“Por las playas de este planeta habré pasado la mayor parte de mi
vida, tal vez inútilmente, empeñada en recoger mares en un baldecito. Digo tal
vez porque incluso, en los días de descreimiento y ahogo, he guardado la
ilusión de que para algo significaba mi trabajo. Mi ilusión nacía que este
trabajo ha sido para mí, un refugio seguro y una alegría que sólo dependía de
mi esfuerzo. Quiero decir que la alegría no estaba supeditada al éxito, sino a
la labor en sí. Creo en las obligaciones hechas con amor sean manuales e
intelectuales. Si hay cosas donde no cabe el amor son malos trabajos y urge modificarlos”.
Así fue tal como lo expresa la
séptima parte de “Testimonios”: Victoria Ocampo pasó la mayor parte de su vida
en recoger mares en un baldecito, pero no inútilmente. Creyó efectivamente en
el trabajo y no necesariamente en su éxito y por último dotó a su tarea de
amor, un ingrediente desusado en el mundo contemporáneo.
Trazar un perfil de Victoria
Ocampo a través de sus intérpretes constituye una tarea parecida a encerrar a
la sensibilidad dentro de una probeta. Victoria Ocampo fue una mujer singular
que singularizó a toda una época.
Escribió tanto de los otros, como
los otros sobre ella, se tuteó con un mundo brillante, alucinante, expresivo,
bello. Hizo cosas y a veces hacer es tanto o más difícil que ser. Victoria
Ocampo fue e hizo.
Victoria Ocampo: mujer excepcional
Victoria Ocampo: mujer excepcional
GRAN SEÑORA
Sin duda una gran señora de la
sociedad argentina que jamás olvidó su origen. Pero también una luchadora tenaz,
incansable, talentosa, espíritu sensible, soñador. Una mujer en un mundo de
hombres.
“En resumen y para terminar-decía
en “Testimonios”- he vivido en la época en que la medicina, el derecho, la
arquitectura, la filosofía y las letras no eran carreras para una mujer
verdaderamente decente”.
Victoria Ocampo hizo. Hizo “Sur”,
una de las más importantes publicaciones literarias de habla española que
arrojó a Argentina a plumas de la talla de T. E. Lawrence, Virginia Woolf, José
Ortega y Gasset, Camus, Gabriela Mistral, Gandhi, Malraux, Graham Greene.
Hizo “De Francesca y Beatriz”. “La Laguna de los Nenufares”, Domingos en
Hyde Park”. “San Isidro”, en homenaje al lugar de su residencia. La biografía
del legendario G.T. E. Lawrence. Sus famosos “Testimonios”. “Soledad Sonora”.
“El Viajero y una de sus Sombras”.
También Lawrence de Arabia y otros ensayos. “Virginia Woolf en su diario”.
“Habla el Algarrobo, en 1959. “Tagore en las Barracas de San Isidro”. Y en
1969, “Diálogos con Borges y “Diálogos con Mallea”. También traducciones de
obras de Faulkner, Camus, Greene, Callois, Lanza del Vasto, John Osborne, Dylan Thomas…
Una placa recordatoria
Una placa recordatoria
CONDECORACIONES
La señora Ocampo fue e hizo una
inusual conjunción que le confirió satisfacciones tales como ser Vicepresidenta
del Congreso Internacional de Escritores de los Pen Club, que se reunieron en
Buenos Aires en 1936.
Presidenta del Teatro Colón en 1933. Fundadora de la Unión Argentina de
Mujeres. El curriculum consigna otras distinciones como el Gran Premio de Honor
de la Sociedad Argentina de Escritores. El María Moors Cabot, adjudicado por la
Universidad de Columbia. El Alberdi Sarmiento.
El de la Fundación Vaccarop. El doctorado
“honoris causa” de la Universidad de Harvard. Las condecoraciones de la Legión
de Honor y de Comendador de la Orden de Artes y Letras del Gobierno Francés y
el sillón Alberdi en la Academia Argentina de Letras.
Ese día no tan remoto, la señora
Ocampo dijo ante dos mil personas que se reunieron en el gran salón del Palacio Errázuris: “No
tengo pasta de académica ni de diplomática… Soy una autodidacta, una francotiradora en el terreno
de las letras”
También en esa oportunidad
convocó a tres mujeres: Virginia Woolf, Gabriela Mistral y una india guaraní de
nombre Agueda-su antepasada indígena-, mujer de Domingo Martínez de Irala. “A
estas tres mujeres-subrayó- les debo algo que he contado en mi vida.
Su famosa revista.
Su famosa revista.
MATICES
Luego añadió: “A una, parte de mi
existir, a las otras el no haberme contentado con existir”… Vaya si no se contentó con existir. Discutió
sobre la “Divina Comedia” con Mussolini. Admiró a Gandhi y Nehru, porque
intentaron injertar lo espiritual en lo político.
Compartió con Stravinski el
estreno de “La Consagración de la Primavera”. Paseó en una playa de Mar del
Plata con St. John Perse. Admiró los
vitraux de Notre Dame con Paul Valery, vio y oyó a los adolescentes hitlerianos
marchar por las calles de Darmstadt. Recibió odio y amor. Fue notablemente
ensalzada o ferozmente criticada
Tal vez ninguna de esas posturas
fueron válidas para revelar su esencia. Que las páginas de su revista se
convirtieron en vehículo de la cultura extranjerizante o que consumiera su
fortuna editando a Musil, Nabokov, Virginia Woolf o Henry Miller suelen ser
especulaciones no demasiado afortunadas de los críticos.
Ser y vivir, que también es una
forma de hacer, no pueden estar expuestos a la polémica. Más que una escritora
fue una animadora permanente de la cultura argentina, y personas así,
precisamente, no abundan.
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