Estados Unidos asiste al fin del
predominio político republicano. Un aristócrata- en la medida que se concibe la
aristocracia en ese país- ostentando un nombre ya incorporado en la historia
con Teodoro Roosevelt, obtiene una sensacional victoria en las la elecciones
presidenciales.
Los únicos sorprendidos son los
propios adversarios. El observador imparcial, sobre todo el de afuera, ya había
advertido que Franklin Delano Roosevelt
no podía ser derrotado como tampoco lo venció la enfermedad que lo había
postrado en una silla de ruedas, durante largos años.
Casado allá por 1905 con una
prima lejana, Eleonor Roosevelt. Su padrino de bodas el lejano tío Teodoro.
Entre sus recuerdos de niñez figuraba una visita a Cleveland y allí el pariente
le dijo de sus labios de estadista
decepcionado: “Hijo mío, ojalá nunca seas presidente”.
En 1916 estaba sentado en el sillón que ocupara otro
joven de su apellido en la Subsecretaría del Ministerio de Marina. En Albany
desafió a Tammany y al “big boss” Murphy, obteniendo la victoria, quizás sin
sospechar que Tammany Hall podía aún recibir de él muchas lecciones parecidas.
Luego la enfermedad y el
ostracismo de la vida pública. Recién en 1925 tuvo la posibilidad de recuperar
el uso de las piernas y apenas convaleciente volvió a aventurarse en la
política. Nueva York, por su enorme electorado, concentra la ambición de los
que se sienten aspirantes a la presidencia de la república.
Franklin Delano Roosevelt: un estadista persistente.
Franklin Delano Roosevelt: un estadista persistente.
TRIUNFO
La gobernación de ese estado es
la antesala de aquella. En una época-1928- en que los neoyorquinos votan por
Hoover más que por Al Smith logra triunfar donde el candidato demócrata en el
orden nacional es derrotado.
Su nombre recorre el país y se
impone en la convención partidaria. Sus actos convencen, pero es su sonrisa,
amplia, franca, de buen amigo, la que le da popularidad. La campaña adquiere
contornos dramáticos.
Los tristes episodios del
clandestinismo provocado por la famosa “ley seca” se recuerdan a cada rato. Lo
mismo que la política nefasta de Tammani Hall, los desastres económicos de los
gobiernos de Harding y de Hoover.
Una ola de renovación invaden los
Estados Unidos. Para los males sociales que continúan sin solución desde 1929,
Roosevelt es una esperanza. Sin embargo, los líderes republicanos no se resignan
a la derrota.
Ponen en juego todas las
argucias. Corren ríos de dólares comprando conciencias. Todo es en vano. El
pueblo da un rotundo veredicto adverso al Partido Republicano por cifras que no
tienen precedente.
En una actuación pública firmando ya como presidente.
En una actuación pública firmando ya como presidente.
RESTABLECIMIENTO
Apenas llegado al poder, enfrenta
enormes dificultades. Los acontecimientos se precipitan hacia la bancarrota,
produciéndose la crisis bancaria. Roosevelt empuña el timón con mano firme y
utiliza el enorme potencial económico del país para restablecer el perdido
equilibrio.
Comienza a hablarse del New Deal.
El capital se resiste a las demandas para el mejoramiento de las condiciones de
vida del obrero y encuentra jueces hasta en la Suprema Corte que declaran
inconstitucional el sistema.
Roosevelt no vacila entre la
necesidad de crear definitivas bases de bienestar, a pesar del prurito
legalista. Sigue adelante, sin dudas ni vacilaciones. Se encrespan las nuevas
sesiones en el Congreso. Se habla hasta de dictadura. Pero nada le detiene. La
ola de popularidad se acrecienta. Ya ni sus adversarios, ni sus mas tercos
contendientes, negarán la evidencia.
Y en toda América y en el viejo
mundo, los ojos esperanzados fijan su mirada en este hombre que hasta unos años
antes era un inválido y que se levanta, con una grandeza que envidaría el
propio “tío” Teodoro, hasta alcanzar la dimensión de una de las figuras del
siglo. El futuro le reservará un preponderante papel en la segunda gran
conflagración del siglo, en la que intervino Estados Unidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario