narrativa destacan
Manuel Gálvez novelista nato, realista en su
primera época, ejemplificada en “El Mal Metafísico” (1917) que luego se
orienta a la novela histórica y la biografía. Benito Lynch escritor popular que
logra su más perfecta expresión en “El Inglés de los Guesos”. Arturo Cancela
con sus “Tres Relatos Porteños” de afinada pluma satírica. Bernardo González
Arrili costumbrista con su “Protasio Lucero y “La Venus Calchaquí”.
Eduardo Acevedo Diaz autor de
“Ramón Hazaña”, Carlos B Quiroga que en “La Raza Sufrida pinta el norte
argentino. Fausto Burgos, Mateo Booz, Carlos Alberto Leumann, Guillermo
Estrella, Víctor Juan Guillot y muchos más.
Después de la conflagración
europea, y con los cambios advenidos en el mundo, surgen las llamadas escuelas
de vanguardia, movimientos que hacen proliferan los “ismos”. Cuidan cada línea,
sopesan cada palabra, cultivan la imagen por la imagen y hasta elaboran
“antipoemas”.
Pero también se expande una
literatura de tipo social más
representativa del momento que creadora de valores literarios. Precursores de las primeras son Ricardo
Guiraldes (1886-1927), con sus versos
del “Cencerro de Cristal” de gran perduración y con otras obras de peso
como “Xaimaca” y “Don Segundo Sombra” (1926) y Oliveiro Gironda, con sus
“Veinte Poemas Para Ser Leídos en el Tranvía”.
TENDENCIAS
Hacia 1924 se agrupan en la
revista “Proa” y el periódico “Martín
Fierro” los ultraístas-tendencia de origen español con predominio de la
metáfora- y muchos que no lo son, pero comulgan con sus negaciones, la antilugoniana
especialmente, y se hacen conocer como “floridistas”.
Los de tendencia social,
definidos en política, que “descubren a los rusos” y se dedican sobre todo a la
prosa, tienen su grupo. “Claridad” y su apelativo de barrio: “boedistas”. Ambos
grupos por su heterogeneidad, y si bien estimulan un gran movimiento poético y
una voluntad de autodefinición, se deshacen hacia 1930. En el ínterin nace la
Sociedad Argentina de Escritores, cuyo primer presidente-hecho simbólico- fue
Leopoldo Lugones.
Los escritores que surgen en este
periodo nacieron, en su mayoría, con posterioridad a 1890. Hacen aportes
esenciales sobre todo Jorge Luis Borges
con “Fervor de Buenos Aires”, “Ficciones”, “Historia Universal de la Infamia”, “El
Aleph”, “El Informe de Brodie”, “El Libro de Arena” y “La Memoria de
Shakespeare”, entre muchas obras más-poemas, ensayos y antologías que lindan en
lo perfectible, inolvidable y admirable.
También Leopoldo Marechal con “Odas para el Hombre y La Mujer”, “Adán
Buenosayres” (novela). Francisco Luis Bernárdez con “Alcándra” y “El Buque”.
Ricardo Molinari con “El Imaginero” y “Esta Rosa Oscura del Aire”.
Borges y Sabato.
Borges y Sabato.
EXCEPCION
Eduardo González Lanusa con “Prisma”
y “Oda a la Alegría y otros Poemas”. Carlos Mastronardi en “Conocimiento de la
Noche y “Tierra Amanecida”. Conrado Nalé Roxlo escritor de “El Grillo” y “Claro
Desvelo”, entre muchos otros más.
Un lugar de excepción entre la
lírica y el ensayo corresponde a Macedonio Fernández, hombre de una generación
anterior, pero colabora con los jóvenes del periodo, autor de “No Todo es
Vigilia” “La de los Ojos Abiertos”, “Papeles de Recienvenido” y “Una Novela que
Comienza”, libros en los que se alían una especie de locura metafísica con una
rara visión humorística.
Entre los novelistas que se sitúan
en la primera fila está Eduardo Mallea, quien después de los “Cuentos Para una
Inglesa Desesperada” cambia de rumbo para darnos “Historia de una Pasión
Argentina” y una especie de novela
existencial en “La Bahía De Silencio”. También en “La Torre”.
Juan Goyanarte, realista
autor de “Lago Argentino” y “La
Quemazón. Max Dickman, novelista de la vida rústica y de la ciudad, autor de
“Madre América”. Profundizan lo nacional Alcides Greca, Pablo Rojas Paz, Juan
Filloy, Fernando Gilardi, Enrique Espinoza, Guillermo House y otros.
Después se habla de una
generación de 1940 que sería esencialmente lírica, sin dejar de poseer valiosos
prosistas. Allí están Vicente Barbieri, Enrique Molina, María Granata, Wilcock
Aguirre, Miguel Angel Gómez, Anderson Imbert, Bloy Casares, Juan Carlos Onetti,
Ernesto Sabato. Todos ellos nacidos entre 1905 y 1920. Ahondan estados
emocionales, buscan hallazgos por el camino de Neruda, Vallejo, Huidobro o de
Breton y Sartre.
GENERACION DEL 50
La poesía de la generación del 50
empleará un tono hermético o deliberadamente anti retórico. El poeta acusa su
carencia de identidad nacional. Se recoge en sí mismo. Se aísla de la inestable
sociedad. Después se observa un compromiso con la sociedad circundante. Hay
preocupaciones sociológicas.
Un nuevo humanismo surge
alrededor del 60 y continúa en años posteriores. La retórica es dejada de lado,
se busca la comunicación con un sí mismo profundo. Más adelante, aparecen otros
poetas que unen a su actitud reflexiva una búsqueda metafísica. Hay una necesidad
fervorosa de comunicación cósmica.
No sabemos el porque a ciencia
cierta, pero la realidad ha hecho a la
Argentina un país rico en cuentistas. Hay uno de ellos consagrado totalmente:
Julio Cortázar, un verdadero innovador de las letras. Genio del relato corto,
la prosa poética y la narrativa. Autor de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de
crear.
Gran produccion de libros como aporte a la cultura.
Gran produccion de libros como aporte a la cultura.
CONSAGRACIONES
Cortázar rompió con los moldes
clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los
personajes adquieren una autonomía y una profundidad pocas veces vista, Allí están
impecables “Bestiario”, Final del Juego”, Los Venenos”, La Señorita Cora”,”
Casa Tomada”,” Los Reyes”, “Los Premios” y “Rayuela”.
Consagrados están escritores como:
Mallea, Anderson, Imbert y muchos otros
que aportan calidad aunque no siempre cantidad. La actual cuentisitica puede
dividirse en varios grupos y allí aparece la línea psicológica, el realismo
mágico y la vertiente metafísica. Evidentemente que destacan a plenitud Ernesto
Sabato y Roger Plá. La literatura verdadero espejo de la realidad profunda de
los pueblos.
Aquí lo estamos demostrando, sin olvidarnos de
Victoria Ocampo, la autora de “Testimonios” que es la primera mujer que en 1977
ocupa un sillón en la Academia Argentina de Letras y cuya desaparición se
produce en 1979.
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