Rebelde por naturaleza innata y
por decisión valiente. Lo demostró firmemente a lo largo de su agitada vida que
estuvo, casi siempre, al filo de la navaja. Llegó al poder y ejerció una dictadura breve pero efectiva como Presidente de la
República peruana, cargo que le duró escasamente un año, de 1835 a 1836. Murió trágica y violentamente
fusilado, tras un juicio sumario en la bella e histórica Plaza de Armas de Arequipa.
Militar muy ilustrado, aficionado a la lectura y con talento para le escritura.
Era, en buena cuenta, la tenacidad en persona que se la jugó por sus ideales,
sus ambiciones y por el país. A su
particular manera, de forma contundente e implacable.
A Felipe Santiago Salaverry del Solar, la juventud- que le resultó definitivamente
rutilante, total y precisa- lo acompañó a borbotones de manera abrupta, durante
los desempeños importantes de su variada actuación pública. Como muestra bastan
dos botones característicos: a los 14 años, siendo un muchacho intrépido y
decidido, se enroló en el Ejército Patriota donde demostró arrojo y mucha
audacia y fue, posteriormente, el jefe de estado de facto más joven de la
Historia del Perú. Record que, hasta ahora, no ha podido ser superado.
Esto último, obviamente, no es un
mérito descollante. La vigencia tiene su
razón de ser y de haber quedado así porque en los casos de elección
presidencial democrática, las constituciones anteriores prohibían tal posibilidad
y exigían 35 abriles para poder desempeñar la primera magistratura de la
nación. Con la actual de 1993 pasa lo mismo. En la otra posibilidad, de golpes
y dictaduras, cada día son más lejanos felizmente y, cuando ocurrieron en el
pasado, los protagonistas, por regla general, fueron militares ya entrados en adultez total.
Salaverry y su rubrica.
Salaverry y su rubrica.
EXCEPCIONES
En Salaverry, hay otros logros
definitivos que son también las excepciones. A los 28 ya ostentaba el grado de General del
Ejército y se ponía en una posición expectante, dentro de las altas esferas
castrenses. A los 29, el mandatario peruano por la fuerza de las armas. Vida
fugaz, muerte truculenta. Con una circunstancia final muy especial. En efecto, se fue de este mundo,
fusilado por su rebeldía, muy joven sin superar
las tres décadas: 29 años. 9 meses y 15 días. Toda una promesa de por medio.
Cercano colaborador del Gobierno
del General Luis José de Orbegoso (1833-1835), quien precisamente lo nombró
Inspector General Ejército, cargo de mucha importancia porque aseguraba la
estabilidad del régimen y podía controlar cualquier tipo de sublevaciones.
Salvo, evidentemente, si la
protagonizaba él. Y eso es lo que, cabalmente, ocurrió cuando aprovechó el
clima profundo de guerra civil que vivía el país por el enfrentamiento entre Orbegoso y Bermúdez,
el mismo que con atisbos de destrucción se desarrollaba implacablemente en el
sur.
Salaverry, representando a las
huestes orbegosistas y separándose de ellas, se dirigió a la zona norte peruana
y se rebeló en Trujillo el 23 de Febrero de 1835, autoproclamándose Legislador
Supremo del Perú.
OCUPACION
Tal hecho de facto evidentemente
causó la inmediata reacción de Orbegoso, quien una vez vencido Bermúdez, fue
hacia Lima para enfrentarse a Salaverry. Contaba con el apoyo de Andrés de
Santa Cruz, que a la sazón era el Presidente de Bolivia.
Tras lanzar contra Santa Cruz su
famoso decreto de “Guerra a Muerte” y ofrecer premios a quien matase a un
boliviano, el joven general dio inicio a una audaz campaña militar que se
inició con el asalto al puerto de Cobija, donde se arrastró, por los suelos, la
bandera boliviana en ceremonia pública. Luego se dirigió al sur del Perú con el
grueso de sus tropas.
Su aliado, el General Agustín
Gamarra, fue vencido en Yanacocha el 12 de Agosto de 1835 y tuvo que retirarse
de la escena bélica, acaso aguardando una mejor oportunidad de recuperar el
poder. Lo que motivo que Salaverry precipitara sus acciones y vaya en pos de
las fuerzas altiplánicas.
El problema vital consistía en
que el rebelde, perdía terreno en la sierra sur, donde tanto cusqueños como
arequipeños se sumaban a las huestes de los confederacionistas. Las mismas que
tomaron Cusco y Ayacucho. A finales de 1835, estas fuerzas lograron el control
de Lima. Hecho que dejó en el aislamiento al ejército nacionalista de
Salaverry.
El joven militar ocupó la ciudad
de Arequipa. Más se vio obligado a salir de la capital mistiana, ante la
hostilidad de sus habitantes. Ellos apoyaban abiertamente los planes federacionistas
de Santa Cruz y Orbegoso, en vista de que una eventual unión con Bolivia los
favorecería económicamente, sobre todo en el campo del comercio.
Lucho valientamente en las batallas de Junín y Ayacucho.
Lucho valientamente en las batallas de Junín y Ayacucho.
FUSILADO
Aún con estas desventajas
tácticas, Salaverry persiguió con fervor al ejército boliviano hasta alcanzar
su retaguardia en el Puente de Uchumayo, el 4 de Febrero de 1836, donde libró
una victoriosa contienda que lo animó a proseguir y, de algún modo, confiar en
un rápido triunfo sobre el resto de las fuerzas de Santa Cruz.
Ambos ejércitos chocaron en la
Batalla de Socabaya donde el joven caudillo fue completamente derrotado. Tras
ser apresado, el paso siguiente fue su fusilamiento al lado de sus principales
oficiales, consolidándose a partir de ese momento la Confederación Peru-Boliviana
que duraría hasta 1839.
Tras ser condenado a muerte, su último
deseo consistió en pedir una pluma y
papeles en los que escribió tres documentos: su testamento, una carta a su
esposa Juana Pérez, y una protesta dirigida a los pueblos de América por su
ejecución.
La historia cuenta que cuando los
soldados, con sus fusiles, ejecutaron los primeros balazos Salaverry logró
pararse, dio un paso para atrás y dijo claramente y a viva voz: “La Ley me ampara”. Una nueva descarga
acabó con su vida, el 18 de Febrero de 1836.
CADETE
Hijo de Felipe Santiago Salaverry
Ayerdi y de la dama limeña Micaela del Solar Duque de Estrada. Había nacido en
Lima el 3 de Mayo de 1806. Estudio Gramática
en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Retorica y Latín en el
Real Convictorio de San Carlos. Matemáticas, Lógica y Música en el Colegio San
Fernando. Un joven, con variados conocimientos, que poseía una amplia y
profunda cultura.
A finales de 1820 se escapó de la
casa de sus padres y se presentó ante el Libertador San Martín en el Cuartel General
de Huaura, junto con Juan Antonio Pezet que después sería Presidente del Perú. Ambos prometieron pelear por la patria en contra del yugo español. Lo destacable es que
lo cumplieron a cabalidad.
Ingresó como cadete en el
Batallón Numancia y sirvió bajo las órdenes del
General Juan Antonio Alvarez de Arenales, en la segunda campaña de la
sierra central contra los realistas. Luego lo destacaron en el primer sitio del
Callao. Peleó en las batallas de Torata y Moquegua durante la Segunda Expedición
de Intermedios. Era el año 1823.
Participó, decidido y triunfante,
en las batallas de Junín y Ayacucho que sellaron definitivamente la
Independencia nacional y, al poco tiempo, estuvo entre los luchadores al lado
del Mariscal Antonio José de Sucre. Logrando la toma de Potosí.
Luciendo la banda presidencial
Luciendo la banda presidencial
MATRIMONIO
Regresó a Lima y lo destacaron al
cuartel del Batallón de Granaderos N° 9, donde le tocó conjurar un motín
encabezado por el Teniente Coronel Alejandro Huavique. El mismo se batió a sable con el oficial
conjurado y le ocasionó la muerte, ante el asombro de su tropa.
Lo nombraron Ayudante de Campo
del Presidente José de la Mar, acompañándole durante la Guerra contra Colombia.
Peleó en las batallas de Saraguro y del Portete de Tarqui. Destacado a Piura,
fue hecho prisionero al ser derrotado su jefe.
Liberado permaneció en Piura y se hizo notar como
partidario del depuesto mandatario. Luego viajó a Lima donde Gamarra le ofreció
la Subprefectura y la Comandancia Militar de Tacna, cargos que aceptó sin dudar
en ningún momento.
En dicha ciudad contrajo
matrimonio con Juana Pérez Palza de Infantas, con quien procreó un hijo llamado
Felipe Alejandro. El poeta romántico Carlos Augusto Salaverry fue su otro
vástago mayor, producto de la relación amorosa que tuvo con María Vicenta
Ramírez Duarte.
Pasado algún tiempo, retornó a
Lima a solicitar su retiro de la carrera militar. Su deseo era dedicarse de
lleno a la agricultura. Pero sus enemigos lo acusaron de conspiración. Lo apresaron
y condenaron a la pena de confinación que la cumplió en la aldea del Huallaga,
cerca del Marañón, en el departamento de Amazonas.
LIBRE
No tardó en convencer a sus
guardianes y lo dejaron libre. Junto con un puñado de partidarios marchó a
Chachapoyas, donde depuso al Prefecto desconociendo así al Gobierno de Gamarra.
Ante la aproximación de las fuerzas gobiernistas, fue abandonado por sus
partidarios y capturado, siendo llevado encadenado a Cajamarca donde purgó
prisión.
Nuevamente convenció a sus
captores y lo liberaron. Marchó a Trujillo y en la garita de Moche, actual
Puerto de Salaverry, se enfrentó a las fuerzas gobiernistas comandadas por el
General Francisco de Vidal. Lo derrotaron y huyó rumbo a Piura.
El militar se refugió en la
hacienda Suipiro, ubicada en el puerto de Paita. Lo reconocieron y entregaron a
Vidal, quien lo deportó rumbo a Guayaquil. Con habilidad, hizo que la nave se
desviara y desembarcó en Lambayeque, pasando inmediatamente a Trujillo.
Por aquel entonces, se
restableció el gobierno provisorio de Orbegoso.
Salaverry apoyó al mandatario, asumiendo el cargo de Comandante General
del departamento de La Libertad y luego se unió a las fuerzas orbegosistas que
se enfrentaron a los rebeldes en Junín.
Ya en Bolivia conspiraba Santa
Cruz, aliado con Gamarra, con miras a proclamar la Confederación. Lo que obligo
a Orbegoso a dirigirse al sur y dejar en el gobierno de Lima a Manuel Salazar y Baquíjano.
Su tumba en el Cementerio Presbitero Maestro.
Su tumba en el Cementerio Presbitero Maestro.
TRIBUNAL
Los sargentos y soldados impagos,
que conformaban la guarnición de la Fortaleza del Real Felipe ubicada en el
Callao, se sublevaron. Salaverry sofocó el levantamiento y se hizo gobernador
de dicha plaza. A renglón seguido desconoció a Salazar y tomó el poder.
El Gobierno de Salaverry fue
autoritario por donde se le juzgue. Uno de sus colaboradores firmes el famoso poeta e intelectual Felipe Pardo y
Aliaga. Estableció un Consejo de Estado
compuesto por personas brillantes, como uno de los requisitos del
flamante organismo.
Entre ellos estuvieron: el prócer
Francisco Javier de Luna y Pizarro, Manuel Salazar y
Baquíjano con quien se amistó y José
Ignacio Moreno. Los tres ilustres hombres, con pensamiento ideológico liberal
Restableció la Dirección General
de Aduanas y reglamentó el cobro de los derechos de importación, imponiendo
severas penas contra el contrabando. Fomentó el desarrollo del comercio y la
industria. Así abolió el impuesto de patente y fijó en uno por ciento
mensual el interés máximo de los
préstamos de dinero.
PENA DE MUERTE A LOS LADRONES
También volvió a tener vigencia
el Tribunal del Consulado y así evitar
la morosidad en la tramitación de los litigios mercantiles. Declaró que los vales, pagarés y otros
documentos de deudas entre comerciantes tengan la misma fuerza que las
escrituras públicas.
Impuso el castigo de la pena de
muerte para los ladrones que eran funcionarios del Estado. Mientras que los
demás delincuentes, de otros delitos, comenzaron a ser juzgados de manera muy rápida.
Luego se amplió a esta jurisdicción los casos de sedición, traición a la
patria, contrabando y homicidio.
Abolió las penas infamantes del
azote y la horca, restableció el tráfico de esclavos procedentes de otros
países de América y reglamentó la práctica de doblar las campañas de las
parroquias y conventos que no debían exceder los cinco minutos.
Asimismo impuso otra vez el uso
de las togas para los magistrados del Poder Judicial, mejoró las relaciones con
España y Chile, eliminó la contribución de castas y dejó sin efecto en el
contrato para el ferrocarril entre Lima y el Callao. Esta obra fue retomada
después, bajo el gobierno de Castilla.
Político de sublevaciones que
marco la hora de las decisiones rápidas y que creía a pie juntillas en la
imposición del principio de la autoridad, como elemental forma de gobernar. La
guerra era parte de su vida. Sus medidas gubernamentales fueron drásticas como
lo fue él: autoritario valiente y de los, para bien o para mal, había que admirar.
Porque, si se le juzga, algo dejó de ejemplo. A pesas de sus grandes
contradicciones y errores. (Noé)
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