“El bulldog tiene la nariz inclinada hacia atrás para que pueda
respirar sin soltar”. La definición le pertenece a Sir Winston Churchill, “el
estadista del siglo XX" y aunque parezca irreverente puede aplicarse
perfectamente a la personalidad del viejo Tory. Porque el león británico
respiró, durante más de 60 años, por los poros de la historia de su país y del
mundo y sólo aflojó sus aguerridas mandíbulas cuando la historia estuvo
prácticamente en la mano. El insigne político desapareció, a las 8 de la mañana,
del 25 de Enero de 1965. Su fama sobrepasó los límites del Imperio Británico.
Fue amado, admirado detestado, cuestionado. No podía ser de otra manera, puesto
que no dejó ninguna arista de actividad
sin desarrollar.
Soldado, parlamentario,
periodista, pintor, albañil. Su vida abarcó en el mundo de las comunicaciones
desde el heliógrafo hasta el telestar y en el del transporte, desde el coche
tirado por caballos hasta el avión de chorro. Había nacido consustanciado con
el poder y lo ejerció, implacablemente, cuantas veces pudo.
Con un absoluto desprecio por la
muerte, estuvo varias veces próxima a ella. A los 4 años sufrió una conmoción
cerebral. A los 7 contrajo una pulmonía doble. Salió ileso del estallido de una
granada en Flandes y de un accidente aéreo en París. Ya anciano, tuvo varios
achaques, una pleuresía y una pulmonía y se fracturó un hueso de la espalda y otro de la cadera.
Todo esto que parecería
anecdótico alimentó su notable vitalidad. La mismo que le hizo decir ante el
parlamento británico en el peor momento de la Segunda Guerra Mundial: “Estamos
pasando por un mal rato y es probable que empeore aún antes de mejorar. Pero no
dudo de que mejorará si sabemos sufrir y perseverar”….
Como Sir Winston Churchill pocos en el mundo.
Como Sir Winston Churchill pocos en el mundo.
VIRTUDES
Y esas palabras no cayeron en el
vacío. Tal vez el mayor mérito que se pueda adjudicar a su rica y polifacética
personalidad, es el de haber reflotado en los británicos un nacionalismo
impregnante. Churchill era el “Peñón del Gibraltar”, no daba ni pedía tregua,
era un adversario temible y un amigo digno.
Esto lo sabía muy bien Stalin
cuando en Yalta alzó su copa y subrayó: “A la salud de un hombre que nace una
vez y cada 100 años”. Llegó al parlamento a los 26. De 1901 a 1924 pasó
alternativamente del Partido Conservador a los liberales, actitud que
justifificó posteriormente señalando: “soy parlamentario, siempre lo he sido”.
Sobre Winston Churchill se ha
escrito tanto, como él escribió sobre el mundo que le tocó protagonizar. Diputado, Ministro de Guerra y Aviación,
Primer Ministro, Corresponsal de Guerra. Fue el Imperio Británico en su gloria
y en su desolación.
Su mejor perfil se encuentra en
sus propias palabras: “He disfrutado una vida maravillosa, llena de
satisfacciones. He satisfecho todas mis aspiraciones, excepto una. No he
logrado ser un gran pintor. No sé oratoria, pero sé lo que está en la mente del
pueblo y como hablarle.
Un corazón generoso. Un romántico
oculto bajo la piel de una fiera. El mismo que admiraba a Alemania, el único
rival que puso a prueba su soberbia. El otro, el último fue resistido casi un
siglo. “Estoy esperando a la muerte y no llega”, confió a Lady Clementine pocos
días antes de expirar y agregó: “ya no me queda nada que hacer”… Tenía razón.
Con Stalin, luego de la reunión de Yalta.
Con Stalin, luego de la reunión de Yalta.
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