lunes, 26 de octubre de 2015

CHURCHILL: EL ESTADISTA DEL SIGLO XX

El bulldog tiene la nariz inclinada hacia atrás para que pueda respirar sin soltar”. La definición le pertenece a Sir Winston Churchill, “el estadista del siglo XX" y aunque parezca irreverente puede aplicarse perfectamente a la personalidad del viejo Tory. Porque el león británico respiró, durante más de 60 años, por los poros de la historia de su país y del mundo y sólo aflojó sus aguerridas mandíbulas cuando la historia estuvo prácticamente en la mano. El insigne político desapareció, a las 8 de la mañana, del 25 de Enero de 1965. Su fama sobrepasó los límites del Imperio Británico. Fue amado, admirado detestado, cuestionado. No podía ser de otra manera, puesto que no dejó ninguna arista de  actividad sin desarrollar.
Soldado, parlamentario, periodista, pintor, albañil. Su vida abarcó en el mundo de las comunicaciones desde el heliógrafo hasta el telestar y en el del transporte, desde el coche tirado por caballos hasta el avión de chorro. Había nacido consustanciado con el poder y lo ejerció, implacablemente, cuantas veces pudo.
Con un absoluto desprecio por la muerte, estuvo varias veces próxima a ella. A los 4 años sufrió una conmoción cerebral. A los 7 contrajo una pulmonía doble. Salió ileso del estallido de una granada en Flandes y de un accidente aéreo en París. Ya anciano, tuvo varios achaques, una pleuresía y una pulmonía y se fracturó  un hueso de la espalda y otro de la cadera.
Todo esto que parecería anecdótico alimentó su notable vitalidad. La mismo que le hizo decir ante el parlamento británico en el peor momento de la Segunda Guerra Mundial: “Estamos pasando por un mal rato y es probable que empeore aún antes de mejorar. Pero no dudo de que mejorará si sabemos sufrir y perseverar”….

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Como Sir Winston Churchill pocos en el mundo.

VIRTUDES
Y esas palabras no cayeron en el vacío. Tal vez el mayor mérito que se pueda adjudicar a su rica y polifacética personalidad, es el de haber reflotado en los británicos un nacionalismo impregnante. Churchill era el “Peñón del Gibraltar”, no daba ni pedía tregua, era un adversario temible y un amigo digno.
Esto lo sabía muy bien Stalin cuando en Yalta alzó su copa y subrayó: “A la salud de un hombre que nace una vez y cada 100 años”. Llegó al parlamento a los 26. De 1901 a 1924 pasó alternativamente del Partido Conservador a los liberales, actitud que justifificó posteriormente señalando: “soy parlamentario, siempre lo he sido”.
Sobre Winston Churchill se ha escrito tanto, como él escribió sobre el mundo que le tocó protagonizar.  Diputado, Ministro de Guerra y Aviación, Primer Ministro, Corresponsal de Guerra. Fue el Imperio Británico en su gloria y en su desolación.
Su mejor perfil se encuentra en sus propias palabras: “He disfrutado una vida maravillosa, llena de satisfacciones. He satisfecho todas mis aspiraciones, excepto una. No he logrado ser un gran pintor. No sé oratoria, pero sé lo que está en la mente del pueblo y como hablarle.
Un corazón generoso. Un romántico oculto bajo la piel de una fiera. El mismo que admiraba a Alemania, el único rival que puso a prueba su soberbia. El otro, el último fue resistido casi un siglo. “Estoy esperando a la muerte y no llega”, confió a Lady Clementine pocos días antes de expirar y agregó: “ya no me queda nada que hacer”… Tenía razón.

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Con Stalin, luego de la reunión de Yalta.



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