Un pertinaz brote de poliomielitis
asoló a la Argentina durante el verano de 1956, creando primero temores y luego
pánico en todo el país al alcanzar el flagelo la dimensión de una verdadera
epidemia mortal. Pero desde el primer momento, complementando lo hecho en 1955,
se combatió el mal desde todos los ángulos de la actividad, implementándose
todas las medidas que la ciencia y los organismos de salubridad tuvieron a la
mano.
Médicos, enfermeros, civiles y
militares, empleados públicos, profesionales de las áreas más diversas, la
población en suma, estuvieron al servicio de esta tremenda lucha. Los medios de
comunicación ayudaron a la tarea de salvataje y la movilización permitió que
rápidamente se trajeran del exterior pulmotetoresgaglobulina, vacunas, aparatos
ortopédicos y cuanto era imprescindible para la dramática emergencia.
Médicos extranjeros llamaron para
sumar su esfuerzo y una delegación de especialistas norteamericanos trajo un
plan que las autoridades sanitarias aprobaron, facilitando la acción contra la
terrible enfermedad.
Por los medios masivos de
difusión se orientó y asesoró a los
padres y familiares de los afectados, aconsejando l a forma de actuar y
señalando a los organismos a los que debía recurrirse para la prevención, como
para el tratamiento, internación y rehabilitación de los enfermos.
Las cifras eran confusas, pero
sobre 1300 casos discriminados en todo el país argentino, entre julio de 1955 y
marzo de 1956, se contabilizó casi un centenar de muertos. Río Negro, Santa
Cruz y Tierra del Fuego parecían haber sido respetados por el azote, pero
sorprendía que igualmente apareciera el Chaco como inmunizado contra el mal.
Niños con el mal, medicos, enfermeras y damas ayudistas.
Niños con el mal, medicos, enfermeras y damas ayudistas.
CASOS
El resto de las provincias sufría
las consecuencias del azote y en la capital, dentro de esa parcial estadística,
se anotaban 386 casos, con 43 fatales, mientras en el gran Buenos Aires
registraban 609 casos y 48 muertos.
Pero en todos esos cálculos lo
único que valía era el promedio de casos diarios, del orden de 60, con un 8 o
10% fatales. La lucha fue solidaria, gigantesca. Con el aporte popular se volcó
la generosidad con dinero-más de 7 millones de pesos en pocos días- y enormes
cantidades de elementos que iban desde joyas hasta ropas y desde medicamentos,
hasta juguetes y golosinas.
Grandes partidas de gammaglobulina
llegaban para ser rápidamente inoculadas y también llegó en cantidad la vacuna,
específicos diversos y aparatos de ortopedia para la rehabilitación de los
afectados.
Infantes afectados por la poliomelitis.
Infantes afectados por la poliomelitis.
SOLIDARIDAD
A cada paso la solidaridad acudía
para aliviar hogares atacados por el mal hasta extremos del máximo dramatismo y
de desesperación. Como el del agente de policía que tenía a su esposa
imposibilitada por una hemiplejia de tipo no reeducable, a una hija con parálisis
aguda y al otro hijo también paralítico y con carácter crónico.
Afortunadamente la certera lucha
sanitaria y la de todos, surtía efectos positivos, con convalecientes que ya
saltaban y jugaban con la inmunización de prácticamente todos los habitantes.
Todos porque en el curso del brote hasta
un anciano de 82 años fue atacado por el flagelo.
Finalmente, la polio fue dominada
y vencida, iniciándose las clases en las escuelas cuando promediaba el año y
abriéndose fundadas esperanzas de un futuro mejor. Quedaba atrás el fantasma
que no sólo ocasiono tantas víctimas, muchas fatales, sino que amenazó con
destruir toda una generación.
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